lunes, 28 de noviembre de 2016

Averiguar cómo va a ser el mundo




Cuando yo tenía veinte años todo era distinto; en 1970, en todo el mundo había 130 países, pero sólo 30 democracias liberales, la mayoría situadas en ese diminuto rincón noroccidental de Europa. Solo la India era el único país importante del Tercer Mundo comprometido en ese modelo hoy mucho más frecuente. Y en las décadas anteriores y posteriores solo la disuasión nuclear mantuvo esa opción, porque en realidad la envejecida y al parecer agotada democracia liberal se parecía más a un club exclusivo de viejos imperialistas. Sin embargo, tras la caída del muro de Berlín y la desintegración de la URSS, la democracia liberal salió del cubo de basura de la historia y venció en la Guerra Fría al planificado imperio soviético. El votante y el cliente, esos son los pilares de ese modelo. Un paquete liberal que implica individualismo, derechos humanos, democracia parlamentaria y libre mercado.


Hoy, en 2016, hay 193 naciones soberanas y no existen ni esos bloques ni esa alternativa socialista-imperialista. Las protestas como el 15 M en España o el Occupy Wall Street en Estados Unidos no tienen nada, absolutamente nada contra el modelo democrático; en todo caso, lo que exigen es que funcione más y mejor, al igual que con los derechos humanos, aunque no haya tanta unanimidad con el individualismo y el modelo económico (que tampoco encuentra alternativas, lo que se solicita es controlarlo), para el que se pide en todo caso que sea realmente libre en lugar de controlado y manipulado por las grandes empresas, demasiado grandes para quebrar. Se pide más democracia, más instituciones verdaderamente representativas al servicio de todos los ciudadanos y no de adinerados miembros de los lobbies. No hay modelo alternativo viable, estos movimientos no lo tienen, les llaman radicales o populistas, pero realmente son reformistas por mucha coleta (una costumbre europea del XVIII y XIX) que lleven.


Está China, claro, pero ¿qué modelo es el chino?, ¿socialista?, ¿de libre mercado?, ¿las dos cosas? Ni los chinos lo saben, aunque saben que no son una democracia y tampoco un país socialista en puridad. ¿Más modelos? Están los fundamentalistas islámicos, un movimiento retrogrado basado en la interpretación más rigorista de una religión del siglo VII, que ha perdido todo contacto real con el mundo en que vivimos. Aunque usan Internet y los móviles para sus atentados, siguen viviendo en la más profunda Edad Media.


Y la política ni es todo ni siempre es anticipo fiable del futuro. Porque a menudo, la historia la modelan pequeños grupos, de innovadores y visionarios que son los que miran al futuro, en tanto que las masas, sumidas en la incertidumbre, manipuladas, tienen la absoluta tendencia de hacerlo al pasado. La biotecnología, la Inteligencia Artificial, la brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, los privilegiados que podrán diseñar su propia descendencia para asegurarla seguir en la cúspide social, los algoritmos, las nuevas energías… ese mundo que nos espera será tan distinto o más que el actual con respecto al de mi juventud. Hace diez mil años, la mayoría de las personas eran cazadoras-recolectoras, pero un pequeño grupo se hizo campesino y sedentario, sólo unos pocos pioneros en Oriente Medio y otras localidades esparcidas por el planeta; a ellos les terminó perteneciendo el futuro. En 1850, más del 90 por ciento de los humanos eran campesinos y prácticamente nadie sabía nada de máquinas de vapor, uso del carbón, vías férreas o telégrafos. El destino de esos campesinos se forjó por un pequeño grupo de hombres en Manchester y Birmingham que transformaron la producción de alimentos, el transporte, los productos manufacturados, los vehículos, las armas y la forma de vivir.


