lunes, 21 de junio de 2021

Em pa na da, nada de nada, mental

Esta es la historia, real o inventada, eso da igual, de un niño, que puedo ser yo cuando era un niño, eso también da igual, que recibe en su casa una carta del colegio dirigida a sus padres (madre biológica y padrastro, eso también da igual). La carta dice que el niño se ausenta y no asiste a las clases. Tautología, exclama el niño, ya pedante a su tierna edad, pero no le falta razón. Su padrastro le tiende la carta y le dice que qué tiene que decir. El niño la lee y dice que hay una falta de ortografía y dos errores sintácticos, lo que demuestra que no necesita ir al colegio, que eso prueba que sabe más que lo que allí le puedan enseñar. Es lo mismo en el fondo que ese viejo chiste en el que le preguntan a un mozalbete vasco que qué prefiere, si follar o masturbarse. El chaval lo medita y después de un buen rato responde pensativo: bueno…follando se conoce gente. Yo le replico sin que me oiga (es un chiste): ya, pero haciéndose pajas a lo mejor uno se conoce mejor a uno mismo, o al menos, se conoce mejor al que elige las pajas. Cuando Sócrates dijo aquello de conócete a ti mismo a lo mejor era también un chiste que aleccionaba sobre las ventajas de masturbarse. O a lo mejor lo que venía a decir es que él, Sócrates, se conocía y los demás no, o que los demás debían conocerle a él, Sócrates, y con eso bastaba para ir seguro por la vida. Vete tú a saber con estos griegos antiguos. Yo de todo esto saco una valiosa lección: no quieras dar consejos para no tener que recibirlos.

 

sábado, 19 de junio de 2021

Límites frente a fronteras

 

Puede que uno sea condición, aunque no suficiente, de la otra, pero un correcto análisis no es lo mismo que una solución adecuada. Sin embargo, la falta de ésta no invalida al primero. En la actual literatura técnica sobre los graves problemas medioambientales pasa mucho esto, y las soluciones, cuando se ofrecen son básicamente negativas: no hacer eso, dejar de hacer lo otro, etcétera. Lo cierto es que los humanos tienen una irresistible tendencia a escoger los beneficios inmediatos a costa de sufrimientos a largo plazo, al menos los pocos que deciden. El que venga detrás que arree y después de mí, el diluvio. Así que devoramos al resto de formas biológicas que no tienen no una utilidad todas la tienen— sino un beneficio inmediato, y al devorar todas esas formas, toda la vida del planeta, las cagan luego en forma de desperdicios de plástico pronto obsoletos. Los plásticos no biodegradables, los residuos radioactivos de vida larga (larguísima), las substancias químicas no procesables por los ciclos de materia naturales.

Así que la Naturaleza es una gran decepción para los hombres de empresa. Hay un cuento que viene al caso: un cliente se queja de que su sastre haya tardado seis meses en hacerle unos pantalones, y sabiendo que es un judío piadoso, le compara ese tiempo con los seis días que tardó Dios en crear el mundo. El sastre judío, buen conocedor, además de su oficio, de la Torá y el Talmud, le responde sin inmutarse: “pero fíjese en cómo está el mundo y compárelo con estos perfectos pantalones”. Para un ecologista, un mundo perfecto lo sería sin plásticos ni substancias radioactivas, pero para cierto empresario lo sería aquel que digiriera sin problemas ambos. Como se comprenderá ambas posturas son irreconciliables, y cuando el diagnóstico es irrefutable la solución para aceptar soluciones es que estas tengan beneficios a corto plazo, y a eso lo llaman economía verde.

Una de las diferencias entre un niño, incluso un adolescente, y un adulto maduro es que el segundo a aprendido a negar y a negarse cosas, a  renunciar y a elegir. Ahora tenemos en Madrid una presidenta que defiende una libertad infantil, la capacidad de hacer lo que se quiera y no negarse nada; una libertad caprichosa y poco adulta. Arrasa. Pero el concepto más maduro para gestionar la libertad, desde la personal a la de los recursos del planeta, es la de los límites. En su lugar, las derechas, desde los conservadores a los neoliberales, sustituyen, y confunden, la idea de límites con la idea, bien tangible, de frontera, que en el fondo es lo opuesto. La oscuridad es barata y el silencio, hoy por hoy, caro.

domingo, 13 de junio de 2021

No estoy de acuerdo, pero...

