Jamás
verás un pájaro en la rama de un árbol con un serrucho en la mano. En primer
lugar los pájaros no tienen manos, esos exclusivamente humanos cuartos
segmentos de las extremidades delanteras o torácicas, pero se consideran manos
también las que son parecidas y "homólogas", como las del resto de
primates. Los pájaros tienen además los dedos delanteros transformados en el
armazón para la emplumada superficie de sus alas, como el diseño de un ingenio
volador de Da Vinci, y los de atrás los usan para dar ridículos saltitos por el
suelo o para sujetarse en las ramas. Así que, en todo caso, y no hay caso, sus
manos estarían en las patas traseras, no en las delanteras. Y tampoco los verás
con un serrucho en sus inexistentes manos cuando están posados en su rama porque
son prácticos y a su modo listos y no van a hacer esa tontería de dibujo
animado para acabar en el suelo (aunque durante la caída podrían echarse a
volar a la vez que sueltan el serrucho que por otra parte nunca habrían podido
sujetar).
Cortar
la rama sobre la que uno está sentado sólo está al alcance de idiotas como los
humanos, frutos excelsos de una evolución que nos ha provisto de pulgares
oponibles que forman pinzas de precisión para manipulaciones delicadas, como
las operaciones a corazón abierto, o toscas (e idiotas), como serrar la rama en
la que se está sentado, y un cerebro con las suficientes
conexiones y aspecto de rugosa nuez (circunvoluciones) capaz de diseñar a su
vez un serrucho y hasta un microondas o un láser para laparoscopias a corazón abierto (en esto caso no hace falta abrirlo tanto como antes). Volviendo a la imposible mano o pata que
no sujeta el serrucho, las aves suelen tener sólo cuatro dedos, tres hacia
adelante y uno, por lo común más largo, hacia atrás. De niño yo tuve un alegre
y simpático canario cantor con una malformación que le hacía tener todos los dedos
hacia atrás; Garrucha se llamaba y daban ganas de regalarle unas muletas
chicas, pero él era feliz con su minusvalía y hacía felices a mi madre y a mi
abuela oyéndole cantar mientras cosían. Ese cuarto dedo opuesto a los otros
tres les sirve naturalmente para agarrarse a las ramas formando una abrazadera.
Pero lo verdaderamente fascinante es la conformación de sus tendones y músculos
asociados, que permanecen relajados cuando se cierran en torno a la ramita y
sólo ejercen esfuerzo o presión muscular cuando se abren, de modo que pueden
quedarse dormidos agarrados a la rama por tiempo indefinido, sin esfuerzo,
mientras que nuestro mucho más ilustre (a nuestros ojos) pulgar oponible, debe
hacer el esfuerzo de cerrarse y desde luego si nos quedamos agarrados a una
rama y nos relajamos, no digo ya si nos dormimos, nos caeremos al suelo sin
necesidad de hacer esa tontería de serrar la rama en la que estamos, etcétera.
Al
final no sé si la naturaleza es tan sabía como proclaman algunos que no suelen
saber mucho de ella. Lo cierto es que los pajaritos tienen alas pero no tienen
serruchos y nosotros al revés, de modo y manera que unos y otros tenemos lo que
tenemos y hay que conformarse, menos Leonardo que dejó malheridos a varios
sirvientes en sus pruebas e intentos de vuelo. El dedo dirigido hacia atrás de
los pajaritos, que sólo tienen otros tres, en total cuatro, y el pulgar de
nuestros cinco dedos, es el mismo contándolos desde dentro hacia afuera en postura
cuadrúpeda: el dedo uno o primero. Es lo que en anatomía comparada se llama una homología
en contraposición a las analogías, como las aletas de los peces y las de las
focas, o las alas de los insectos y las de las aves. En cambio los pterosaurios
del jurásico, esos reptiles voladores que no eran evolutiva, filogenética o
taxonómicamente dinosaurios, volaban gracias a sus largas membranas (nuevamente
la naturaleza imitando al arte y plagiando al bueno de Da Vinci, pero cientos
de millones de años antes que él sabio italiano), como los murciélagos,
tendidas gracias a la enorme hipertrofia de su cuarto que no primer dedo, por
lo que a pesar de todo estamos ante una homología en cuanto a la
"mano", si la consideramos al completo, de las alas de aves y las
manos humanas, pero una analogía si consideramos sólo y
propiamente el dedo implicado. Así son las cosas, y si parecen complicadas se
debe, de un lado, a la tendencia al barroquismo de la evolución, que no diseña
nada a priori sino que reutiliza lo que tiene a mano como un mecánico o un
inventor loco, convirtiendo, si lo precisa, una lata vacía de tomate en un
carburador y la tapa del delco en nuestras capsulas suprarrenales, y de otro, a
que yo no me sé explicar bien. Por eso el llamado ‘diseño inteligente’ fruto de
mentes que no lo son mucho, sino más bien fanáticas, los creacionistas que
niegan a la evolución, incurren en dos falsedades por el precio de una: negar
la evolución y afirmar que en sustitución de ese sistema de prueba y error lo
que hay es unos planos previos, unos diseños divinos, concebidos desde el
principio de los tiempos. Al igual que los fanáticos religiosos han creado a
Dios a su imagen y semejanza, y no a la inversa, han concebido el resultado de
la evolución como si se tratase de fabricar serruchos o microondas. Tan poco
elegante como serrar la rama en que uno está sentado, que también puede ser una
metáfora muy visual de algunas actuaciones humanas que comprometen el futuro.