Y a la vez, en 1881, un líder religioso se proclamó en Sudán el Mahdi (el Mesías), a la vez que Egipto intentaba modernizarlo con ayuda de la imperialista Gran Bretaña. Sudán hoy sigue sumida en el atraso. Por las mismas fechas, Dayananda Saraswati encabezó un movimiento de resurgimiento hindú basado en las escrituras védicas que nunca se equivocan (como el Corán, como La Biblia) y el papá Pio XIX promulgaba el principio de la infalibilidad del papa en asuntos de fe. En China, un fracasado académico, Hong Xiuquan, tuvo una serie de visiones en las que Dios le reveló que él era hermano menor de Jesucristo y le encomendó expulsar a los impíos manchúes que gobernaban China desde el siglo XVII y establecer en la Tierra el Gran y Pacífico Reino del Cielo (Taiping Tia-nguó), y a la vez Darwin publicaba El Origen de las especies. Millones de chinos se movilizaron, desesperados por las derrotas de las guerras del opio contra las potencias occidentales. Hong no les condujo a ese reino pacífico, sino a una guerra, la Rebelión de Taiping, que entre 1850 y 1864 causó al menos 20 millones de muertos; muchos más que las guerras napoleónicas anteriores o la contemporánea Guerra Civil de Estados Unidos y casi comparables a los de las dos Guerras Mundiales del siguiente siglo.


Marx, Lenin, Adam Smith, Darwin, tuvieron éxito allí donde Hong y el Mahdi fracasaron. ¿Por qué? El humanismo socialista intentó comprender mejor la realidad de su época, tanto económica, social como tecnológica. La electricidad y el vapor crearon problemas nuevos, así como oportunidades inéditas, los que miraban al pasado no vieron ni unos ni otras. Lenin definió el comunismo -es frase muy conocida- como “el poder de los soviets más la electrificación de todo el país”.


Ahora puede que sean las democracias liberales las que pierdan el tren de la historia, como ha pasado antes: unos inventan la píldora anticonceptiva y el papa no sabe qué hacer al respeto, salvo volver la vista atrás. La visión liberal del mundo de votantes y clientes puede que esté igualmente ciega, o girada hacia el pasado, mientras aumentan las técnicas en neurociencia de manipulación de las emociones (otro día os hablaré de las roborratas, y luego hablamos del libre albedrio y de los dispositivos no intrusivos llamados técnicamente “estimuladores transcraneales con corriente continua” en forma de casco).


O miramos hacia adelante o tropezaremos y nos quedaremos atrás, y creedme, los políticos sólo saben mirar alrededor y hacia atrás. Hay una bomba de tiempo y está en los laboratorios, no en los parlamentos ni en la Bolsas. Podemos tener una certeza, que será la genética, entre otras cosas, y no el islamismo radical, entre otras muchas cosas, la que diseñe nuestro futuro.


martes, 22 de noviembre de 2016

Héroes antiguos y modernos. el camino del cambio personal




Según la filosofía china del yin y el yang, el mundo se sostiene por la interacción de esas dos fuerzas opuestas. En el mundo físico se da unas veces y otras no, pero en el actual mundo humano esas fuerzas son el humanismo y la ciencia que han establecido entre ellas un contrato. Cada yang científico contiene en su interior un yin humanístico. El poder que proporciona el yang frente al juicio ético y el sentido del yin. La razón y la emoción, el laboratorio y el museo, la cadena de producción y el supermercado. La gente suele ver sólo el yang (la agricultura y ganadería de la que hablaba Vanbrugh en su comentario del post anterior) y por eso quizás imagina que el mundo actual es árido, científico, lógico y utilitario, materialista en definitiva, como el laboratorio o la fábrica. Pero como señala Noah Harari, el mundo es también un supermercado extravagante, e idealista, añado yo.

En realidad, nunca en la historia humana se han concedido tanta importancia a las emociones y los sentimientos y eso ha provocado el surgimiento de nuevas ‘industrias’ como la del ocio y el turismo o el arte. ¿Qué venden las agencias de viajes o los restaurantes de postín? ¿Billetes de avión y de hotel o comida guisada? No, nos venden experiencias nuevas, la palabra ‘emoción’ está en el vocabulario de cualquier chef pretencioso.

Las narraciones anteriores se basaban en el relato de acontecimientos, eran catálogos de hazañas heroicas, no de sentimientos; no hay nada de eso en las epopeyas grecolatinas o medievales. En cambio, las narraciones modernas de novelas y películas suelen girar en torno a los sentimientos. Lo que hace distantes a Aquiles, Lancelote o Roldán es su invariable condición de una pieza de caballeros intachables, sin que hubiera ningún proceso significativo de cambio interno, mientras vencían a ogros, mataban dragones o salvaban doncellas. Todas esas hazañas confirmaban su coraje, pero les enseñaban pocas cosas.
 
