A un capo mexicano de la droga le preguntan si cree en Dios
ya que está todo el santo día practicando diversas caridades y beneficencias
con las que se gana voluntades y prestigio en el vertedero de la miseria que él
mismo provoca. Contesta que no, pero añade que sí cree en el diablo. ¿Y eso?, le pregunta
de nuevo su interlocutor. Mira a tu alrededor, le responde lacónicamente el
narco. El mal que hacen los hombres les sobrevive, decía Shakespeare. Y es bien
cierto, desde el cambio climático, ese ‘marrón’ que ya han detectado los
jóvenes que se les va a legar, hasta el capitalismo salvaje o la incertidumbre
del futuro. A mí el futuro no me debería interesar puesto que no voy a vivir ya
mucho tiempo en él. Pero me interesa, como me interesa el pasado, incluso más
el remoto. Del presente casi no me doy ni cuenta porque tiene la mala costumbre
de ser apenas futuro cuando ya es pasado, y esa inconstancia me molesta un
poco. Carpe Diem.
Voy a ver la exposición de Balthus en la Thyssen. No me
sorprende que no me sorprenda. Ya lo dijo Julio Ramón (Rybeiro): una buena obra
no tiene explicación, como una mala obra no tiene excusa y una obra mediocre no
tiene interés. La obra de Balthus, por ejemplo esa adolescente enseñando las
braguitas, tiene interés, y no hay que buscar más explicación al escándalo que
en algunos provoca que el de las sucias mentes de los que se escandalizan,
probablemente lo que buscaba el artista. O no.
En precampaña y casi en cualquier otra ocasión los líderes políticos
aparentan que, salvo sus partidarios, el mundo está compuesto por personas
fundamentalmente distintas de ellos, de modo que esos otros (el infierno son
los demás, escribió Sartre) son tontos, malos y peligrosos porque ponen en
peligro lo mejor de nuestro mundo. Ese fenómeno se llama “alterización”, o sea,
el arte de aparentar, o incluso de creer en los casos más graves, que los demás
son infernales, tontos, malos y estúpidos a la vez. Sin embargo, en la vecindad
terminológica de la alterización tenemos la alteridad o la otredad, es decir,
la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de tener presente, al menos
brevemente, el punto de vista del que opina diferente. A todos los candidatos
los veo muy alterados, muy alterizados y nada de nada más. Si sólo ves el yo y
nada del otro, difícilmente vas a crear un nosotros inclusivo, y de ahí la
utilidad de las banderas, colgadas de las ventanas o usadas como capa de
superhéroe, para distinguirnos de los otros, el enemigo, los otros. La existencia
de los otros, por ejemplo de las mujeres si eres varón, de los viejos si eres
joven, del nativo frente al inmigrante, del negro si eres blanco, del pobre si
eres acomodado, o viceversas sucesivas etcétera.
A los chivos se les asesina por ser chivos, y se les llama
chivos expiatorios y a su asesinato, sacrificio, rito. Igualmente, a las mujeres
se les asesina por ser mujeres. A los judíos se les asesinó en masa (hubo que
inventar la palabra y el delito de genocidio al final de la Segunda Guerra
Mundial) por ser judíos, chivos expiatorios de haber cerrado en falso la Guerra
Mundial anterior. Por ser negros se asesinan a negros, o por ser armenios a
armenios o por ser homosexuales a homosexuales. Matamos al otro que no puede
evitar ser lo que es. Pero no hay tigres o lobos expiatorios, al menos en el
lenguaje, que tampoco pueden evitar ser lo que son. Porque son difíciles de
matar y entraña bastante riesgo hacerlo. Cuando la derecha dice que los inmigrantes
son un peligro lo dice, precisamente, porque son inofensivos, como los chivos. Las
hordas linchadoras de cualquier pelaje demuestran que Nietzsche tenía razón
cuando decía que el instinto de ser rebaño es anterior al de ser persona, con
una intuición que en este caso superaba a Freud y hasta a Darwin.
Se me está ocurriendo una idea que en su absoluto cinismo me
pone muy nervioso. En democracia parlamentaria, con sus partidos políticos y toda
la pesca de separación de poderes y demás, se juega un juego de suma cero, o
casi, conforme al cual cuando se producen beneficios para la mayoría de los ciudadanos
es de forma inadvertida, sobrevenida, colateral como la víctimas civiles en las
guerras, porque el verdadero propósito del jueguito, su finalidad es la
prevalecer sobre los rivales, conseguir el poder por el poder, llegar a la
meta. ¿Para hacer qué? Mantenerse, evitar que lo tengan los otros. Claro que este
juego es mejor del de aquí se hace lo que yo digo o se rompe la baraja.