Otro día podría hablar del falso pulgar del panda,
creado a partir de un huesecillo de su muñeca y que le permite asir con
destreza y hasta ansia el bambú (en realidad, bambúes, porque hay decenas de
especies distintas de este grupo de robustas gramíneas que el panda va
consumiendo conforme entran en sazón según se asciende por las laderas de las
montañas y avanzan las estaciones) del que se alimenta en exclusiva. Dieta
monótona pero que le asegura el monopolio frente a posibles competidores:
especialización frente a generalización. El caso es que los pandas no se privan
de nada y tienen seis dedos. Es un caso único en la evolución. El resto de
vertebrados partimos de los cinco dedos de los primeros tetrápodos terrestres,
como las ranitas cuyas manos tanto se parecen a las nuestras; algunos los
conservamos, otros los van perdiendo, como los carnívoros o los herbívoros,
hasta llegar a los caballos que sólo se quedan con uno. Pero los pandas le
añaden un dedo a sus cinco. ¿Diseño inteligente? No, prueba y error. Hasta
acertar… de momento.
"Así son las cosas, y si parecen complicadas se debe, de un lado, a la tendencia al barroquismo de la evolución, que no diseña nada a priori sino que reutiliza lo que tiene a mano como un mecánico o un inventor loco."
ResponderEliminarNunca habia entendido la evolucion obrando como un artista posmoderno
Lo que no actua es como un retratista : teniendo en cuenta el resultado final. Ese es el mayor error, la evolución no es finalista (ortogénesis)
EliminarEs el mayor error y el más común. Es habitual oir que el cuello de las jirafas es "para" alcanzar las hojas de los árboles o las manchas del tigre "para" camuflarse en la hojarasca... como si "alguien" hubiera previsto los fines y dispuesto los medios para alcanzarlos. Es solo un modo de hablar, de acuerdo, pero un modo de hablar equívoco y peligroso, que pervierte inevitablemente, en la cabeza de quien lo usa y de quien lo oye, el verdadero mecanismo, azaroso y ciego, de la evolución. No es extraño que, acostumbrados a "contarnos" así lo que en realidad no es así como sucede, surjan teorías delirantes como la del "diseño inteligente", o ese vagoroso "principio antrópico", que pretenden explicar las causas por las consecuencias y son en realidad enormes perogrulladas, a las que solo su descomunal tamaño impide aparecer como las simples perogrulladas que son.
EliminarComo pasa en todo, la teoría de Darwin, perfectamente vigente con multitud de retoques, se ha malinterpretado, como la de Adam Smith para el liberalismo, la de Marx para el marxismo o la que tú mencionas sin mencionarla, la de Lamarck y el lamarquismo. En una época, tanto la de Darwin como la anterior de Lamarck, en que no se conocían los principios de la genética, pensar en la herencia de caracteres adquiridos resultaba muy coherente, incompatible con la evidencia empírica (puedes dedicar toda tu vida a cortar la cola a los ratones de laboratorio y cruzarlos después que no te van a nacer ratones sin cola) pero no con la visión de la naturaleza diacrónicamente, la idea de que la función crea el órgano, o sea, la función de alcanzar las ramas de los árboles crea el cuelo largo, porque la inversa, un cuello largo permite entonces alcanzar esas ramas, parece menos obvia. Curiosamente, la epigenética ha venido a demostrar que cierto lamarquismo matizado y limitado sí se da.
EliminarLo de la epigenética la verdad es que no acabo yo de pillarlo. No sé dónde se coloca en el orden general del asunto...
EliminarPrometo un post resumiendo lo (poco que se de eso
EliminarPero los pájaros sí son "dinosaurios", ¿no? Taxonómicamente hablando.
ResponderEliminarPor ahí habré leído que la mejor prueba en contra del diseño inteligente está en el hecho de que, aunque el ojo humano no esté nada mal, el ojo de algunas especies de pulpo es magnífico: carece de punto ciego, puede seleccionar los conos con el que ver los colores y otras cualidades. ¡Ya le vale al diseñador inteligente! Será un pulpo...
Diría, Chofer fantasma, que la mayoría de artistas han reutilizado lo que tenían a mano. Véanse esos cuadros que un barrido de rayos X revela que hubo varios cambios durante su creación.
Sí. Las aves son sauristiaquios, un gran grupo de dinosaurios y también con el ojo de los pulpos y otras capacidades de esos fascinantes bichos
Eliminar