En cambio, los héroes modernos, desde el capitán Kirk de la nave Enterprise, pasando por el Tom Sawyer y el Huckelberry Finn mientras descienden por el Mississippi, o los motoristas de Easy Ryder (qué mal ha envejecido esa película que me indujo a comprarme mi primera Norton de segunda mano), todos van cambiando conforme avanzan en sus aventuras, que a veces transcurren sin aparentes incidencias en un solo día, como en el Ulises de Joyce. Tengo un ejemplo mejor, sin embargo, es una narración y sobre todo una película inadecuadamente considerada para público infantil, una de mis preferidas, El Mago de Oz.  Si los anteriores héroes eran prácticamente psicópatas o sociópatas de una pieza, los de El Mago también están bastante mal. Los amigos de Dorothy que siguen las baldosas amarillas huyendo y buscando a la bruja, presentan carencias agudas. El hombre de Hojalata confía en que El Mago, ese charlatán, le dé un corazón; el Espantapájaros quiere un cerebro y el León desea que se le conceda el valor que no tiene y se le supone. Descubren al final algo importante, que todo lo que piden ya estaba en ellos. No se precisan magos para obtener sensibilidad, sabiduría o valor. Sólo tenemos que seguir nuestro camino de baldosas amarillas, abriéndonos a las experiencias que encontremos.



Nuevamente surge la simple ecuación mencionada en un post anterior:


CONOCIMIENTO = EXPERIENCIAS X SENSIBILIDAD


lunes, 21 de noviembre de 2016

Vampiros y vampiros





“El moderno vampiro juega al golf/ y desayuna con un ordenador/ la vulgar dentellada/ ha quedado anticuada /Drácula no seas camp”. Las Madres del cordero Blues Band



Supongamos un valle con una cantidad de hierba definida. En él habita una población de conejos en un número determinado que a su vez alimenta a una población de zorros. Un modelo ecológico simple, lo que algunos profanos con gusto por la semántica a destiempo llamarían un ecosistema. Todos los años crece la misma cantidad aproximada de hierba, que sustenta a 10.000 conejos, entre ellos los hay tontos, lentos, enfermos o desafortunados que acaban en los estómagos de un centenar de zorros. Si un zorro es más listo, más ágil, más rápido que sus congéneres, capturará más conejos de lo habitual y condenará a pasar hambre y morir a otro zorro. Si todos los zorros capturan más conejos simultáneamente, la población conejil decaerá, y al año siguiente lo harán la de zorros y eso reequilibrará la de conejos que volverá aumentar. Aunque existan esas fluctuaciones ocasionales en dientes de sierra, se mantendrá un equilibrio y los zorros no podrán confiar en cazar, pongamos por caso, un 3 por ciento más de conejos cada año. 

Se trata de un juego de suma cero, el habitual en la naturaleza, que no incluye, en su simplicidad, otro factor, la cooperación y el hecho de que algunos organismos concedan, como en las sociedades humanas, préstamos. Los prestamistas más conocidos en la naturaleza son los murciélagos conocidos como vampiros (Desmodus rotundus). Congregada su población de miles en grutas, salen por la noche en busca de presas de sangre caliente a las que succionar su sangre. No todos los ejemplares de murciélago consiguen encontrar una presa dormida. Para reducir su incertidumbre alimentaria, los vampiros se prestan sangre. El vampiro que vuelve sin sangre le pedirá prestada una cantidad al que la ha conseguido. Los vampiros recuerdan  a quien prestaron y en qué cantidad y si vuelve con el estómago vacío, el antiguo beneficiario se la devolverá al prestamista.

A diferencia de los vampiros humanos, perdón, de los banqueros, los vampiros quirópteros nunca cargan intereses y les devuelven la misma cantidad prestada. Tampoco utilizan préstamos para financiar nuevos negocios o fomentar el crecimiento del mercado de la sangre. Puesto que la sangre no es producida por ellos sino por otros animales, no tienen manera de aumentar esa producción. El mercado de la sangre tiene sus altibajos, pero no puede presumir que en el 2017 habrá un 3 por ciento más de sangre que en 2016. Los vampiros, como los zorros, no creen en el crecimiento. Durante cientos de miles de años los humanos vivieron en condiciones similares a otros animales y tampoco creyeron en el crecimiento, aún les resulta difícil hacerlo. La fe actual en el crecimiento económico es una religión, útil como todas las religiones.

