lunes, 22 de noviembre de 2021

Meditaciones sobre la cabra de la Legión

 

Hace poco un antiguo vicepresidente socialista del gobierno, justamente famoso por su lengua afilada, ironizaba sobre los fachas que abuchearon a Pedro Sánchez en el último desfile de las fuerzas armadas —espectáculo, por cierto, aún más anacrónico que el taurino y bastante más amenazante si nos paramos a pensarlo—, al señalar que parecían sentirse más representados por una cabra (la famosa mascota de la legión) que por el Presidente de todos los españoles,nos guste o no, le hayamos votado o lo hayan hecho otros, ya que la democracia, entre muchas virtudes, tiene el defecto de ser un abuso de la estadística, como decía el genial reaccionario de Borges—, puesto que aplaudían a la primera, mientras que al segundo lo abucheaban. Compararnos con el resto del mundo animal es una viejo hábito, una manía que tiene algunos riesgos y no siempre nos favorece e incluso relativiza nuestros logros. Que se lo digan a Esopo o a La Fontaine.

Abundando en dicha perspectiva, a Robert Mitchum le preguntaron qué pensaba de sí mismo como estrella de cine, y respondió: “Nada. Sobre todo cuando pienso en que Rin Tin Tin también es una estrella”. Más allá ha ido la escritora croata Dubravka Ugresevic que en una hipotética, que no retórica, pregunta sobre qué opinaba sobre sí misma como escritora contestó, recordando a Mitchum, “Nada. Sobre todo cuando pienso que si Rin Tin Tin siguiera vivo, sus memorias se convertirían en un best seller”. Alfonso Guerra sigue siendo mordaz e ingenioso, lo cual consuela y compensa de tanto discurso anodino y previsible de sus colegas de profesión.  Por su parte, Robert Mitchum era un tío irónico y la aguda Ugresevic además nos permite percibir la bobería frívola de estos tiempos en los que, por ejemplo, la vida literaria es más importante que la obra literaria, los cotilleos sobre cualquiera son más importantes que la obra de ese tal cualquiera y rizando el rizo incluso se puede ser famoso por el mero hecho de serlo (?), sin más logros, historias ni curriculum. Pero claro, reclamarles modestia a los ídolos de las mediocres hordas de resentidos es como pedirles discreción a esos mismos famosos, o, vaya, como pedirle a un perro que escriba sus memorias, por mucho que salga en las películas, aunque tengo entendido que un perrito de una presidenta de una comunidad autónoma sí que tenía un blog, por algo se empieza. O se lo escribía la siguiente presidenta en un alarde de periodismo interfaunístico, que me estoy liando.

Cuando Kafka escribía sobre los terrores metafísicos causados por la burocracia lo hacía en una época en que la burocracia estaba en pañales comparada con ahora. Cuando la burocracia se adueñó de nuestras vidas, hasta el punto de que un ser humano sin papeles deja de serlo a efectos de sus derechos como ser humano, se convierte en evidente por sí misma, como el aire que respiramos y llega a ser invisible. Por eso, probablemente la única forma de reconocer un fenómeno nuevo es cuando realmente lo es, al comienzo, cuando es novedoso. Yo creo que el mundo se ha vuelto kitsch, pretencioso, cursi y de mal gusto, con las honrosas, pero ay, minoritarias excepciones que se quiera. Y por eso los políticos se aplauden sin rubor a sí mismos y abuchean a los otros, y por eso se aplaude a una cabra —animal sensato donde los haya, pero los que la aplauden no lo saben— y abuchean a un presidente del gobierno igual que abuchean al equipo de fútbol rival, porque no es el suyo, pero la cabra sí.

jueves, 18 de noviembre de 2021

Las relaciones humanas y la lengua de los gatos

 

Yo creo que las relaciones humanas, en especial la amistad, son un gran tema. Demasiado grande, de hecho, porque los crímenes machistas son también relaciones humanas, pervertidas, ni que decir tiene. Y las guerras de exterminio —las de la antigua Yugoeslavia, las del turco con los armenios, las de la Alemania nazi con judíos, gitanos y homosexuales, las de los hutus con los tutsis—, todas son relaciones humanas; como lo son el proxenetismo, la explotación sexual, la pedofilia, el incesto, el homicidio, el parricidio y hasta el suicidio. Sin embargo, ciñéndonos solo a las relaciones positivas, incluso estas son la inmensa mayoría de las veces como la lengua de un gato: suave y rasposa a la vez. Es importante entender esto; toda relación, de pareja, de maternidad o de fraternidad, pero ante todo de amistad tiene sus ventajas e inconvenientes, como lo tiene esa institución tan reacia a desaparecer que es la familia. Lo que define a un huraño o a un misántropo es que ha llegado a la conclusión, implícita o explícita, de que las relaciones humanas tienen más inconvenientes que ventajas; como lo que probablemente defina a un suicida es eso mismo con relación a sus semejantes y a la vida en general. Como siempre esto ya lo dijeron los griegos con aquel “nada humano me es ajeno”, ni siquiera lo malo, o especialmente lo malo.

Me temo que los libros de autoayuda son un género tan tramposo como inútil porque obvian eso, que no se puede quitar la aspereza a la lengua de un gato sin eliminar también su suavidad.