No creáis que hablo de Estados Unidos de América (del Norte), al menos no de toda, pero es
el hombre adecuado para dirigir una rancia organización de hace dos siglos que promueve la
supremacía de la raza blanca, la homofobia y el racismo. Lamentablemente, eso no sería desterrarle a
la marginalidad. A veces olvidamos que es una organización que llegó a tener
cinco millones de miembros. Así que si se lo propusiera podría haber sido el
jefe del Ku Klux Klan, aunque con el capirote no se le vería su flequillo
modelo pijo Queens.
Con
todos mis respetos para ese gran actor, Alec Baldwin, que yo creía que no lo
era tanto hasta verle parodiar a Trump. Pero Trump no precisa cabalmente de
caricaturas, él es su propia caricatura; o más genéricamente, es la caricatura
de un ser humano: xenófobo, racista, machista, ignorante, analfabeto funcional,
matón, populista… Qué fácil es indignarse con Trump. Tiene la ‘virtud’ de
hacernos parecer a cualquiera de nosotros mejor si nos comparamos con él. Fuego y furia, la famosa obviedad en
forma de libro sobre Trump, nos revela, como señala Rubén Amón, que este
tipo es exactamente lo que parece, no precisa de caricaturas, él es su propia
caricatura. Dice sin ningún empacho las cosas que piensa, si es que piensa lo
que dice y, si es que piensa, parece obvio que piensa cosas absolutamente
lamentables. Por eso es tan prolífico en Twiter y tan afín a ese sistema tan
cómodo y eficaz de verbalizar invectivas. Este mamarracho de absurdo
flequillo-peluquín responde a una lamentable estética que se corresponde
puntualmente a su lamentable ética.
Es
fácil arremeter contra Donald Trump, en dicho sentido, este post también es una
obviedad. Como su tocayo, el desagradable pato de los dibujos animados de
Disney, es un histérico, un sociópata ridículo pero peligroso. Sin embargo no
debemos olvidar que Trump ha sido perspicaz en dos aspectos relacionados
—no elogiemos, pero no ignoremos, a los hombres nefastos, desde Calígula a Kissinger—: ha sabido
estimular el voto de esa ‘América’ profunda, de ese Rust Belt ‘cinturón del
óxido’ donde se acumula su caladero de votos de la White Trash, ‘basura blanca’ (la elitista Clinton los ignoró, lo cual no es lo mismo que adularles, y fracasó).
Y como supremacista blanco, ha percibido claramente que, en cierto modo,
la “raza” blanca está (por fin) acabada, porque los ricos mandarán como
siempre, pero ahora ya son de todos los colores, sobre todo y últimamente
amarillos.
La
lógica difusa (en realidad ilógica) señalaría que como Trump es presidente de
una república eso es un argumento a favor de las monarquías. Y otros, igual de
burros, piensan, aquí (cerquita) y ahora, que reclamar una república, en las condiciones
que sean, es siempre progresista, democrático y legítimo. Ya
ven, con sólo algunos pasos he conseguido relacionar al sociópata Trump y a los
independentistas catalanes. Y es que tienen, como seres humanos que son, muchas
cosas en común, pero una es bastante relevante y a la vez coyuntural: ambos han
conseguido dividir a sus respectivos países en dos mitades bastante
irreconciliables.
Los
neoliberales, que no son liberales en el sentido USA, ni siquiera en el de Adam
Smith, es decir, los capitalistas duros literalmente sin escrúpulos, los que
matan y condenan a la miseria, afirman que la solución de cualquier problema de
cualquier nación es menos estado. Por ejemplo, y no pretendo exagerar, el
estado no debe procurar educación y sanidad de calidad, pero si algunos
organismos privados financieros entran en bancarrota habrá que rescatarlos con
el dinero de los impuestos de todos, y sobre todo del de esos pobres que no
reciben buena educación ni sanidad. En la ley del embudo, la parte ancha siempre
del lado del poderoso. Así, para los catalanes independentistas, como el mal es
lo que ellos llaman Estado español (aunque no tienen empacho en hablar de
Francia o Italia, pero España no, en su lugar el eufemismo franquista de estado
español) la solución será igualmente menos estado español, es decir, en buen
castellano sin eufemismos: menos España. Porque el catalán independentista no
es que ame más a Cataluña sino que odia más a España, así que menos es más,
como el lema del ecologismo austero; no es que quiera más independencia, sino
menos España y si desaparece, mejor. Trump por su parte desearía que
desapareciesen todos los que no se pueden incluir en lo que él considera su
grupo, la raza blanca, y en ese sentido es estrictamente un fascista.
Una comparación curiosa, considerando a mis conocidos norteamericanos (historiadora, economista, bibliotecaria, novelista, periodista y filóloga) que estos días se vienen para Cataluña, así, en grupo, a las montañas, a construir República y huyendo del filibusterismo.
