Cada vez soporto peor la
literatura sobre literatura, alguna de autores muy celebrados, como Vila-Mata. Se
dice que los críticos son una suerte de parásitos de los escritores, frustrados
por así decir. Los creadores serían algo así como idiotas, genios idiotas como
los listos tontos calculadores de feria, que no saben lo que es la literatura,
eso sí que lo saben bien los críticos armados de teorías y lecturas abundantes,
pero que no tienen el ‘don’ de la creación. A mí me gustan las novelas que me entretienen porque me exigen —no me faltan al respeto—, que apelan a mi inteligencia, pero a la vez
me descubren alguna cosa que de otro modo no vería en mí. Me gusta la literatura sobre la vida, lo que me atañe.
Y algunos amigos que celebran
mis modestos logros anteriores, que me suponen además una gran facilidad, un ‘don’
para escribir, me preguntan de vez en cuando por qué no saco un nuevo libro
después de décadas. Les digo que me da pereza, lo que es verdad, y que ya no me
ilusiona ver mi nombre en una portada (la emoción de eso las primeras veces),
que además ya no conozco a ningún editor, porque se han retirado, les he
perdido la pistas o se han muerto, como Javier Pradera en Alianza que me publicó
prácticamente mi primer librito en la prestigiosa colección del Libro de
Bolsillo, empotrándome entre Thomas de Quicey y Pessoa, nada menos. No sabes lo
que eso supone, tío, me dijo uno de mis primeros y más entusiastas lectores, el
librero anticuario de mis amores que me hizo una reseña para la revista Insula.
Ya no escribo tampoco para
medios de prestigio, también desaparecidos, como Triunfo o Cuadernos para el
Dialogo o Le Monde Diplomatique, o desaparecido yo para ellos, como El País y la
santa biblia Babelia, donde publique decenas de hoy ansiadas Tribunas Libres en
las páginas de Opinión, de respeto.
Hay algo de proceso
biológico, de decrepitud irremisible, de pérdida de una brillantez fácil, de
ver tu propia obra sin deformaciones piadosas. Pero la verdad es que sí
escribo, casi todos los días, y publico en este blog modesto, cuando los blogs
han pasado a ser dinosaurios de un Internet aceleradamente cambiado. Y al final
he dado con la mejor razón para no intentar nada, de ‘preferir no hacerlo’, del
gran Machado: “Entre hacer las cosas bien y hacer las cosas mal, hay un honrado
término medio, que es no hacerlas”. (El subrayado es mío).
Conocí a alguien que había escrito dos libros y había renunciado a publicar uno, por las modificaciones que el editor le había impuesto. A partir de entonces desistió; y siempre decía que hay muchas más razones para no publicar, o no intentarlo, que para lo contrario.
ResponderEliminarSiempre te digo que tus pequeños textos merecen una recopilación y merecen el formato de papel, aunque sólo sea para repartir a la familia; o por el esfuerzo de revisarlos y seleccionarlos.
En cuanto a los escritores que escriben sobre libros, lo veo aceptable si se hace con naturalidad; al fin y al cabo es la mejor forma de descubrir libros y autores, a través de las opiniones de otros. Hoy estoy leyendo a uno que habla muy bien sobre sus lecturas, sin pedantería: Eduardo Halfón.
Dicen que la inteligencia es un don y la humildad una lección.
ResponderEliminarMe encanta pasar por aquí.
Gracias a ambos, gracias por pasarse por aquí
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