Cada vida es única en sus momentos claves, pero otra cosa
bien distinta es ser consciente de vivir esos momentos irrepetibles que a veces no son el final o
el comienzo de una guerra, sino algo más decisivo: el final o el comienzo de
una época. Así que yo no fui consciente de nacer en uno de esos históricos
momentos decisivos. Nací en Madrid, una ciudad de los hombres que no de los
coches. Una ciudad acojonada por los vengativos vencedores, pero cuyo corazón discreto
todavía era un foro, no un aparcamiento. Una ciudad en el campo, aunque ya
asomaran, como relató Pio Baroja, los limbos borrosos del extrarradio, donde ya
no hay ciudad pero aún no es campo.
La ciudad en el campo, dos mundos antiéticos y por tanto
complementarios; al norte la limpia sierra, al sur los atochares y los yesos
alcarreños. La inmensidad de los campos le daba su valor a ese universo cerrado
construido en piedra; la enormidad cambiante que la rodeaba se valoraba por ese
mundo cerrado y artificial. Tal vez nunca, a unos minutos en el desvencijado tren
o en los escasos coches, le fue dado al hombre cambiar así de fácilmente no sólo
de mundo sino de siglo. El pasado campestre, el futuro urbano.
Pero ahora sé que ese estado de cosa duró un instante, que
hemos dejado pasar. Pues hoy la ciudad, lo mismo que el campo, tiende a
disolverse en un único y opresivo extrarradio. Un mundo en el que los establos,
los cultivos y los prados y bosques, pero también las últimas ciudades se
hundirán en un océano de ladrillo, hormigón y “espacios verdes”, como otrora
las aldeas se perdían asediadas por los extensos bosques. Esta confusión de la
ciudad y el campo es sólo el paso a la constitución de una urbe total y
entonces no habrá forma de escapar ni de Babel ni del vientre del gran Pan.
Curioso, justamente acabo de escribir sobre Madrid, desde la idea que me persigue hace años de que los actuales madrileños, con tantos agobios, prisas y coches, han dejado de conocer. Aún así, creo que todavía Madrid está ahí, esperando a que sus habitantes lo reconozcan.
ResponderEliminarPues acabo de leer tu entrada y sólo puedo decir que creo que Lansky habla menos de Madrid en sí que se la transformación, ocurrida en otros puntos de planeta, de la ciudad tradicional a la moderna. No se anulan, pues.
EliminarCreo que una mayoría de madrileños conocen y reconocen, aman y detestan, como yo, su ciudad. En cualquier caso, mi intención está más cerca del comentario de Ozanu. Remedando la famosa canción, pongamos que no hablo 'sólo' de Madrid.
ResponderEliminarSi por mayoría entendemos más del 50%, estoy casi convencido de que no, de que la mayoría de residentes en Madrid no conocen y reconocen su ciudad.
EliminarY, en cualquier caso, ya sé que no hablas sólo de Madrid. Mi comentario nació de que me resultó curioso que hablaras (también o a partir de) Madrid cuando justamente acababa de escribir sobre mi paseo por la ciudad.
¿Más del 50%, menos del 50%? Bueno, puede que tú poseas datos de encuestas que yo no tengo, no digo que no.
EliminarNo, un simple muestreo entre los muchos madrileños que conozco.
EliminarEntendido. En cambio, los madrileños que yo conozco conocen a su vez Madrid, yo, sin ir más lejos.
EliminarFELIZ NAVIDAD a todos/todas
ResponderEliminarGracias, hombre
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