Aupados a esa devastadora plaga moderna del turismo de masas,
entre las muchas cosas que en este ridículo mundo moderno me dan vergüenza ajena
están los cada vez más numerosos practicantes
de los llamados selfies, sobre todo si van auxiliados con esos palitos
prolongadores. Hacerse un selfie, esa manía narcisista, es similar
semánticamente, y no sólo, a follar con uno mismo, a masturbarse en público, es
decir, a exacerbada autoestima según un conocido chiste.
En inglés, la autofecundación en numerosas plantas se denomina selfing síndrome y los vegetales que lo practican, autógamos (sexo consigo mismo). Es similar a la partenogénesis en animales y al hermafroditismo, puesto que las flores autógamas deben poseer como condición previa y lógica los órganos masculinos y femeninos simultáneamente. Pues bien, a sus practicantes no les incomoda hacerlo en público, de ahí lo de la vergüenza ajena; la propia no existe. La peor secuela, sin embargo, no es el ridículo, sino la endogamia, la falta de diversidad genética que implica, el riesgo de volverse tontos o degenerar, aunque éstos, sospecho, ya eran bobos previamente. Como los faraones que se casaban con sus divinas hermanas o, en otro orden, como los consortes reales que se mandaban amañados y favorecedores retratos para sus convenios matrimoniales. Pero en el caso que nos ocupa se los mandan a sí mismos. Puro y duro exhibicionismo.
En inglés, la autofecundación en numerosas plantas se denomina selfing síndrome y los vegetales que lo practican, autógamos (sexo consigo mismo). Es similar a la partenogénesis en animales y al hermafroditismo, puesto que las flores autógamas deben poseer como condición previa y lógica los órganos masculinos y femeninos simultáneamente. Pues bien, a sus practicantes no les incomoda hacerlo en público, de ahí lo de la vergüenza ajena; la propia no existe. La peor secuela, sin embargo, no es el ridículo, sino la endogamia, la falta de diversidad genética que implica, el riesgo de volverse tontos o degenerar, aunque éstos, sospecho, ya eran bobos previamente. Como los faraones que se casaban con sus divinas hermanas o, en otro orden, como los consortes reales que se mandaban amañados y favorecedores retratos para sus convenios matrimoniales. Pero en el caso que nos ocupa se los mandan a sí mismos. Puro y duro exhibicionismo.