lunes, 19 de febrero de 2018

Machotes, no hagáis el Telémaco (más sobre feminismo masculino)





En mi versión del Génesis, es decir, la que yo escribo o pudiera escribir si me diera por ahí, "Dios inventó el tifus, la antropofagia y el incesto y vio que era bueno". De igual forma, hay que ser obstinada e innecesariamente burra para inventarse lo de ‘portavoza’ y quedarse tan a gusto ante público, micrófonos y cámaras. Por mi parte, ni digo ni pienso decir nunca ‘todos y todas, ellos y ellas, niños y niñas, jueces y juezas, periodistos y periodistas’, sino que reivindico el uso epiceno de ‘todos, ellos, niños, jueces y periodistas’, como de leones o focas. Lo hago por respeto al idioma, no como desdén ni mucho menos por falta de respeto a las mujeres. A cambio, leo la Odisea entre otras cosas para comprobar que lo que milenios atrás era normal hoy sería bastante machista, aunque también magníficamente masculino y heroico. El caso es que en el primer canto del maravilloso poema, Penélope desciende de sus aposentos privados (el gineceo ha existido desde siempre en Occidente) a la gran sala del Palacio y se encuentra a un aedo que canta, para la multitud de gorrones y pretendientes, las vicisitudes que sufren los héroes griegos en su viaje de regreso al hogar. Lógicamente el tema la entristece, esperando como está a su marido Ulises, y le pide ante todos los presentes que elija otro más alegre. Entonces, inmediatamente, un muchacho recién salido del cascarón, Telémaco, hace callar a esa Penélope sagaz, vivida y madura, y aunque lo haga de forma educada (pero terminante), hay algo vagamente ridículo y vergonzante en este episodio para un lector de hoy: “Madre mía vete adentro de casa y ocúpate de tus labores propias, del telar y de la rueca… El relato estará a cargo de los hombres, y sobre todo al mío. Mío es, pues el gobierno de la casa” (Canto I, 325-364, traducción de Carlos García Gual). En aquellos tiempos, para hacerse hombre había que aprender a hacer callar a las mujeres. ¿Seguimos en las mismas?

Para el conjunto de las ideas convencional y mayoritariamente aceptadas en cualquier época, lo que se ha dado en llamar el pensamiento dominante, he usado en varias ocasiones la metáfora del tejido que tenemos sobre las cabezas, la trama que los genios de cada época rompen para ascender a un plano superior, lo que denominamos vagamente progreso, y por cuya grieta finalmente termina ascendiendo el resto de la sociedad. Están quienes ‘inventan’ la electricidad, o la luz eléctrica para ser más concreto, haciéndonos abandonar el impreciso encanto de sombras fluctuantes de esas otras iluminaciones primitivas de candiles, antorchas y velas, pero luego está el resto social que se instala normalmente con sorprendente seguridad, como un asunto de toda la vida, en ese nuevo mundo iluminado por bombillas y no por fuegos. Y eso es mucho más que un mero avance técnico, se cambian las reglas del juego de la vida de las gentes, desde el ocio al trabajo, desde la seguridad al ocultamiento. Y es solo un ejemplo. Mírese lo que han supuesto los móviles smartphones, ya nadie parece dispuesto a vivir sin ellos ni siquiera un ratito y es posible que en un futuro inmediato necesitemos lazarillos que conduzcan al resto de hipnotizados humanos pendientes de sus pantallas para que no se vayan chocando con sus semejantes o con esas farolas de  luz tan eléctrica. El caso es que los que desgarran esa trama son esos pocos genios que nos cambian la vida a todos, lo sepamos o no, el resto la masa amorfa (al menos respecto a eso) que atravesamos esa grieta/dimensión.