 

Hace poco un camarero que me estaba sirviendo una cerveza en una terraza cruzó conmigo una mirada cómplice cuando me sorprendió mirando, al igual que él, la hermosa silueta sensual de una mujer que le alejaba. Se acercó y me comentó que a él le gustaban todas las mujeres menos las negras y las moras. Yo le respondí que yo no las excluía, ni mucho menos, pero renuncié a explicarle la diferencia entre el gusto y el criterio. A mí me gustan muchos alimentos, pero algunos tengo el criterio de tomarlos sólo de vez en cuando porque no me sientan bien.

Un porcentaje de los seres humanos de cualquier entorno social y cultural, en torno al diez por ciento por arriba o por abajo, sienten más atracción sexual hacia los individuos de su propio sexo que al contrario. El hecho de que a menudo no se reproduzcan y sin embargo esas opciones se mantengan indica, desde la perspectiva evolutiva, que son de alguna manera adaptativas, útiles si se prefiere, por lo que su persecución es un absurdo, además de ilegítima. Un porcentaje menos establecido, pero que puede ser similar o superior, son sociópatas. Esto no quiere decir que ejerzan como tales; el ambiente social y cultural personal se lo puede permitir o no. Pero el hecho de que existan también nos debería hacer reflexionar desde el punto de vista de la evolución de nuestra especie.

Kavafis escribió:

¿Y que va a ser de nosotros sin los bárbaros?

Quizá ellos fueran una solución después de todo.

El poema puede ser una vacuna contra la xenofobia y el racismo, pero en un sentido más amplio contra el rechazo a los que se situan fuera, a los diferentes. Como los autistas. 

Hay una diferencia entre las sociedades que creen que la sabiduría forma parte del tejido de toda la comunidad, aunque los que los antropólogos llaman ancianos son su mejor representación, y las sociedades que creen que la sabiduría solo existe en algunas personas. En el primer caso, ante un evento sobrevenido e inesperado, el grupo actuaría de forma heroica, mientras que en el segundo caso habría que aguardar a la aparición del héroe providencial.

El hombre primitivo probablemente tenía la sensación de que no controlaba su destino, de que sus poderes eran limitados, pero la sociedad técnicamente avanzada ha acabado con esas limitaciones. Hablo de sensaciones. Sin embargo, la gran mayoría de la gente en todo el mundo descubre a diario, a veces de forma desgarradora, que su suerte no está en sus manos, como sucedía en la vida de nuestros primitivos ancestros. Un grupo relativamente pequeño, sobre todo del ámbito empresarial, elaboran los planes de cambio que determinan el destino de la mayoría de nosotros. Las personas que acceden a esa posición dominante acaban creyendo que son los que más saben, por su experiencia, educación e intuición, por su poder efectivo. A la vista de cómo va el mundo yo no creo que eso sea así.

En realidad, los neurocientíficos opinan que la capacidad más crucial para proteger a la especie de cualquier amenaza es la de escucharse atentamente unos a otros. Creo que esa capacidad está disminuyendo peligrosamente en el hiperconectado mundo moderno. Y eso que está relacionada con otras capacidades, como la imaginación y las dotes para la innovación. La capacidad para sostener redes sociales verdaderamente eficaces, y no ese simulacro de algaradas que son las así denominadas en internet, es la capacidad de comprender lo que otro está pensando, entender que, sea los que sea lo que piense esa otra persona, puede ser diferente a lo que uno está pensando en esa misma situación. Hasta que un niño no cumple los cuatro años, no se hace idea de que otro está viendo el mismo mundo de forma distinta. Es una demostración de la progresiva complejidad de los niveles de la conciencia, lo que los psicólogos evolutivos llaman alcanzar el segundo nivel de intencionalidad, ya que el primer nivel es creer que lo que pienso sobre x es lo que piensa todo el mundo. De manera que los innumerables intransigentes con las ideas de los demás son inmaduros infantiles. Y los hay por millones. Por cierto, una de las formas más atentas de escuchar es leer; así he escuchado a Copernico o a Darwin, a Eisntein o a Bohr. Pese a no estar siempre y totalmente de acuerdo.

Lo anterior no significa que yo avale la tonta expresión de que todas las ideas son respetables; muchas evidentemente no lo son; lo único respetable son las personas que las detentan. Pero el respeto y la tolerancia no bastan, aunque es un principio; hay que escuchar atenta y verdaderamente al otro. La frase que más me estimula cuando formulo algo es la de 'no estoy de acuerdo' y la actitud que más recelos me suscita, además del odio y la intolerancia, es el proselitismo.