Desenchufo los informativos por mar, tierra y aire,
televisión, radio y prensa escrita y digital, por la misma razón que me embozo
con la bufanda si hace frío. Para protegerme de un mal aire. Entramos en
campaña electoral. No obstante, me gustaría oír alguna vez mi programa
electoral favorito (aunque insonorizado terminaría por oírlo). En realidad es
una brevísima receta de obligado cumplimiento si quieres mejorar el mundo que
te toca, pero de tan fácil enunciado como difícil aplicación: eficiencia
económica, justicia social y libertad individual. Es la receta de John Maynard
Keynes y tiene ya un siglo cumplido. Vivimos en un sistema capitalista, que
muchos consideran el único posible, tan inevitable como la fuerza de la
gravedad (conservadores) y otros necesariamente controlable y mejorable. Porque
el capitalismo, por poner un ejemplo ansiado, no tuvo nunca entre sus objetivos
conseguir el pleno empleo, pero a veces se da.
Frente a ese Sócrates algo impostado que confesaba sólo saber
que no sabía nada, hay demasiada gente que realmente no sabe casi nada, pero
cree saber, por ejemplo, los comentaristas
deportivos. O los políticos mayormente. Y sin embargo, el mundo es esencialmente
paradójico. Así hay demasiados chinos, pero no nacen suficientes chinos, que es
una forma de decir que está descendiendo su natalidad y envejeciendo su
población. Para no ser racista, tengo que admitir que en menor grado pero en
España pasa lo mismo.
El rey de Malasia va disfrazado de portero de hotel de lujo
(y no a la inversa). Seguramente captó la idea en alguno de sus viajes al
extranjero. Por eso el turismo de masas embrutece y el elitista da una visión
sesgada del mundo.
Otra vez sublime, en fondo y forma, Fer!!!
ResponderEliminarUn beso
PD. No hablemos, por ahora, en modo merengón....
Santi
Gracias, Santi
EliminarDéjate de hablar de braguitas de adolescentes, o de adolescentes en braguitas, que te metes en un lío.
ResponderEliminarIntuyo que tu consejo es tan bienintencionado como retórico, pero en ningún caso lo voy a seguir. Las nuevas censuras no tienen nada de nuevas
EliminarInciso: ¿quién puede más a hostias, el duro Lansky o Pérez-Reverte? ¿quién folla más, Lansky o Norman Mailer?
ResponderEliminar¿Qué edad tienes, hijo? Veo que ya cuentas con algunas lecturas, o quizás oídas. Pérez Reverte, ese fantasmón no carente de talento, es una piel tirante sobre su calavera. Mailer, otro fantasmón con más talento, es ya una calavera sin piel. ¿Y yo? Menos fantasmón, menos calavera, menos talento, más piel, pero todo llegará.
EliminarOye, pues te ha quedado bien lo de los fantasmones, el talento y las calaveras. Pero a fantasmones tú mismo sabes que no te gana nadie, alma de cántaro.
EliminarEn la invectiva, dicen, las palabras actúan casi siempre como un gran espejo. La necedad que se achaca a otros suele ser la propia.
ResponderEliminarChiloé, los trolls son parásitos del trabajo de los demás: no escriben blogs, tampoco realizan comentarios en ellos para aclarar o refutar algo y carecen de esa virtud intelectual, tan altruista que es la admiración, ya que tampoco tienen verdadero interés ni respeto. Dicho esto hay que reconocer que hacen de esas incapacidades, o impotencia, aupados en el anonimato, todo un arsenal muy molesto, a veces mortífero, aunque hay diversos grados, leves como el que nos ocupa, o letales. Mi ya larga experiencia como bloguero me ha enseñado que la mejor defensa es ignorarlos, ni siquiera borrar sus comentarios: por la boca muere el pez, digo el merluzo.
EliminarBien dicho, fantasmón.
EliminarLetal era el Grillo: acabo de pasar por su blog y te pone de vuelta y media.
ResponderEliminarLo de no entrar al trapo es nuevo: yo también leí el blog de Grillo y vaya si entraste, con ofrecimiento de hostias incluido. A lo Norman Mailer.
ResponderEliminarSí, he aprendido. Como decia el gran Rafael Azona sobre su norma (de puro humos negro) de no contar penas a los amigos: "que los divierta su puta madre", Yo añado que a los babosos trolls con mucho más motivos
EliminarCalma, ya te lo empiezas a tomar a pecho.
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