Hace poco un camarero que me estaba sirviendo una cerveza en una terraza cruzó conmigo una mirada cómplice cuando me sorprendió mirando, al igual que él, la hermosa silueta sensual de una mujer que le alejaba. Se acercó y me comentó que a él le gustaban todas las mujeres menos las negras y las moras. Yo le respondí que yo no las excluía, ni mucho menos, pero renuncié a explicarle la diferencia entre el gusto y el criterio. A mí me gustan muchos alimentos, pero algunos tengo el criterio de tomarlos sólo de vez en cuando porque no me sientan bien.
Un porcentaje de los seres humanos de cualquier entorno
social y cultural, en torno al diez por ciento por arriba o por abajo, sienten
más atracción sexual hacia los individuos de su propio sexo que al contrario. El
hecho de que a menudo no se reproduzcan y sin embargo esas opciones se
mantengan indica, desde la perspectiva evolutiva, que son de alguna manera
adaptativas, útiles si se prefiere, por lo que su persecución es un absurdo,
además de ilegítima. Un porcentaje menos establecido, pero que puede ser
similar o superior, son sociópatas. Esto no quiere decir que ejerzan como
tales; el ambiente social y cultural personal se lo puede permitir o no. Pero el
hecho de que existan también nos debería hacer reflexionar desde el punto de
vista de la evolución de nuestra especie.
Kavafis escribió:
¿Y que va a ser de nosotros sin los bárbaros?
Quizá ellos fueran una solución después de todo.
El poema puede ser una vacuna contra la xenofobia y el
racismo, pero en un sentido más amplio contra el rechazo a los que se situan fuera, a los diferentes. Como los autistas.
Hay una diferencia entre las sociedades que creen que la sabiduría forma parte
del tejido de toda la comunidad, aunque los que los antropólogos llaman ancianos
son su mejor representación, y las sociedades que creen que la sabiduría solo
existe en algunas personas. En el primer caso, ante un evento sobrevenido e
inesperado, el grupo actuaría de forma heroica, mientras que en el segundo caso
habría que aguardar a la aparición del héroe providencial.
El hombre primitivo probablemente tenía la sensación de que
no controlaba su destino, de que sus poderes eran limitados, pero la sociedad
técnicamente avanzada ha acabado con esas limitaciones. Hablo de sensaciones. Sin
embargo, la gran mayoría de la gente en todo el mundo descubre a diario, a
veces de forma desgarradora, que su suerte no está en sus manos, como sucedía
en la vida de nuestros primitivos ancestros. Un grupo relativamente pequeño,
sobre todo del ámbito empresarial, elaboran los planes de cambio que determinan
el destino de la mayoría de nosotros. Las personas que acceden a esa posición
dominante acaban creyendo que son los que más saben, por su experiencia,
educación e intuición, por su poder efectivo. A la vista de cómo va el mundo yo
no creo que eso sea así.
En realidad, los
neurocientíficos opinan que la capacidad más crucial para proteger a la especie
de cualquier amenaza es la de escucharse atentamente unos a otros. Creo que esa
capacidad está disminuyendo peligrosamente en el hiperconectado mundo moderno. Y
eso que está relacionada con otras capacidades, como la
imaginación y las dotes para la innovación. La capacidad para sostener redes
sociales verdaderamente eficaces, y no ese simulacro de algaradas que son las
así denominadas en internet, es la capacidad de comprender lo que otro está
pensando, entender que, sea los que sea lo que piense esa otra persona, puede
ser diferente a lo que uno está pensando en esa misma situación. Hasta que un niño
no cumple los cuatro años, no se hace idea de que otro está viendo el mismo
mundo de forma distinta. Es una demostración de la progresiva complejidad de
los niveles de la conciencia, lo que los psicólogos evolutivos llaman alcanzar
el segundo nivel de intencionalidad, ya que el primer nivel es creer que lo que
pienso sobre x es lo que piensa todo el mundo. De manera que los innumerables
intransigentes con las ideas de los demás son inmaduros infantiles. Y los hay
por millones. Por cierto, una de las formas más atentas de escuchar es leer; así he escuchado a Copernico o a Darwin, a Eisntein o a Bohr. Pese a no estar siempre y totalmente de acuerdo.
Lo anterior no significa que yo avale la tonta expresión de
que todas las ideas son respetables; muchas evidentemente no lo son; lo único respetable son las personas que
las detentan. Pero el respeto y la tolerancia no bastan, aunque es un principio;
hay que escuchar atenta y verdaderamente al otro. La frase que más me estimula cuando formulo algo es la de 'no estoy de acuerdo' y la actitud que más recelos me suscita, además del odio y la intolerancia, es el proselitismo.