Para Antonino y Teresa, queridos amigos y asiduos lectores desde las faldas de su hermosa sierra, que me reprochan cariñosamente que renueve poco este blog cada día más disminuido.
Primera observación. Se habrá notado que he
entrecomillado la tan en boga expresión de “cambio climático”. No es por negar tal
cambio ni por negar tampoco la responsabilidad de los humanos en ese fenómeno
global. Simplemente, como la redundante expresión de medio ambiente, ya
inevitablemente consolidada en nuestro idioma para traducir los más exactos,
por ejemplo, environment, environnement
y umwelt del inglés, francés y alemán, el clima es cambio a lo largo no solo de
la historia del planeta sino también de la Historia de nuestra especie. El clima
es esencialmente cambio, o por mejor decir cambios a escalas distintas y
superpuestas: de año en año, cada cientos de años, cada miles y cada millones e
incluso cientos de millones de años. Actualmente, por ejemplo pertinente, es
presumible que vivimos al final de un periodo interglacial cálido al que
sucederá una nueva glaciación fría, como las anteriores del periodo geológico
actual, el cuaternario. Y así todo; en siglos pasados vivimos en otra pequeña
Edad de Hielo, de rango menor que las glaciaciones, que coincidió con la peste
negra que asoló Europa y guerras de cómo la de los cien años. Y un largo
etcétera.
El clima es un sistema global con expresiones en,
aparente paradoja, locales, que relaciona estrechamente elementos como la
atmósfera, los océanos, la orografía, las masas continentales, la actividad de
la biosfera y muy recientemente si lo comparamos con las extensiones temporales
de las escalas geológicas, con las crecientes actividades humanas sobre ese
sistema y el planeta. Más exacto sería hablar de calentamiento global, e
incluso más precisamente, de incremento del efecto invernadero. Un efecto, no
lo olvidemos que es el que permite la vida en la Tierra y la existencia, como
condición previa, de temperaturas que permiten la presencia de enormes
cantidades de agua en sus tres estados, líquido, gaseoso y sólido.
Pero resignémonos a ese uso unánime de la dichosa
expresión puesto que con ella nos entendemos, aunque dificulte la precisión de
los contenidos. El incremento del efecto invernadero se debe a la incorporación
a nuestra atmósfera (el ‘cristal’ de ese invernadero planetario) de gases que
retienen el calor proveniente de nuestro Sol. Un invernadero y también el
invernadero de nuestra atmósfera, permite el paso de las radiaciones de onda
corta, la luz solar, y retiene, impide escapar, a las radiaciones de onda
larga, el calor. Esos gases, especialmente el vapor de agua (que forma las
nubes), el CO2 y el metano han aumentado por efecto —ya nadie
racional y bienintencionado lo duda— de las actividades humanas especialmente
en los dos últimos siglos. La deforestación, la agricultura, las obras
públicas, la extracción de recursos naturales y las actividades industriales y de
transporte. Nuestras formas de vida, nuestros patrones económicos de consumo y
de producción de residuos se han hecho incompatibles con el mantenimiento de un
clima más estable. Y encima somos muchos, más de siete mil millones, y seguimos
aumentando. Las previsiones demográficas más serias hablan de un umbral máximo
de once mil millones antes de que la población humana deje de crecer y se
estabilice; es decir, antes de que los índices de mortalidad y de natalidad se
igualen, sin olvidar que además la esperanza de vida, la longevidad de las
personas también se incrementa. Y su consumo, ahora veremos.
Parecería, por tanto, que el que seamos muchos y cada
vez más, la “bomba demográfica”, es la causa de todo, su principal factor. Pero
eso es una verdad a medias, inexacta por falta de matices. Hay tres P, como las
llamó el ecólogo Edward Kormondy en los años setenta del siglo pasado, a considerar. Y
sí: una es la P de población (Population), pero hay otras dos. La P de Pobreza
(Poverty), entendida esta no sólo como la sociopolítica sino el empobrecimiento
del capital natural, los recursos naturales, y la P de contaminación
(Pollution), también entendida de forma extensa como la producción de residuos
escasamente eliminables. La población, o su incremento, solo es relevante a
nuestros efectos en su relación con las otras dos P. No es lo mismo el impacto
que ejerce en el consumo de recursos y en la emisión de contaminantes y
residuos un habitante de Mali o de Sri Lanka que un holandés o un
estadounidense. Por tanto el dato esencial es la huella ecológica de las
personas, o lo que es lo mismo: el consumo de recursos y la producción de
residuos per cápita. Los que hablan de limitar la natalidad en los países
pobres o como eufemística y optimistamente se les denomina “en vías de
desarrollo”, que son los que más crecen demográficamente (luego veremos por
qué), deberían ser consecuentes y hablar del control demográfico de alemanes y
suecos, que no lo precisan porque están más equilibrados demográficamente, pero
que son los que consumen más recursos y emiten y producen más residuos. Como se
ve, una inconsecuencia, al menos en parte. Volveré a esto en entregas
posteriores (espero). Pero es obvio: un ciudadano blanco, anglosajón y
protestante de USA consume 400 veces más recursos y emite 400 veces más
elementos indeseados que un malinés. En realidad hay que consumir menos
recursos de todo tipo, y en especial de combustibles fósiles, y emitir menos
contaminantes, conservando los subsistemas del planeta que absorben estos
últimos, como la vegetación. Dicho todo esto con el pincel de trazo grueso del
ecólogo global, no con el lápiz de punta fina de las soluciones concretas,
ofreciendo, eso sí una matriz contextual, una malla donde situar esas acciones
concretas.
Todo problema complejo, y el mal llamado cambio climático
lo es en grado sumo, ofrece siempre la tentación de reclamar soluciones simples
(en realidad simplistas), que siempre son falsas. El control demográfico o la
limitación de emisiones de carbono a la atmósfera y cesar en la dependencia de
la quema de combustibles fósiles no son soluciones falsas en sí, pero son
simplistas en la medida que no se las relaciona entre sí y se omiten otras
causas. Parece que hay evidencias, que si no se está ocultando, sí se están
publicitando escasamente, como las de equipos de investigación solventes que
hablan “también” del efecto en el calentamiento global de un incremento en la
actividad solar (también sujeta a ciclos). Pero sobre todo hay que señalar que
la ortodoxia económica ligara al crecimiento indefinido en un planeta finito no
se pone en cuestión por razones no de lógica, ya que es obviamente ilógico,
sino de intereses en no modificar nuestra forma de vida y de consumo. Y eso hay
que decirlo bien alto: no resolveremos este enorme problema mientras no
cambiemos radicalmente de modelos político económicos, lo que supone una
revolución que dejaría todas las demás de nuestra historia como especie en
simples algaradas. Y mientras no cambiemos nuestra forma personal y colectiva
de habitar este planeta. Tenemos los instrumentos técnicos, científicos y
culturales, pero no los económicos (reconciliando la economía, que como ciencia
hegemónica hace trampas entre costes y beneficios, con la ecología) ni los
políticos (de gobernanza, de equidad geopolítica, de ética personal y colectiva).
Y una última incorrección frecuente: ¡por favor!, el
planeta no está en peligro, mira que somos egocéntricos o "especiecentrícos"; lo que está en peligro es nuestra propia existencia
como especie con las actuales forma de vida y civilización global. Y a esa
extinción o al menos drástica depauperación nos acompañan muchas otras especies
emblemáticas, pero no las bacterias, no los mosquitos ni las ratas. Y el
planeta se recuperará, como lo ha hecho en las cinco grandes crisis anteriores en los 4.200 millones de años de existencia del planeta Tierra. Nosotros, si no cambiamos drásticamente, no.
Rotundamente no. La especie humana no es un parásito del planeta, como algún
economista heterodoxo ha señalado con poca idea de lo que es el parasitismo
biológicamente, pero somos una plaga actualmente, una plaga global, como los
elefantes, tan nobles ellos, pueden serlo localmente.
mas claro no canta un gallo. Lástima que no trascienda a ese Fitur con corbata que van a celebrar la semana que viene en Ifema.
ResponderEliminarHombre, no todos llevan corbata; mira esa Greta que no lleva corbata para no pisársela. y al menos ella no clama en el desierto de este blog, como un servidor, sino entre altavoces más o menos complacientes, lo que algo mosquea
EliminarDiría que Greta, dejando a un lado que es joven y algo inexperta, cree un poco en la visión apocalíptica de la que te haces eco en tu último párrafo, ¿no?
EliminarAl paso que vamos, sí. Está este texto en tu línea de "ambientalismo con ecología sin ecologismo", seguramente me arrepentiré del nombre al poco de enviar este comentario. Aunque no creo que desaparezca la humanidad: hemos probado ser jodidamente resistentes a las condiciones adversas. Sobre la civilización y la cultura, pues sí, me temo que sí.
ResponderEliminarNo tengo la menor idea de que será de nosotros. En cuanto a la especie Homo sapiens apenas lleva dos cientos mil años de existencia, apenas un instante en términos de la historia de la vida en el planeta
ResponderEliminarGreta ha encontrado la gran misión de su vida desde muy joven, como las santas y los profetas
ResponderEliminarEs complicado. Por un lado, gente que vive en Suecia y otros países nórdicos declaran que allí con dieciséis años no te ven como a un niño, como aquí, y que no es raro ver a jóvenes declararse activistas. Por el otro, algunos piensan que está siendo explotada económicamente por sus padres, con trabajos en el mundo del espectáculo. En el siguiente artículo se nos cuenta que la hermana de Greta, Beata (sic), quiere ser activista feminista y ha publicado un disco.
EliminarMe gustaría aclarar, antes de enlazar el susodicho artículo, que no lo he leído entero y que no respondo de su calidad en cualquier caso. Sí creo que es bueno para hacerse una idea de que son una familia pintoresca.
https://www.elmundo.es/loc/celebrities/2019/11/30/5de00607fc6c83f4678b45cf.html
Me hiciste acordar a a un profesor: "mucho mas respeto cuando hablen de dinosaurios que se extinguen...ellos vivieron algunas decenas de millones de años...por ahora nos ganan de lejos"
ResponderEliminarNo hace falta remontarse tanto. Además los dinosaurios siguen existiendo: son las aves. Pero ahí tenemos los cocodrilos, más antiguos aún que los dinosaurios y aquí siguen. No obstante, yo prefiero ser un Homo recién llegado y quizás breve en términos evolutivos que un somnoliento cocodrilo.
EliminarYa que nombráis a los dinosaurios, muertos o vivos, puedo compartir esta tira.
Eliminarhttps://twitter.com/TinySnekComics/status/1199789820899291136?s=19
¿Quién maneja los hilos de Greta?
ResponderEliminarNo sé si alguien maneja los hilos de Greta o, como he dicho en un comentario anterior, se trata de una motivación endógena, una ansiedad una misión sagrada para ella. Lo que sí sé es que el Fórum Atómico, promotores de las centrales nuclearse, está encantado con esta chica, lo que no invalida las razones en contra del uso de combustibles fósiles, que al fin y al cabo supone quemar las acumulaciones reducidas de carbono de las biosferas del pasado y liberarlas a la atmósfera.
Eliminar