viernes, 29 de noviembre de 2019

El “cambio climático” y la gente





Para Antonino y Teresa, queridos amigos y asiduos lectores desde las faldas de su hermosa sierra, que me reprochan cariñosamente que renueve poco este blog cada día más disminuido.





Primera observación. Se habrá notado que he entrecomillado la tan en boga expresión de “cambio climático”. No es por negar tal cambio ni por negar tampoco la responsabilidad de los humanos en ese fenómeno global. Simplemente, como la redundante expresión de medio ambiente, ya inevitablemente consolidada en nuestro idioma para traducir los más exactos, por ejemplo, environment, environnement y umwelt del inglés, francés y alemán, el clima es cambio a lo largo no solo de la historia del planeta sino también de la Historia de nuestra especie. El clima es esencialmente cambio, o por mejor decir cambios a escalas distintas y superpuestas: de año en año, cada cientos de años, cada miles y cada millones e incluso cientos de millones de años. Actualmente, por ejemplo pertinente, es presumible que vivimos al final de un periodo interglacial cálido al que sucederá una nueva glaciación fría, como las anteriores del periodo geológico actual, el cuaternario. Y así todo; en siglos pasados vivimos en otra pequeña Edad de Hielo, de rango menor que las glaciaciones, que coincidió con la peste negra que asoló Europa y guerras de cómo la de los cien años. Y un largo etcétera.



El clima es un sistema global con expresiones en, aparente paradoja, locales, que relaciona estrechamente elementos como la atmósfera, los océanos, la orografía, las masas continentales, la actividad de la biosfera y muy recientemente si lo comparamos con las extensiones temporales de las escalas geológicas, con las crecientes actividades humanas sobre ese sistema y el planeta. Más exacto sería hablar de calentamiento global, e incluso más precisamente, de incremento del efecto invernadero. Un efecto, no lo olvidemos que es el que permite la vida en la Tierra y la existencia, como condición previa, de temperaturas que permiten la presencia de enormes cantidades de agua en sus tres estados, líquido, gaseoso y sólido.



Pero resignémonos a ese uso unánime de la dichosa expresión puesto que con ella nos entendemos, aunque dificulte la precisión de los contenidos. El incremento del efecto invernadero se debe a la incorporación a nuestra atmósfera (el ‘cristal’ de ese invernadero planetario) de gases que retienen el calor proveniente de nuestro Sol. Un invernadero y también el invernadero de nuestra atmósfera, permite el paso de las radiaciones de onda corta, la luz solar, y retiene, impide escapar, a las radiaciones de onda larga, el calor. Esos gases, especialmente el vapor de agua (que forma las nubes), el CO2 y el metano han aumentado por efecto —ya nadie racional y bienintencionado lo duda— de las actividades humanas especialmente en los dos últimos siglos. La deforestación, la agricultura, las obras públicas, la extracción de recursos naturales y las actividades industriales y de transporte. Nuestras formas de vida, nuestros patrones económicos de consumo y de producción de residuos se han hecho incompatibles con el mantenimiento de un clima más estable. Y encima somos muchos, más de siete mil millones, y seguimos aumentando. Las previsiones demográficas más serias hablan de un umbral máximo de once mil millones antes de que la población humana deje de crecer y se estabilice; es decir, antes de que los índices de mortalidad y de natalidad se igualen, sin olvidar que además la esperanza de vida, la longevidad de las personas también se incrementa. Y su consumo, ahora veremos.



Parecería, por tanto, que el que seamos muchos y cada vez más, la “bomba demográfica”, es la causa de todo, su principal factor. Pero eso es una verdad a medias, inexacta por falta de matices. Hay tres P, como las llamó el ecólogo Edward Kormondy en los años setenta del siglo pasado, a considerar. Y sí: una es la P de población (Population), pero hay otras dos. La P de Pobreza (Poverty), entendida esta no sólo como la sociopolítica sino el empobrecimiento del capital natural, los recursos naturales, y la P de contaminación (Pollution), también entendida de forma extensa como la producción de residuos escasamente eliminables. La población, o su incremento, solo es relevante a nuestros efectos en su relación con las otras dos P. No es lo mismo el impacto que ejerce en el consumo de recursos y en la emisión de contaminantes y residuos un habitante de Mali o de Sri Lanka que un holandés o un estadounidense. Por tanto el dato esencial es la huella ecológica de las personas, o lo que es lo mismo: el consumo de recursos y la producción de residuos per cápita. Los que hablan de limitar la natalidad en los países pobres o como eufemística y optimistamente se les denomina “en vías de desarrollo”, que son los que más crecen demográficamente (luego veremos por qué), deberían ser consecuentes y hablar del control demográfico de alemanes y suecos, que no lo precisan porque están más equilibrados demográficamente, pero que son los que consumen más recursos y emiten y producen más residuos. Como se ve, una inconsecuencia, al menos en parte. Volveré a esto en entregas posteriores (espero). Pero es obvio: un ciudadano blanco, anglosajón y protestante de USA consume 400 veces más recursos y emite 400 veces más elementos indeseados que un malinés. En realidad hay que consumir menos recursos de todo tipo, y en especial de combustibles fósiles, y emitir menos contaminantes, conservando los subsistemas del planeta que absorben estos últimos, como la vegetación. Dicho todo esto con el pincel de trazo grueso del ecólogo global, no con el lápiz de punta fina de las soluciones concretas, ofreciendo, eso sí una matriz contextual, una malla donde situar esas acciones concretas.



