"Un torbellino de fuerzas elementales me llevó a un reino de arrebatadoras delicias. Y vi como, bajo mis ardientes caricias, se le agitaba, más alta, más tempestuosamente que al presenciar la sangrienta lidia ibérica, su pecho de reina"(*)
Lo imagino, a estas alturas las pertinaces peripecias de
Carles Puigdemont os resultan ya tediosas. Sin embargo, deberíais reconocer que
tienen también algo de fascinantes, aunque se trate del mismo tipo de fascinación
que ejerce en cualquiera el olor de los pedos propios: vergonzante, pero cierta.
Por eso y como alivio os propongo un sencillo ejercicio de sustitución.
Veréis, no os lo voy a discutir, es indudablemente un tipo pesadísimo, para los que no somos nacionalistas (de ninguna nación, preciso) y hasta e incluso ya para sus propios partidarios. No obstante, os sugiero que reconozcáis su propia excepcionalidad a la par que su vulgaridad. Sí, os estoy diciendo que es un personaje —que no persona— excepcional a la vez que una figura muy común, que de algún modo personifica en sus ambigüedades y contradicciones la sociedad europea de principios del siglo XX (En seguida os lo explico, o me explico). Puigdemont engaña a todo el mundo (no todo el tiempo, claro, precisamente ese tiempo ya pasó incluso entre los ‘suyos’), pero también es víctima sorprendida de sus propios engaños, que llega a defender como si fueran el auténtico fundamento de su existencia. ¿No es algo encantador?
Bien, el ejercicio que os propongo es que sustituyáis este tiempo de comienzos del siglo XXI y este lugar, la esquina noreste del sur de Europa, por los comienzos del siglo pasado y la Centroeuropa de aquel momento. ¿Y Puigdemont? Bien, hay que sustituirlo por Félix Krull. Y ya que estamos, dejad de leer la rabiosa y aburrida actualidad para leer la novela de Thomas Mann, Confesiones del estafador Félix Krull (Bekenntnisse des Hochstaplers Felix Krull. Der Memoiren erster Teil .(1954) Su última novela y por cierto y para mayor verosimilitud y cercanía con la vida real: inacabada. En la senda de Cervantes, de Sterne y de Stendhal, probablemente la novela picaresca más lograda e importante del pasado siglo, pletórica de fina ironía que hay quien calificó de la novela más juvenil jamás escrita por un anciano.
Desconcertante, irónico, burlón, sagaz, divertido… ¿Quién, Puigdemont, Mann o Krull? Bueno, da igual. Puigdemont no es tan ambicioso como Mann; con menos talento y quizás consciente de ello, sólo aspiraba a conducir, con algo menos del cincuenta por ciento de aquiescencia, a su pueblo elegido a través del Mar Rojo del Estado español, pero, ay, se equivoco de libro y de siglo.
Veréis, no os lo voy a discutir, es indudablemente un tipo pesadísimo, para los que no somos nacionalistas (de ninguna nación, preciso) y hasta e incluso ya para sus propios partidarios. No obstante, os sugiero que reconozcáis su propia excepcionalidad a la par que su vulgaridad. Sí, os estoy diciendo que es un personaje —que no persona— excepcional a la vez que una figura muy común, que de algún modo personifica en sus ambigüedades y contradicciones la sociedad europea de principios del siglo XX (En seguida os lo explico, o me explico). Puigdemont engaña a todo el mundo (no todo el tiempo, claro, precisamente ese tiempo ya pasó incluso entre los ‘suyos’), pero también es víctima sorprendida de sus propios engaños, que llega a defender como si fueran el auténtico fundamento de su existencia. ¿No es algo encantador?
Bien, el ejercicio que os propongo es que sustituyáis este tiempo de comienzos del siglo XXI y este lugar, la esquina noreste del sur de Europa, por los comienzos del siglo pasado y la Centroeuropa de aquel momento. ¿Y Puigdemont? Bien, hay que sustituirlo por Félix Krull. Y ya que estamos, dejad de leer la rabiosa y aburrida actualidad para leer la novela de Thomas Mann, Confesiones del estafador Félix Krull (Bekenntnisse des Hochstaplers Felix Krull. Der Memoiren erster Teil .(1954) Su última novela y por cierto y para mayor verosimilitud y cercanía con la vida real: inacabada. En la senda de Cervantes, de Sterne y de Stendhal, probablemente la novela picaresca más lograda e importante del pasado siglo, pletórica de fina ironía que hay quien calificó de la novela más juvenil jamás escrita por un anciano.
Desconcertante, irónico, burlón, sagaz, divertido… ¿Quién, Puigdemont, Mann o Krull? Bueno, da igual. Puigdemont no es tan ambicioso como Mann; con menos talento y quizás consciente de ello, sólo aspiraba a conducir, con algo menos del cincuenta por ciento de aquiescencia, a su pueblo elegido a través del Mar Rojo del Estado español, pero, ay, se equivoco de libro y de siglo.
—¿Y qué hace mi viejo amigo, su tío Schimmelpreester?(**)
—Perdón, señor director general —le dije—; no es mi tío, sino mi padrino, lo que casi quiere decir más.
(*) Último párrafo de la susodicha novela. Traducción de
Alberto Luis Bixio
(**) En
alemán, literalmente sacerdote del moho, de lo cutre
En El Jueves, creo, han comparado a Puigdemont con un personaje clásico de tebeo de Bruguera que huye en la última viñeta del desastre que ha provocado en las anteriores. A mí, por similitud fonética, se me hace parecido a Poochie, el perro que aparecía en cierto capítulo de Los Simpson para criticar a los personajes "graciosos" de ciertas series que no lo son. En cualquier caso, es un monigote.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=Q3u-23KyA5s
El mentiroso perfecto es el que se termina creyendo sus propias mentiras
EliminarMira que he leído casi todo Mann, pero desconocía esta última novela que citas. Me la apunto, en mi afán de ser feliz y un poquito más sabio ...
ResponderEliminarMi edición -ya antigua- es de la editorial EDHASA con una buena tarducción
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