ResponderEliminarHola SPB, cuánto tiempo. Sí, a mi también m parece curiosa la comparación entre Trump y los independentistas catalanes, y basada en principio tan sólo en esa capacidad de diciembre dividir a sus poblaciones en dos mitades. Y curioso me parece también que tus amigas —seguramente no votantes de Trump— huyan del filibusterismo de USA para instalarse en la Cataluña rural (¿neohippies?), porque aquí también van a encontrar obstruccionismo del mejor.
EliminarUna de las características de la derecha alternativa es ser en efecto una caricatura, a veces sin molestarse en disimular. Si dicen una burrada y no pasa nada, siguen adelante; si los critican, salen con que estaban bromeando y se ríen con una carcajada. Histrionismo al servicio de manipuladores profesionales que se aprovechan de la baja formación de los ignorados, en efecto.
ResponderEliminar¿Derecha alternativa? Supongo que en relación a la derecha... convencional. Por lo demás, de alternativa no tienen nada, más bien remiten a las peores décadas del siglo anterior e incluso más atrás
EliminarPor cierto, al hilo de los votantes ignorantes y los políticos nefastos. No sólo estos, me temo, son un merecido reflejo de aquellos, sino también a la inversa: sociedades expuestas largo tiempo a dictaduras (como la española) terminan adoptando comportamientos que las justifican en cierto modo, aceptando la violencia y la falta de libertades como algo casi normal. El daño moral circula en ambos sentidos retroalimentándose, de ahí la distancia de la sociedad danesa frente a la española o la catalana.
EliminarSe ha dado en llamar "alt-right" a los seguidores de Donald Trump y a todos esos chalados que se ponen dibujitos de niñas cruzadas con estilo de anime barato (tal cual lo cuento). Por lo general, coinciden ambos grupos.
EliminarY hacen el juego de palabras con 'all right' (todo va bien)
EliminarMe parece bastante verosímil la teoría que ha puesto en circulación no sé qué libro sobre Trump, probablemente ese que mencionas en el post, según la cual en realidad él no quería ser presidente, y se postuló como candidato solo como maniobra publicitaria sobre su figura y sus negocios, sin la menor expectativa de ganar. La victoria, de ser así, debió de suponerle una sorpresa más bien desagradable. Me encaja bastante bien con la caótica desgana con la que está ejerciendo el cargo, y con toda su postura llamémosle "ideológica": como bien señalas, el capitalismo salvaje que tan bien encarna este sujeto lo que desea es la menor cantidad posible de estado, ¿por qué entonces iba a querer asumir la máxima representación de una institución que notoriamente le estorba y le sobra?
ResponderEliminarEs curioso ver cómo la civilización, en el mejor sentido de esta palabra, se mueve peligrosamente entre dos extremos opuestos, el del estado totalitario y omnipresente y el de la ausencia absoluta de estado, sustituido por la ley de la selva. Y es difícil saber cuál de estos dos extremos, aparentemente tan distintos, resulta más peligroso y agobiante.
Es muy interesante tu reflexión sobre los dos extremos representados por el capitalismo más salvaje y el comunismo autoritario. Representa el viejo dilema entre justicia social y libertad, pero antes hay que definir bien ambos conceptos, porque el capitalismo solo procura libertad para los de "arriba" y el comunismo sólo proporciona justicia equiparando por abajo y dejando una elite (el aparato) al margen de esa mediocridad vital
EliminarSi, son dos extremos especularmente semejantes. El uno precinde de la justicia en nombre de la libertad, pero en realidad la procura solo para unos pocos, la mayoría de la gente se queda sin ambas. Y el otro prescinde de la libertad en nombre de la justicia, pero en la práctica reduce esta a un igualitario mal trato para la mayoría, que por tanto se ve asimismo privada de ambas cosas. Son dos caminos sumamente desgradables, cada uno a su manera, para alcanzar un mismo indeseable resultado.
EliminarY por si fuera poco y alineada a uno de esos extremos ahí tenemos la Internacional Nacionalista de los Trump, Putin, Orban, Kaczynski y, en pequeñito, Puigdemont y adláteres; que propugnan sociedades tan clautrofóbicamente cerradas como la de los viejos regímenes comunistas...
EliminarY no olvidemos a los euroescépticos británicos, con un tamaño intermedio, solo un poquito menos canijos que Puigdemont. Con sus manías específicas -cada uno tiene las suyas-, forman tanta parte de esta Internacional Nacionalista como el que más.
EliminarClaro, el cínico Nigel Farage, y la familia Le Pen... etc.
EliminarEl fenómeno Trump, más allá de la obvia caricatura como tú mismo señalas, creo que merece un análisis en profundidad. Intuyo –algunos datos o pseudodatos tengo– que hay bastante mar de fondo, que quizá el soez y repugnante comportamiento de ese tipo no es más que un show que oculta una lucha de intereses que poco tiene que ver con lo que sale en prensa. En todo caso, el tipo es un impresentable.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo. La reapertura de perforaciones de petróleo y gas en Alaska (suspendidas por Obama), la negación del cambio climático, los intentos de desmantelar el llamado Obamacare y bastantes cosas más deduncian los intereses de los grupos económicos que están detrás del payaso.
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