Todos
empezamos por amarnos a nosotros mismos con naturalidad y sin egolatrías
forzadas. Al principio no necesitamos vernos, nos tocamos. No hay más que contemplar como un bebe sano y saciado antes de
dormirse se agarra su propio pie y sonríe a la nada cuando aún no es ni
siquiera capaz de enfocar con precisión y ver. Más adelante viene la
fascinación por los espejos que nos devuelven una imagen cándidamente
satisfactoria; el niño se mira en el espejo sin especial vanidad y con la mera satisfacción
de reconocerse: ese soy yo y me gusto. Pero más tarde surge la obsesión por lo
perfecto, la comparación con otros y, en los casos más extremos, el odio a sí
mismo, incrementado por el paso devastador del tiempo. Calvos, gordos o poco
atléticos, acabamos resignándonos u odiándonos. Envejecer sabiamente es aceptarse. Pero quien no siente compasión
por uno mismo, y por tanto por los demás, olvida al niño que una vez jugó con
su propio pie. La tarea de destruir la autoestima, en un niño, en una pareja,
es una de las más irreparables maldades en que se puede incurrir. Habría menos
maldad en el mundo si hubiera más amor ¡Vaya obviedad!
—Quiero decir, más autoamor
—Esa
palabra no existe.
—Pues debería.
—Pues debería.
Además de los abusos, daños físicos, psicológicos y sevicias diversas entre el maltratador y su víctima, está la falta de sinceridad de aquel; por ejemplo, no se daría nunca este diálogo:
—Ya no te amo, déjame ir.
—Yo
a ti tampoco, por eso te mato.
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La
ciencia moderna, en especial la física avanzada, continuamente nos enfrenta al
concepto de realidad y a la posibilidad o a la imposibilidad de aprehenderla más o menos
intuitivamente. Paradojas cuánticas. Estrellas de neutrones, combates del
sistema inmunitario contra invasores ultramicroscópicos, radiaciones gammas,
flujos de magma… Todo lo que no conocemos, esa inmensidad es más la
realidad que lo mínimo y prosaico que nos sucede. O sea, que la realidad más
real (¿o más irreal?, quizás menos intuitiva, perceptible) es cosa de la
ciencia y de los que nos interesamos por ella, y la más subjetiva, más
intuitiva, la que creemos la única realidad la mayoría de los humanos, es menos
realidad en el fondo, pero nos duele y nos complace más. O es al revés: la realidad es lo que percibimos, bien poca cosa.
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De
la masa unánime, monótona, del tupido o laxo tejido de convencionalismos, de lo
comúnmente aceptado y aceptable en cada época, surgen unos pocos, siempre pocos
individuos que rompen esa trama y por esos huecos asoman y nos asoman a otras
percepciones, nos elevan, nos permiten ascender a otro plano, dejando atrás en inferior y su agujero; nos hacen avanzar, esos pocos, pero antes nos
provocan, nos escandalizan. Creo que una gran mayoría de los hombres que han
hecho progresar al mundo, sea lo que sea eso, sean quiénes sean ellos, Sócrates,
Descartes, Da Vinci, Voltaire, Rousseau, Darwin, Freud, Delacroix…, lo han
hecho provocando al resto de sus contemporáneos. Algunos con esa intención,
otros, quizás los más, inadvertidamente, como un efecto inevitable y tal vez
indeseado. De ahí no se deduce que provocar por provocar sea bueno per se. Ni
malo. De hecho, cuando el arte dejó de buscar la belleza para buscar la
provocación no pasó nada, salvo que el arte dejó de ser bello y, quizás, una
vez dejó de contrariarnos, empezó a ser aburrido.
Un hombre camina con el pene asomando por su bragueta abierta. Eso es más obsceno que un hombre caminando completamente desnudo. El hombre desnudo es viejo. Eso es más obsceno que si el hombre desnudo es joven y bien formado. El hombre que camina con la bragueta abierta y el pene asomando lo lleva erecto, ¿es eso más obsceno que si fuera en reposo? El hombre del pene asomando por su bragueta abierta va elegantemente vestido, o bien va harapiento, ¿qué es más obsceno? En principio no deseo ver inesperadamente el pene a nadie a quien no se lo haya pedido (y dudo que lo haga), y supongo que lo mismo le pasará a la mayoría, en eso reside la provocación.
