La
ciencia no es la única forma de conocimiento, pero sí la más exitosa; y no lo
es por su capacidad de responder preguntas tanto como por la capacidad de
formularse las adecuadas. Entre estas últimas no están las de si existe Dios o
si estamos aquí para algo distinto a vivir y morir. Los humanos no siempre nos
hacemos las preguntas adecuadas en nuestras vidas diarias; alguien se pregunta
por qué le ha abandonado la mujer a la que ama, pero no se pregunta por qué no
lo hizo antes, siendo como es él. Los analistas se preguntan por qué baja la
bolsa, pero pocas veces por qué sube.
El
genocidio perpetrado por Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial jamás
juzgado, el lanzamiento de bombas nucleares sobre poblaciones civiles en Japón,
provocó en Hiroshima una ruina total de la ciudad en un radio de kilómetro y
medio desde donde explotó Little Boy con un calor de 1500 grados y una intensa
radiación. Pero un eucalipto sobrevivió, y no fue el único, lo hicieron otros
ciento setenta más. Los japoneses los llaman hibakujumoku, árboles
supervivientes. Cada uno de ellos tiene una placa conmemorativa. Por qué
sobrevivieron, esa es la pregunta. Hace sesenta y seis millones de años un
meteorito, un asteroide de diez kilómetros de diámetro, impactó sobre la Tierra
en lo que hoy es el Yucatán mexicano. Su potencia fue la de mil millones de bombas como la de Hiroshima, y sí, claro, extinguió a los dinosaurios
tras el consiguiente invierno nuclear que ocultó la luz del sol durante siglos, pero… la
mayoría de las plantas y árboles de entonces sobrevivieron. ¿Por qué? Por
supuesto desaparecieron muchos bosques y especies vegetales, pero la mayoría de
las familias resistieron y en el breve espacio de un millón de años casi todo
volvió a ser lo que era; sin dinosaurios, salvo los pájaros, eso sí.
Si
entras en la sabana y matas a todos los animales (¿poniendo a unos cientos de Borbones a ello?), los rebaños de cebras,
gacelas y ñus, los leones y hienas, todo, pues desaparecen, pero si talas un
bosque este vuelve a crecer, aunque de formas distintas. Cuando talas algunas
especies de árboles, ellos no lo saben y siguen enviando agua y alimento desde
sus raíces, y muy a menudo el tocón vuelve a renacer, del suelo saldrán brotes
o germinarán semillas ocultas. También tras un incendio. O tras una inundación.
Puede
que desaparezca el tigre o el lobo. Incluso puede que desaparezca la selva del
Amazonas y las demás pluvisilvas ecuatoriales. Puede que desaparezca la mayor selva
del mundo: el bosque boreal de coníferas, la taiga, que se extiende desde
Escandinavia a Siberia, pero ¿desaparecerán los árboles, la hierba, los
matorrales, los líquenes, las algas, las bacterias y las cianofíceas, es decir,
el conjunto de los seres fotosintéticos que inician el girar sostenible de la
vida en la Tierra? ¿No es una presunción tonta la de ese ecologismo que clama
por salvar el planeta? ¿Y no es una presunción tonta el colocar a los animales,
tan dependientes de todo y en especial del resto de la biosfera por encima de los
humildes y resistentes vegetales? Una cosa sí está clara: los humanos no somos hibakujumokus. Nosotros sí necesitamos salvarnos, salvemos la humanidad de... los seres humanos, y de paso a muchos de los seres vivos que nos acompañan.
Hoy,
al salir de paseo, me ha alegrado el día un descubrimiento humilde. Entre las
grietas de unos ladrillos, en una calle atestada de automóviles, he visto las
diminutas flores y las bonitas hojas rastreras de la Cymbalaria muralis, la picardia o hierba de campanario, mi modesto y particular hibakujumoku en medio de la ciudad hostil . Ahí estaba, como si nada. Como si todo diría
yo.
No sé si has hecho un alegato ecologista o antiecologista. O no sé si es una presunción tonta plantearse este hecho.
ResponderEliminarEn cualquier caso, el texto tiene un aroma poético encantador. Sobre todo en la imagen de esos árboles japoneses resistiendo a la radiación. O en la -humilde- conclusión final.
Procuro contener al poeta pero no al niño que llevó dentro
EliminarHe hecho un alegato contra cierto ecologismo tosco y desinformado muy extendido
EliminarMe gusta mucho el tono. "el sereno paisaje de unos yuyos, en alguna cornisa abandonados" empezaba un poema que lei hace un tiempo.
ResponderEliminarChofer fantasma
Gracias
EliminarDe quien era el poema...
en amazonas,estudié mucho más botánica que zoología porque estaba clarísimo quién dependía más de quién. Otrosí, cuando lleguen los borbones a la sabana, las últimas en ser exterminadas -eso de extinción es un eufemismo barato- no serán las cucarachas -bichos urbanos- sino las hienas. Ya lo intuyeron los antiguos egipcios cuando se prepararon para la hecatombre haciendo paté de hiena
ResponderEliminarTú si que sabes, Pérez
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