Nuestro zorro o vampiro es ahora una exitosa abogada ejecutiva bien pagada (250 euros la hora). Un día su anciana madre sufre una enfermedad incapacitante y ella empieza a ayudarla, a limpiar, a cocinar, a estar con ella. Comienza a salir más tarde hacia el trabajo por las mañanas y a llegar más pronto por las noches, al hacerse cargo personalmente de ella. Sus ingresos y la empresa para la que trabaja se resentirán indudablemente. Alternativamente, esta profesional podría contratar a una cuidadora latinoamericana por 25 euros la hora para que atendiera a su madre. Desde el punto de vista económico parece lo más razonable, porque incluso no sólo ella (y probablemente su madre), sino que la trabajadora latinoamericana se beneficiarían. ¿Cuál de las dos opciones es la correcta? No os apresuréis a contestar, el asunto tiene implicaciones no tan sencillas como sumar y restar.

Desde el punto de vista del crecimiento económico, indudablemente la segunda. Sin embargo, este asunto implica a la ética también. Una sociedad en la que unas personas se especializan en pleitos costosos y otras en cuidar ancianos implica que el crecimiento económico está por encima de los lazos familiares (no digo si eso es bueno o malo; o digo, depende). El capitalismo de libre mercado no sólo implica racionalización frente al objetivo del crecimiento, sino juicios éticos, ha cruzado la frontera reservada a menudo sólo a la religión.

El capitalismo rompió la regla del antiguo juego natural de suma cero de consumo y producción (términos de la antigua ecología y la agronomía tomados “prestados” por la economía) en el que el beneficio de uno implicaba la pérdida del otro, sino que tu beneficio es también mi beneficio, y ¡hala!, a crecer todos, que ya habrá reparto (o no). Este modelo sólo tiene dos problemas, que los principales generadores de beneficios se vuelvan ambiciosos y no repartan con el resto de la sociedad y uno más substancial aún, que es el del crecimiento indefinido en un mundo limitado y de recursos finitos, aunque de momento esa limitación es a menudo subsanada por la innovación tecnológica. De momento, ya me gustaría que los especuladores financieros se comportasen como verdaderos y honrados vampiros.


domingo, 20 de noviembre de 2016

Por qué la ciencia y la religión no son esencialmente incompatibles




Para un creyente tolerante de un ateo irredento; para Vanbrugh


Se suele afirmar que ciencia y religión son incompatibles. Yo no lo creo, más bien me resultan a menudo complementarias o al menos no excluyentes. La  proporción de científicos ateos es probablemente mayor que en la población general, pero eso yo creo que se debe a que su religión es la ciencia y en ese sentido son más profundamente religiosos que muchos que se confiesan como tales. Lo que entra en conflicto y muchos confunden son las explicaciones que la religión y la ciencia dan sobre el mundo. Es evidente que el relato del Génesis no es compatible con la evolución biológica, como no lo es el Éxodo con la historia de los pueblos judíos, egipcios babilónicos y persas, pero solo los fundamentalistas más empecinados son las únicas personas religiosas que pretenden que los textos sagrados suplanten a la ciencia.

La ciencia y la religión nos hablan de verdades distintas. Al igual que la Biblia no aporta conocimientos astronómicos, geológicos o biológicos, la ciencia no aporta sentido o valores a la vida humana. Por mucho experimento (¿y cuál?) que hagamos no hay método científico que demuestre que matar semejantes es malo.

En las épocas precientíficas, pongamos que en la Edad Media europea, cualquier dilema humano se resolvía de la siguiente forma:

CONOCIMIENTO = ESCRITURAS X LÓGICA.

Pongo x y no +, porque para los escolásticos medievales no se podía comprender la Biblia sin lógica. Si el valor de nuestra lógica es cero, aunque leamos entera la Biblia nuestro conocimiento seguirá siendo cero. Y por mucho que aplicásemos la lógica, sin recurrir al texto sagrado no obtendremos nada: cero. Si la fórmula empleara una suma, la implicación sería que alguien con mucha lógica y sin escrituras seguiría obteniendo conocimiento; cosa que yo considero razonable, pero no un individuo cristiano en la Edad Media.