Todo problema complejo, y el mal llamado cambio climático lo es en grado sumo, ofrece siempre la tentación de reclamar soluciones simples (en realidad simplistas), que siempre son falsas. El control demográfico o la limitación de emisiones de carbono a la atmósfera y cesar en la dependencia de la quema de combustibles fósiles no son soluciones falsas en sí, pero son simplistas en la medida que no se las relaciona entre sí y se omiten otras causas. Parece que hay evidencias, que si no se está ocultando, sí se están publicitando escasamente, como las de equipos de investigación solventes que hablan “también” del efecto en el calentamiento global de un incremento en la actividad solar (también sujeta a ciclos). Pero sobre todo hay que señalar que la ortodoxia económica ligara al crecimiento indefinido en un planeta finito no se pone en cuestión por razones no de lógica, ya que es obviamente ilógico, sino de intereses en no modificar nuestra forma de vida y de consumo. Y eso hay que decirlo bien alto: no resolveremos este enorme problema mientras no cambiemos radicalmente de modelos político económicos, lo que supone una revolución que dejaría todas las demás de nuestra historia como especie en simples algaradas. Y mientras no cambiemos nuestra forma personal y colectiva de habitar este planeta. Tenemos los instrumentos técnicos, científicos y culturales, pero no los económicos (reconciliando la economía, que como ciencia hegemónica hace trampas entre costes y beneficios, con la ecología) ni los políticos (de gobernanza, de equidad geopolítica, de ética personal y colectiva).



Y una última incorrección frecuente: ¡por favor!, el planeta no está en peligro, mira que somos egocéntricos o "especiecentrícos"; lo que está en peligro es nuestra propia existencia como especie con las actuales forma de vida y civilización global. Y a esa extinción o al menos drástica depauperación nos acompañan muchas otras especies emblemáticas, pero no las bacterias, no los mosquitos ni las ratas. Y el planeta se recuperará, como lo ha hecho en las cinco grandes crisis anteriores en los 4.200 millones de años de existencia del planeta Tierra. Nosotros, si no cambiamos drásticamente, no. Rotundamente no. La especie humana no es un parásito del planeta, como algún economista heterodoxo ha señalado con poca idea de lo que es el parasitismo biológicamente, pero somos una plaga actualmente, una plaga global, como los elefantes, tan nobles ellos, pueden serlo localmente.


El genial perro enterrado de las pinturas negras de Goya, una de mis cuadros favoritos. Para mí que el triste perro  a punto de ser enterrado por lo que antes le sostenía es una metáfora de nosotros.

12 comentarios:

  1. mas claro no canta un gallo. Lástima que no trascienda a ese Fitur con corbata que van a celebrar la semana que viene en Ifema.

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    1. Hombre, no todos llevan corbata; mira esa Greta que no lleva corbata para no pisársela. y al menos ella no clama en el desierto de este blog, como un servidor, sino entre altavoces más o menos complacientes, lo que algo mosquea

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    2. Diría que Greta, dejando a un lado que es joven y algo inexperta, cree un poco en la visión apocalíptica de la que te haces eco en tu último párrafo, ¿no?

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  2. Al paso que vamos, sí. Está este texto en tu línea de "ambientalismo con ecología sin ecologismo", seguramente me arrepentiré del nombre al poco de enviar este comentario. Aunque no creo que desaparezca la humanidad: hemos probado ser jodidamente resistentes a las condiciones adversas. Sobre la civilización y la cultura, pues sí, me temo que sí.

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  3. No tengo la menor idea de que será de nosotros. En cuanto a la especie Homo sapiens apenas lleva dos cientos mil años de existencia, apenas un instante en términos de la historia de la vida en el planeta

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  4. Greta ha encontrado la gran misión de su vida desde muy joven, como las santas y los profetas

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    1. Es complicado. Por un lado, gente que vive en Suecia y otros países nórdicos declaran que allí con dieciséis años no te ven como a un niño, como aquí, y que no es raro ver a jóvenes declararse activistas. Por el otro, algunos piensan que está siendo explotada económicamente por sus padres, con trabajos en el mundo del espectáculo. En el siguiente artículo se nos cuenta que la hermana de Greta, Beata (sic), quiere ser activista feminista y ha publicado un disco.

      Me gustaría aclarar, antes de enlazar el susodicho artículo, que no lo he leído entero y que no respondo de su calidad en cualquier caso. Sí creo que es bueno para hacerse una idea de que son una familia pintoresca.

      https://www.elmundo.es/loc/celebrities/2019/11/30/5de00607fc6c83f4678b45cf.html

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  5. Me hiciste acordar a a un profesor: "mucho mas respeto cuando hablen de dinosaurios que se extinguen...ellos vivieron algunas decenas de millones de años...por ahora nos ganan de lejos"

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    1. No hace falta remontarse tanto. Además los dinosaurios siguen existiendo: son las aves. Pero ahí tenemos los cocodrilos, más antiguos aún que los dinosaurios y aquí siguen. No obstante, yo prefiero ser un Homo recién llegado y quizás breve en términos evolutivos que un somnoliento cocodrilo.

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    2. Ya que nombráis a los dinosaurios, muertos o vivos, puedo compartir esta tira.
      https://twitter.com/TinySnekComics/status/1199789820899291136?s=19

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  6. Respuestas
    1. No sé si alguien maneja los hilos de Greta o, como he dicho en un comentario anterior, se trata de una motivación endógena, una ansiedad una misión sagrada para ella. Lo que sí sé es que el Fórum Atómico, promotores de las centrales nuclearse, está encantado con esta chica, lo que no invalida las razones en contra del uso de combustibles fósiles, que al fin y al cabo supone quemar las acumulaciones reducidas de carbono de las biosferas del pasado y liberarlas a la atmósfera.

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía