Al igual que el Reino Unido y en particular Inglaterra se convirtió en un gran imperio una vez que se libró de los Estuardo, proclives al catolicismo y a la tiranía, Cataluña será una enorme nación, incluso constreñida entre el Ebro y los Pirineos y el Mediterráneo, cuando se libre de la ociosa rapiña de castellanos, extremeños y andaluces. El camino a la libertad, la democracia y el progreso quedaría así expedito. Marta Rovira estas navidades con un hacha no en busca de un abeto sino de cortar cabezas de todos los que no tengan siete apellidos catalanes o en su defecto alguna causa abierta en la Audiencia Nacional. Salvo si causan daños a los demás (lo que lamentablemente es
el caso), no deberíamos ser muy rigurosos con los ‘ensoñadores’. Los castillos
en el aire no precisan de cálculos de estructuras, cimientos ni análisis de
resistencia de materiales.
Si tiene algún defecto el mundo (no hablemos de la injusticia, que nada tiene que ver con él, sino con el poder de algunos hombres) es lo poco desconcertante que es, lo previsible, pese a lo que digan los pesados aficionados al turismo de descubrimiento; menos mal que los sueños, cuanto más absurdos mejor, compensan tanta banalidad. Si no fuera un sueño, qué bonito sería un mundo con un Oriol Junqueras apátrida errante, como Byron, que insultara a Cataluña por provinciana y butifarrera, pero que Cataluña no se sintiera insultada por él, sino orgullosa de su cosmopolitismo. La improbable desafección patriótica de un improbable Junqueras no sólo daría más variedad divertida a la vida, sino menos tedio y pesadez. Maldiciendo Cataluña, repudiándola, Junqueras seguro que ingresaba en el cuadro de honor de su nación, mientras que es dudoso que lo haga en la realidad de su papel de muñidor de separaciones. Los castillos en el aire no precisan de arquitectos pero tampoco pueden visitarse por los turistas y mucho menos convertirse en Paradores Nacionales.
Pero entiendo que estoy haciendo política ficción y de seguir así empezaré a pensar en una España que no hubiera tenido una Guerra Civil, donde los Borbones vivirían en Roma o en la vecina Estoril y serían representantes de perfumes y casas de moda y donde Cataluña ocuparía un sitio increíble, la esquina noreste, justo saliendo hacia Francia, en la única y verdadera República.
“Es cierto que la memoria desvirtúa, agranda y exagera, pero no es solo eso; también inventa para dar una apariencia de vivido e ido a aquello que el presente niega”.
Si tiene algún defecto el mundo (no hablemos de la injusticia, que nada tiene que ver con él, sino con el poder de algunos hombres) es lo poco desconcertante que es, lo previsible, pese a lo que digan los pesados aficionados al turismo de descubrimiento; menos mal que los sueños, cuanto más absurdos mejor, compensan tanta banalidad. Si no fuera un sueño, qué bonito sería un mundo con un Oriol Junqueras apátrida errante, como Byron, que insultara a Cataluña por provinciana y butifarrera, pero que Cataluña no se sintiera insultada por él, sino orgullosa de su cosmopolitismo. La improbable desafección patriótica de un improbable Junqueras no sólo daría más variedad divertida a la vida, sino menos tedio y pesadez. Maldiciendo Cataluña, repudiándola, Junqueras seguro que ingresaba en el cuadro de honor de su nación, mientras que es dudoso que lo haga en la realidad de su papel de muñidor de separaciones. Los castillos en el aire no precisan de arquitectos pero tampoco pueden visitarse por los turistas y mucho menos convertirse en Paradores Nacionales.
Pero entiendo que estoy haciendo política ficción y de seguir así empezaré a pensar en una España que no hubiera tenido una Guerra Civil, donde los Borbones vivirían en Roma o en la vecina Estoril y serían representantes de perfumes y casas de moda y donde Cataluña ocuparía un sitio increíble, la esquina noreste, justo saliendo hacia Francia, en la única y verdadera República.
“Es cierto que la memoria desvirtúa, agranda y exagera, pero no es solo eso; también inventa para dar una apariencia de vivido e ido a aquello que el presente niega”.