Tras la revolución científica, la obtención de conocimiento varió a esta otra fórmula:

CONOCIMIENTO = DATOS EMPÍRICOS X MATEMÁTICAS

Hay que reunir datos relevantes por la observación y luego aplicar la "magia" matemática. Por ejemplo, un escolástico diría que la Tierra es plana, porque en Job 38:1 se dice que Dios “ocupe los extremos de la Tierra y eche fuera a los malvados”. Esto implica que la Tierra tiene extremos por lo que tiene que ser plana. Pero otro escolástico le replica que en Isaías 40:22 se afirma que “está Él sentado sobre el círculo de la Tierra", luego esta es redonda. Este tipo de discusiones escolásticas ocuparon las mentes de los casi únicos humanos leídos que eran los religiosos, y aplicaban la lógica, pero obviamente no producen ningún progreso real sobre la forma de la Tierra ni de ningún otro asunto físico.

Nuestro científico, en cambio, observa el Sol, la Luna y los planetas desde varias localidades repartidas por el mundo. Con todas esas observaciones, recurre a la trigonometría y deduce no sólo que la Tierra es una esfera, sino también la estructura del Sistema Solar y con los primeros telescopios fabricados, no digamos los posteriores orbitales, comprueba que es así.

Pero la ciencia no puede emitir juicios éticos (como mucho puede asesorarlos), como he señalado en el ejemplo del asesinato. Muchos hoy resuelven esa dificultad conciliando ambos aspectos, el método científico para conocer el mundo y la religión para tomar decisiones éticas. Y así ha sido durante mucho tiempo. Si ha habido encontronazos ha sido porque algunos religiosos pretendían de la religión cosas que no puede ofrecer. También algunos científicos, normalmente mediocres, pretendían que la ciencia desmontaba los supuestos de la religión, que no es el caso, pero sí lo que creen algunos ateos militantes como Dawkins.

Hoy en día ha surgido una nueva religión que en cierto modo tiene más fuerza que el cristianismo o el islam, esa religión es el humanismo, y puede ser tan verdadera o tan falsa como a las que sustituye, pero desde luego es más moderna, en el sentido de más reciente. El humanismo emplea la siguiente fórmula:

CONOCIMIENTO = EXPERIENCIAS X SENSIBILIDAD

Las experiencias son fenómenos subjetivos que incluyen como ingredientes no átomos o moléculas, sino sensaciones, emociones y pensamientos. La sensibilidad significa prestar atención a  esas emociones, sensaciones y pensamientos de las experiencias y, en segundo lugar, permitir que esas experiencias influyan en mí. Ambas se retroalimentan en un ciclo inacabable. No puedo experimentar nada si no tengo sensibilidad ni puedo desarrollar sensibilidad a menos que esté expuesto a experiencias. Por eso los niños se muestran con un egoísmo casi absoluto. Sólo madura con la larga práctica. Así el humanismo ve la vida como un proceso gradual de cambio interior que lleva desde la ignorancia infantil al esclarecimiento maduro a través de las experiencias, y en ese sentido se parece más a los misticismos que a las religiones regladas.

Es muy interesante el caso del ecologismo frente a la ecología, el primero es un movimiento sociopolítico y el segundo una ciencia, básicamente biológica, y ambos se confunden, primeramente por el objeto de su interés, llamémosle con ciertos reparos, la naturaleza, y ambos se confunden además porque en el idioma hegemónico, el inglés, sólo existe la palabra ‘ecology’ que vale tanto para unos como para otros, y por eso en inglés se llama al ecologismo, ‘political ecology’, y por eso en las abundantes malas traducciones al castellano se llaman ecologistas a los ecólogos. Lo que sucede es que los ecologistas han desarrollado un paradójico humanismo que coloca al ser humano en un contexto no dominante (ese sí enfrentado a la Escrituras), y en cierto modo ha colocado los bueyes delante del carro, es decir, la sensibilidad hacia la naturaleza delante y no como consecuencia muchas veces del conocimiento que permite valorar ese contexto. Esto no es una crítica a un movimiento social que considero extremadamente valioso, pero sí a sus aportaciones supuestamente científicas. Pretensión que es la misma que tenían los escolásticos hacia sus únicas lecturas de referencia.