Un hombre camina con el pene asomando por su bragueta abierta. Eso es más obsceno que un hombre caminando completamente desnudo. El hombre desnudo es viejo. Eso es más obsceno que si el hombre desnudo es joven y bien formado. El hombre que camina con la bragueta abierta y el pene asomando lo lleva erecto, ¿es eso más obsceno que si fuera en reposo? El hombre del pene asomando por su bragueta abierta va elegantemente vestido, o bien va harapiento, ¿qué es más obsceno? En principio no deseo ver inesperadamente el pene a nadie a quien no se lo haya pedido (y dudo que lo haga), y supongo que lo mismo le pasará a la mayoría, en eso reside la provocación.
Pero para mí es más obsceno el caso real de esos individuos haciéndose selfis con Arnaldo Otegui a pocos metros del Hipercor de la avenida Meridiana de Barcelona, donde explotó la bomba de ETA. Treinta kilos de amonal, cien litros de gasolina, escamas de jabón y pegamento, hasta doscientos kilos: un coche bomba, no una bragueta abierta, o sí, la bragueta abierta de los desalmados.
Concluyo que lo obsceno reside en lo subjetivo, pero compartido, y que reside en el ojo de los escandalizados más que en lo que nos escandaliza, que varía de un tiempo a otro, de un lugar a otro. Aquí los jóvenes, con todo el derecho se colocan feos (para mí) aros en la nariz. Estoy seguro que ignoran y quizás no les importa que esos mismos aros en ese mismo sitio de la cara, en la India les fuerzan a ponérselos a las adulteras.
Paso caminado rápido por la acera ante la puerta de una iglesia en plena salida de misa. Apenas me dejan pasar. Siento tentaciones de gritar “¡Paso a un ateo, joder!" Pero no lo hago por respeto, por no provocar gratuitamente. Demasiado a menudo siento vergüenza ajena porque otros no la sienten propia. La intención de provocar la marca el contexto. Si yo entro en plena iglesia en una misa y alzando un megáfono grito “¡Dios no existe!” —cosa de la que estoy convencido, pero eso es irrelevante para el caso—, eso es provocar. Pero si yo escribo, y lo estoy haciendo, eso mismo en este blog, eso no es provocación, que me lea el que quiera, me ampara mi libertad de expresión, o eso espero.
Por cierto, el hombre obsceno de mis primeros ejemplos, lo es, y provoca, porque se supone que los demás humanos (el contexto) vamos vestidos, pero en un campo nudista no hay tal obscenidad (bueno, sí, si va vestido, pero con la bragueta abierta).
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Bienvenidas las
recientes campañas y denuncias en aluvión contra los abusos sexuales a las
mujeres, pero no deberían convertirse en persecuciones sin réplica posible, sin posibilidad de alegaciones, sin matices, en arma de represalias injustas.
Ponerse de parte de las víctimas inocentes no puede implicar crear nuevas víctimas inocentes, varones falsamente acusados, aunque sean pocos. Condenamos sin medias tintas a los violadores y abusadores, pero eso no es una
patente de corso para perseguir a cualquier varón heterosexual, aunque sea
machista o micromachista como se dice ahora. Hay que educar antes de castigar.
En cualquier caso, convendría saber manejar la frontera entre machismo,
inaceptable, y masculinidad, inevitable y hasta agradable para muchas mujeres y
hasta hombres.
Hacía tiempo que no te leía una entrada multitema y ha estado muy bien.
ResponderEliminarEl verdadero problema de la provocación viene cuando dicha provocación es además molesta por razones prácticas. Hace tiempo vi a alguien listar todos los despropósitos de Santiago Calatrava, en el que se destacaba que los desaguisados de este señor salen adelante porque se definen como "proyecto artístico". Que un artista ponga en un museo una lata llena de su propia mierda podrá ser más o menos obsceno, admitiendo que la obscenidad tienen un cierto componente morboso y, por ende, personal, pero que la gente se rompa un hueso en un resbalón de cierto puente de Bilbao me parece mucho peor y una prueba objetiva del desastre del superarquitecto.
¡Cuidado! Que a ti, y a mí, por cierto, nos parezca una provocación los carísimos engendros de Calatrava —los hay hasta bonitos— no significa que sean eso, provocadores, prioritariamente (bueno, provocadores de lesiones esqueléticas, sí, pero no hablamos de eso). Lo que son es muestras inequívocas de falta de probidad profesional y de esnobismo elitista con relación al común de los peatones. Al uso al que deberían estar destinadas sus “geniales” creaciones.
EliminarEn cambio,supongo que la lata de mierda del artista si supone una provocación contra un concepto anterior del arte.
EliminarMe joroba estar casi siempre de acuerdo. Así no se puede discutir!
ResponderEliminarValeriano
Qué le voy a hacer. (culpa tuya)
EliminarA mi el triunfo del tiquismiquismo me recuerda a la inquisicion...
ResponderEliminarRocio
¿Qué haces que no estás en los carnavales de Cadiz, Rocío?
EliminarTe recuerda la inuisición, pero en lugar de tortura física y muerte en la hoguera hay destrucción de reputaciones y ostracismo. Sin embargo, en Los delitos y penas de Cesare Beccaria ya se decía que era preferible dejar escapar a cien culpables que castigar a un inocente. En fin, las masas, las tremendas masas, las de las redes sociales también, no han leído a Beccaria y son, como tú dices, inquisitoriales
Bastante de acuerdo. Añado un matiz: en ocasiones si no hubiese habido provocaciones nadie se hubiese cuestionado determinadas cosas y no habría habido"avances" sociales en contra de, por ejemplo, los prejuicios religiosos o la discriminación de las minorías o las"buenas" costumbres en general.
ResponderEliminarY yo estoy de acuerdo con tu comentario. De hecho lo digo en el post, aunque al parecer no de forma suficientemente explícita
EliminarCreo que el maltratador que no confiesa su desamor no es insincero. Cree estar diciendo la verdad. También lo creen algunas víctimas cuando dicen "él no es así", o "yo le sigo queriendo". No es un problema de insinceridad, es un terrible malentendimiento del amor, una mentira anterior a quienes la repiten.
ResponderEliminarDe la realidad, efectivamente, percibimos muy poquito, la escasa parte que queda a nuestro alcance y, encima, filtrada por nuestra específica capacidad de percibir. El problema es creer que ese poco que percibimos es toda la realidad que existe. Más o menos como si creyéramos que el mundo es ese cachito de él que vemos por nuestra ventana, difuminado a través de los visillos.
Como tantas otras cosas, la provocación es un efecto provechoso solo cuando es sobrevenida y no buscada, cuando se provoca sin querer y como resultado colateral de hacer otra cosa. Lo que personalmente no puedo aguantar es la provocación buscada como fin en sí misma y considerada como una virtud. Dicho de otro modo, a mí me provoca solo quien no pretende hacerlo. Los que buscan provocarme me aburren y me irritan.
¿De veras hay anormales que se hacen selfies con Otegui junto al Hipercor? ¿Y de veras se presta a ello el cabrón de Otegui?
De acuerdo con tus dos primeros párrafos/comentarios.
EliminarEl maltratador ama, de una forma tóxica, enfermiza, posesiva, pero ama.
Y efectivamente, no poseemos órganos de percepción ni sentidos para las realidad cuántica o incluso la relativista, la microscópica, Y la vista, el oído, etc son limitados en nuestra especie como entodas: la de radiaciones fuera del espectro visible (las abejas, p. ej. sí: "ven" el ultravioleta),o los sonidos ultrasónicos (de ahí su nombre, como sí los perros y otros animales) etc. Y lo malo es pensar que eso es todo lo que hay, algunos incluso ven menos de lo que hay y creen (se empeñan) que la tierra es plana, cuando observar a un barco desapareciendo en la línea del horizonte basta para convencernos de lo contrario.
A mí sí me molesta la provocación gratuita, y eso, supongo, es lo que pretende el provocador, así que, para no darle gusto y joderle, disimulo que no me afecta o bien le provoco yo a él. Lo que es fácil, porque los provocadores por oficio, que diría Caro Baroja, tienen la piel muy fina.
Lo de Otegui es aboslutamente cierto, creo, que puedes rastrearlo en Internet porque además sucedió hace poco.
Me quedo asombrado con esa obscenidad que cuentas, la de quienes se hacen "selfis con Arnaldo Otegui a pocos metros del Hipercor de la avenida Meridiana de Barcelona, donde explotó la bomba de ETA". A Otegui, que pertenecía a ETA, lo detuvieron pocos días después de ese horrible atentado y nunca se le ha relacionado con el mismo. Pero imagino que esos "detalles" son irrelevantes para los que encuentran una incomprensible -para mí- satisfacción morbosa en fotografiarse con un ex-etarra frente a una de las más monstruosas "hazañas" de esa organización. Desde luego, comparto tu opinión de que eso es muchísimo más obsceno que un tipo con el pene por fuera de la bragueta.
ResponderEliminar"Hazte un selfie con Otegi". Asi le recibieron al batasuno los independentistas como si fuera un rockero o un futbolista. Y lo acólitos se apresuraban.
EliminarPuedes sondear el asunto entre el 11 y el 14 del pasado sep. en la prensa, por ej:
http://www.abc.es/espana/catalunya/politica/abci-otegi-recibido-aplausos-y-selfies-diada-201709112039_noticia.html