Si esto sucede con los avances técnicos no digamos en el ámbito de las ideas, de las estéticas y de las éticas, que revolucionan el mundo tanto o más que las innovaciones y los inventos técnicos. El primer tipo que advirtió la aberración de ser dueño de otros seres humanos y contribuyó a acabar con la esclavitud. Un caso más próximo en el tiempo, de nuestro tiempo es el del feminismo. Muchas de las mujeres que siguen rompiendo —para ascender a un plano superior, para progresar, no lo olvidemos— las patriarcales estructuras vigentes desde hace miles de años, aunque suavemente modificadas, han tenido madres sin esas posibilidades: de votar, de ser dueñas de su patrimonio, de viajar sin tutelas de maridos o padres, etcétera, un decisivo etcétera. Se suele llamar su techo de cristal, su habitación propia (Virginia Woolf dixit), asuntos que a los varones nos vienen dados de nacimiento y por nacimiento. Por supuesto, hay otras discriminaciones, entre pobres y ricos, sobre todo, pero si eres mujer del llamado tercer mundo, oscurita de piel y pobre, sales a la vida con un hándicap pesadísimo.

Bien. Mi idea es que por esos desgarrones penetran luego las avanzadillas de lo que será usual en el futuro, pero, inevitable y lamentablemente, en esa masa que se cuela por el agujero de la muralla no derribada pero perforada (nueva y misma metáfora que la de la malla de tejido o el techo de cristal) ya no penetran solo genios reflexivos, sino los siempre mucho más abundantes zopencos convertidos superficialmente que suelen ser los más vociferantes y menos dialogantes. Con el feminismo pasa. Por eso es tan gratificante escuchar (con los ojos, es decir, leyéndolas) a feministas tan sumamente inteligentes como la historiadora del mundo grecorromano, Mary Beard o como la excelsa escritora recientemente fallecida Ursula K. Le Guin, para compensar tanta zafiedad vociferante, que solo se hace buena porque su causa lo es, pero no demasiado a menudo por su forma y modos de argumentar. El fin nunca justifica los medios, sino al revés: son los medios empleados la condición necesaria aunque no suficiente (se precisa que el objetivo, el valor intrínseco del  fin también sea justo y válido). Así que cada vez que una feminista alza en exceso la voz y confunde masculino con machista pierdo interés en sus motivos, aunque creo compartir sus fines. Cada mujer liberada me libera a mí.

Existen infinidad de razones para adentrarse en la Odisea de Homero, y sería un crimen cultural si sólo la leyésemos para investigar las fuentes originarias de la misoginia occidental: es un poema que explora, entre otras muchas cosas, la naturaleza de la civilización y la “barbarie”, del regreso a casa, de la fidelidad y de la pertenencia. Aún así, la reprimenda que Telémaco lanza a su madre Penélope cuando esta se atreve a abrir la boca en público es un acto que todavía hoy, en el siglo XXI, se repite con demasiada frecuencia. “Por qué no te callas” le dijo un Borbón a un militarote venezolano. No me gustó oírlo, aunque en esta orilla del Atlántico muchos lo celebraron pese a que demuestra una pobreza de argumentos mayor que la del espadón.  Pero más me repugna cuando oigo a un varoncito inseguro y fanfarrón, sea marido, novio, pareja o lo que sea, eso mismo dirigido a una mujer, solo por serlo, sin más argumentos. Pero  también es cierto, creo, que feminismo inteligente debería ser una expresión redundante.

Mary Beard, septiembre de 2017 (Women & Power)
Ursula Le Guin: Contar es escuchar., 2017

16 comentarios:

  1. Es que los adelantos tecnológicos suelen estar hechos del modo más simple posible, a prueba de tontos. Para los adelantos éticos hace falta entender la teoría y eso ya cuesta más.

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    1. Desde luego. Imagínate que para encender la tele tuvieras que entender sus principios... o el microondas o ...

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  2. Se lo he reenviado a Marga, que lo ha leido y comparte el discurso. Yo también lo he leido y conocía la anécdota de Telémaco. Por casualidad, ahora estoy leyendo ls Iliada... No tiene desperdicio.

