No es que España sea diferente, como decía la protogay
Gertrude Stein cuando afirmaba que escarbando es un español se encontraba un
sarraceno y escarbando en un ruso surgía un tártaro. Pero es evidente que la
política española mantiene dos curiosas anomalías que no se dan en los demás
países de su entorno. La primera es que nadie, casi, en España se confiesa abiertamente de derechas,
todo lo más de centro, porque la izquierda sigue manteniendo un mayor prestigio moral y por eso en las encuestas siempre se minusvalora el
voto que luego consiguen esas derechas. Es decir, existe un prestigio moral de la
izquierda, aunque luego no se refleje en los parlamentos. La segunda anomalía,
a mi juicio más preocupante, es que el pensamiento de las izquierdas españolas
es conciliador y hasta afecto a los nacionalismos, que se consideran por
definición oprimidos, aunque los nacionalismos en su esencia sean siempre
reaccionarios y contrarios al sello internacionalista que siempre ha mantenido
la izquierda; así, se da la paradoja de que la oposición a esos nacionalismos
quede en manos de las derechas que no oponen lógicamente a ellos ningún
cosmopolitismo sino otros nacionalismos más céntricos o centrípetos frente a
los centrífugos o separatistas. Consecuentemente, en España los partidos nacionalistas tienen un peso mayor al que les correspondería por sus votos, o una mayor influencia si se quiere, no sólo como bisagras para favorecer la gobernabilidad a su izquierda o derecha (aunque nadie está más a la derecha en puridad que cualquier partido nacionalista por muy republicano que se defina). En segundo lugar, la derecha es siempre vergonzante, se avergüenza de reconocerse así, aunque sus políticas siempre lo sean claramente.
Los dos nuevos partidos surgidos en España refrendan muy bien ambas tésis. El de derechas, Ciudadanos, se define como liberal, pero jamás de derechas, que claramente lo es, y ha forjado su moderado pero repentino éxito en oponerse al nacionalismo periférico. Podemos, por su parte, claramente de izquierdas y tras una primera fase de ambigüedad calculada (no era la izquierda o la derecha el eje que reivindicaban, sino el arriba o el abajo) es altamente favorable a esos mismos nacionalismos.
Los dos nuevos partidos surgidos en España refrendan muy bien ambas tésis. El de derechas, Ciudadanos, se define como liberal, pero jamás de derechas, que claramente lo es, y ha forjado su moderado pero repentino éxito en oponerse al nacionalismo periférico. Podemos, por su parte, claramente de izquierdas y tras una primera fase de ambigüedad calculada (no era la izquierda o la derecha el eje que reivindicaban, sino el arriba o el abajo) es altamente favorable a esos mismos nacionalismos.
España es un país inevitablemente globalizado en lo económico pero atomizado en lo sentimental y cultural, donde diecisiete miniministerios de educación les enseñan a nuestros niños a ignorar el Nilo y a escarbar en las legendarias fuentes del arroyo de su pueblo. La propia palabra España ha quedado vetada para la cultura de izquierdas, por llamarla algo. Sí, España es diferente; de hecho, ni es España, es el "Estado español" (término incorrecto cuando se refiere a dicha nación y no a su forma de gobierno, inventado por Franco para eludir denominaciones explícitas inadmisibles para su dictadura como Reino u, obviamente, República). Como dijo el conservador Canovas del Castillo, se es español cuando no se puede ser otra cosa; por ejemplo, si se es de Burgos (mala suerte, pudiendo ser de Bilbao), pero si eres de Cataluña o incluso de Valencia -aunque valencianos hayan sido papas españoles en Roma-, entonces no. Ser de izquierdas en España, perdón, en el Estado español, se ha convertido en un incoherente galimatías y aún así es mejor que ser de derechas, que al parecer sólo lo era Canovas del Castillo.
El verdadero problema de España, acentuado aunque no creado por más de treinta años de dictadura, es la educación; con educación se pierde el pudor a las elecciones (izquierda vs. derecha) sentimentales porque se pueden justificar; con educación se pierde el miedo a las palabras (España) porque se conoce su fundamento; con educación se conoce la historia y el verdadero sentido (nacionalismos) de las supuestas nuevas encrucijadas.
He acabado riéndome con la última frase, muy a pesar de que el post no es cómico ni tiene esa intención, pero es que resume con mucha ironía muy bien la realidad de nuestra política.
ResponderEliminarBueno, humor sí hay, no comicidad.
EliminarLa anomalia de la derecha culposa está presente en Argentina, y creo que en toda América, salvo del Río Grande para arriba. Se que no te gusta esto, pero esta es otra razon para no usar el eje izq/der en el analisis politico.
ResponderEliminarAparte: esperar que la educacion resuelva el problema es: asumir que no hay solución salvo en la proxima reencarnacion, y que nos quedamos sin entender como Mandela, Lula da Silva y tantos otros fueron estupendos politicos sin educación.
La mala educación a quien debe afectar fundamentalmente es a la base masiva, a la ciudadanía. La educación no es tan lenta, en la República española en tres años se consiguieron más logros en ese aspecto que en décadas anterioress bajo la monarquía y la dictadura.
EliminarLos insignes nombres de estadistas que mencionas son lamentables excepciones dentro de la mediocridad nada meritocrática de los políticos, pero lo que importa no son esas excepciones, sino sistemas democráticos reguladores que funcionen y una ciudadnía exigente que no tolere la impunidad.