Un conocido de Internet, catalán residente en Singapur, casado con una nativa javanesa registrada como malaya y que habla seis o siete lenguas, mostró un día por Twitter una fotografía de uno de los libros capitales del tema nacionalista catalán. En la página que mostraba, el autor, extasiado, afirmaba que cuando Cataluña fuera independiente, no sólo sería del orbe entero, sino que además los reyes del mundo entero se inclinarían ante tan magna nación. La mejor comedia siempre es la involuntaria.
ResponderEliminarEsa muchcha que mencionas parece la ONU en día de sesiones
Eliminar¡Ay! Maldita puntuación, que me he descuidado: quien habla seis o siete lenguas es mi amigo. Si me hubiera referido a su esposa, seguramente habría prescindido de la copulativa "y". Así, pues:
Eliminar"Un conocido de Internet, catalán residente en Singapur, casado con una nativa javanesa registrada como malaya, y que habla seis o siete lenguas..."
Aunque su esposa quizás hable tres idiomas, en Singapur hay cuatro idiomas de uso y es funcionaria. Pero llevas razón, la madre de mi amigo es de familia italiana, vivió en ese país durante su infancia y casi fue víctima de un atentado por razones políticas. Si no yerro mi amigo habla español, catalán, italiano, inglés, griego moderno (de hecho fue traductor de este idioma en los dos primeros mencionados) y malayo, no todos con el mismo grado de fluidez.
Entendido, y casi es igual...
EliminarY aún como Paradores o como parques temáticos para turistas pueden llegar a funcionar los castillos en el aire: ahí tenemos el Barrio Gótico de Barcelona, cuidadosa y góticamente reconstruido a principios del S. XX, "para dar una apariencia de vivido e ido a aquello que el presente niega", como bien citas. Que la verdad es que, falso y todo, es bonito de pasear. Si el nacionalismo limitara sus ensoñaciones y sus actividades a ese género de castillos aéreos, hasta tendría cierta utilidad urbanística, aunque fuera cosmética y pastiche. Debidamente dosificados, los bailes regionales y las chirimías del pago natal tienen su encanto o, por lo menos, no molestan demasiado. Y así están entretenidos y no andan por los bares.
ResponderEliminarLo malo es cuando cree que en sus pastiches se puede meter a vivir la gente, y convencen a un par de millones de infelices no muy listos de que abandonen sus actuales viviendas, de un tosco y español pragmatismo, pero habitables, y se muden en masa al Castillo de la Cenicienta Catalana que les están construyendo ellos por Internet, en unos ratitos que han tenido. Entonces es cuando su patriótica ignorancia de la resistencia de materiales, las instalaciones de fontanería y otras vulgaridades hirientemente franquistas se convierten en actos tipificados en el Código Penal (ni sedición, ni leches: pura estafa) y no queda más remedio que meterlos en la cárcel.
Los fontaneros de castillos y paradores en el aire son de los peores, se empeñan en que las bajantes suban el agua y a la inversa
EliminarCreo que le leí a Pessoa que, en Portugal, los castillos en el aire son "castelos en Espanha".
EliminarLo lerías en Pessoa, pero, como pareces señalar, es una frase hecha en portugués
EliminarHay que ver un video que anda por ahí, con la preclara Rovira tratando de explicar a unos periodistas cómo se iba a financiar su Disneylandia, digo su Cataluña independiente: esos fontaneros de que hablas quedaban como expertos, a su lado. Pero ¿y lo feliz que son ella y sus forofos, jugando a los paisitos? Eso no tiene precio.
EliminarO mejor dicho, sí que lo tiene. Pero no importa, no lo pagan ellos.
Vamos a sugerir a los portugueses que a partir de ahora precisen más y hablen de castelos en Catalunha.
EliminarSi Junqueras es un soñador o constructor de castillos aéreos, la Rovira es, desde luego, su más aplicada discípula. Porque vaya con la niña ...
EliminarLo siento, no puedo resistirme a enlazar el vídeo de que os hablaba:
Eliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=iKaMoL0hL_w
Admiren ustedes el saber estar, lo suelto del ademán, la facilidad de palabra, las dotes de comunicación y liderazgo. Por no hablar de la claridad de ideas y de la profundidad de conocimientos. ¿Quién no querría formar parte de un país inventado y gobernado por esta mujer y por quienes la han puesto ahí? ¿Quién, que no haya sufrido treinta años de profunda abducción nacionalista?
Cuanto más lo veo, más me asombra lo que el amor a la patria puede hacer en las cabezas.