    Valeriano

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    1. Vale. Yo estoy ahora con Virgilio (Eneida, pero también las Geórgicas)

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  3. A veces cuesta trabajo mantener los principios feministas, vistas algunas de las consecuencias que algunas -y hasta algunos- de sus militantes pretenden sacar de ellos. Me he encontrado últimamente más de un caso de una de estas "consecuencias" espeluznantes: al parecer, según determinados planteamientos feministas, si eres varón no puedes llevarle la contraria a una mujer, no sé bien si solo en cuestiones que atañen al feminismo -versión soft- o en ninguna cuestión- versión hard-. Es uno de esos principios que se sustentan a sí mismos, porque, si lo cuestionas, ya estás llevándole la contraria a una mujer e incurriendo en hecho tipificado y condenable. Me parece un caso claro de "medio" que está a punto, a punto, si no de invalidar el fin al que sirve, sí de dejarlo gravemente tocado. Comprendo que lo de "feminazis" es un tópico machista, pero ante un planteamiento de este género, que erige en verdad indiscutible, con carácter previo, cualquier cosa que pueda decir alguien, solo en virtud de ser ese alguien quien es -o de pertenecer ese alguien al sexo al que pertenece- la verdad es que se hace difícil evitar la evocación del peor fascismo imaginable. Aún así, parece haber quien mantiene en serio esta aberración, y otras similares, y está convencido de no tener nada que ver con el fascismo.

    Ya digo, a veces es difícil mantener los principios feministas. La simpatía por alguno/a de sus seguidores no es ya difícil de mantener, es en muchos casos imposible.

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    1. No estoy de acuerdo.
      Verás, te pondré un ejemplo cercano,el mio: si no estás de acuerdo conmigo es porque odias a los biologos hijos de madre soltera, asi que lo tuyo no son argumentos sino prejuicios. Claro que si yo no eestoy de aacuerdo contigo... etc

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    2. Siento decirte que tu ejemplo te ha quedado democrático, conciliador y razonable al lado de lo que realmente y en serio dice esta gente a la que me refiero. Tú descalificas mis argumentos y te tomas la molestia de calificarlos de prejuicios; mejor o peor, razonas y me tienes en cuenta. Esta gente me descaifica a mí, directamente, es decir, a la mitad de la humanidad, y no le importa qué pueda decir, prejuicioso o no. Es algo del tipo "tú te callas, asientes y obedeces, porque eres varón".

      No te sale lo de ser fascista, chaval.

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    3. ¿ No me sale? Pues no pienso entrenar

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    4. No hay arranque, no hay estímulo, no hay espíritu... Así nos va.

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    5. No te quejes tanto. Vivimos en tiempos fascinantes: si quieres ser oído cambia de sexo, unos tijeretazos en el quirófano y voila

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    6. En realidad no me quejaba de los tiempos, que a mí me parecen también fascinantes, tanto al menos como vienen siéndolo todos para quienes los viven. Me quejaba de tu falta de arranque, de estímulo y de espíritu, que te impide entrenar-(-¿te? En mis tiempos "entrenarse" era un verbo reflexivo o transitivo, pero siempre requería un objeto explícito de entrenamiento) para que te salga decentemente lo de ser fascista.

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    7. Eso entendí, pero tú opérate.

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  4. "Portavoza" es obviamente absurdo, porque "voza" no significa nada. Por otro lado, cuando estás en el hospital, lo que sale de gritar es "enfermera", aunque acabes de ver en el cambio de turno que entra el "enfermero". Yo siempre que puedo, en los plurales, uso genéricos, que son más universales, como "todo el mundo" en lugar de "todas" o "todos" y, si hay mayoría de mujeres en una reunión, es decir, veinte a dos, por poner un caso, digo "todas", porque se ajusta más a la realidad. Las obras de arte pasadas, testimonios de una época que fue, nos recuerdan que avanzamos, lentamente. Together.

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía