A todos los letraheridos que, por insospechadas razones que se me escapan, siguen frecuentando este blog y a Juancar donde quiera que esté
Mi amigo Juancar era con diferencia el niño más listo del colegio. No el que sacaba las mejores notas, ese era lamentablemente yo en alternancia con un repipi e insufrible empollón que sólo me inspiraba desprecio, sino el más inteligente, o si se quiere el más intuitivo, el más certero, el más poeta. Eso le acarreaba continuos problemas con los compañeros, que se metían con él por el simple hecho de destacar, sobresalir, ser gloriosamente diferente y además negarse a agacharse a su altura. Era como la oveja negra del cuento de Monterroso que por serlo es ajusticiada por la multitud de ovejas blancas y a la que luego le erigen un monumento en apesadumbrada compensación. La conclusión de Monterroso es demoledora; los linchamientos de ovejas negras tienen inesperados efectos benéficos: estimulan las artes, en especial la escultura. Yo era probablemente el segundo más listo del colegio, pero sólo porque era de los pocos sino el único que reconocía el talento de mi amigo. Y de los más leales, porque no estaba dispuesto a dejar que le lincharan con la improbable promesa en el horizonte de que más tarde le elevaran un mausoleo. No estaba dispuesto a permitir esa inmolación a cambio de improbables reconocimientos futuros. Le defendía en el patio, porque los patios de colegios son auténticos campos de batalla donde se reafirman los abusones y se miden los valientes, que nunca son aquellos. Le defendía por que le amaba y porque él me defendía a mí de tanta infancia guerrera tosca y básica (a mí me iban ambos mundos, el guerrero y el artístico, y me sigue pasando).
Comprobé muchas veces que Juancar era un genio destinado al fracaso, como tantos otros genios, cuando vi que en los momentos más álgidos de las películas de miedo no se tapaba los ojos, como todos los demás, sino los oídos. Ahora cualquier cinéfilo sabe que lo que da más miedo en una película de terror es la banda sonora y que exhibir al monstruo es menos pavoroso que insinuar que está por ahí sin mostrarlo. Basta que el protagonista camine mirado atrás para que temamos con absoluta certeza que es delante donde va a surgir el peligro ya anunciado por un siniestro crescendo de la banda musical.
Juancar y yo hablábamos mucho de los libros que leíamos y nos gustaban. Otra rareza en el ámbito belicista de nuestro colegio. Teníamos los mismos gustos y nos descubríamos mutuamente los autores y personajes favoritos. Yo además le contaba mis sueños que luego él me ayudaba a poner en orden para que los redactara. Sin saberlo repetíamos los orígenes de la literatura occidental: de los mitos de los sueños a la literatura oral y de está, pasando por el bardo, a la literatura escrita, que ya no confía en la memoria para perdurar. Mi inmerecida fama de hacer las mejores redacciones de mi clase se la debía a Juancar, como tantas otras cosas.
Hace poco volví a soñar con un asunto literario. Desgraciadamente era una pesadilla y ya no contaba con Juancar para poner orden en el relato. Soñé que Borges resucitaba y naturalmente volvía a escribir con gran éxito de crítica y público. ¿Que por qué era una pesadilla? Bueno, es que escribía exactamente igual que Paulo Coelho, unas veces, y otras como Dan Brown, el de El código da Vinci, y yo deseaba fervientemente que se volviera a morir, que no hubiera resucitado, que regresara al panteón de los ilustres, de una posteridad que no equivoca sus sanciones y abandonara el de la fama terrenal y temporal. Incluso estaba dispuesto a matarle yo mismo y pasar a la historia nada menos como el asesino de Borges, sin que nadie comprendiera las buenas intenciones que me animaban a cometer tal crimen que no eran otras que el amor a la literatura y naturalmente mi incondicional amor a Borges, al que finalmente maté en el sueño porque le amaba, porque era mío, como esos conyugues que aseguran que matan a sus parejas por ese mismo motivo y dicen la verdad, matan porque aman, aunque aman muy mal.
Conseguí escapar de ese sueño sin despertarme a cambio de seguir soñando y en mi nueva pesadilla, sin salir de la temática literaria, Donald Trump era nombrado presidente del Pen Club internacional y le entregaban el premio Nobel de literatura que nunca le concedieron a Borges, en reñida disputa con Dan Brown y Paulo Coelho. Se lo concedían por el conjunto airado, hondamente sentido, visceralmente emotivo y francamente frenético de sus twiters, exactamente igual, afirmaron los miembros cabrones de ese jurado sueco, que se lo concedieron a Bob Dylan por sus canciones, aunque los poemas de Dylan y los exabruptos de Trump no suenan ni parecidos, pero si alguna virtud tiene el tribunal sueco del Nobel de Literatura, que siempre ha olvidado a más grandes que los que ha premiado, es su eclecticismo de grandes almacenes, colocando el sucedáneo de mantequilla junto al caviar.
De todas formas la sentencia más drástica contra los Dan Brown, los Paulos Coelho y los promocionados por los negociantes de la literatura es del propio Borges: "Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón". Pero para entonces estaremos todos muertos, maestro. Como mi amigo Juancar, que tropezaba con sus propios pies, odiaba los balones y amaba las rimas, tenía las rodillas huesudas, el cuello largo y la cabeza, por dentro y por fuera, de un juglar ágrafo.
Epilogo
Tengo muchas preguntas y pocas respuestas, pero una cosa
tengo clara, si el capitalismo se hubiera inventado en el Paleolítico los
mamuts se hubieran extinguido mucho antes y nosotros, probablemente, no
estaríamos aquí, viendo cine, escuchando música, leyendo libros, viajando en
avión y en tren. Inventando el capitalismo, acrecentándolo, matando nuestro
futuro a base de convertir todo en un negocio, quizás estemos muriendo de
éxito, porque el éxito siempre se reparte muy mal, pero el fracaso es mucho más
equitativo cuando es total. Por amor a la literatura asesiné a Borges, uno de sus más excelsos exponentes, y dejé chiquita la hazaña de ese shakespeariano
actor decimonónico, John Wilkes
Booth, que asesinó al presidente Lincoln en el teatro Ford de
Washington D.C. Booth mató por amor a su patria (un agravante) y comprobó que la muerte de Lincoln no paralizaba la
administración pública de la Union ni cambiaba el curso de una guerra que los Estados Confederados estaban ya a punto de perder. Yo tampoco he conseguido con mi paradójico y amoroso asesinato de Borges cambiar el actual ambiente literario. Cuando desperté, como el dinosaurio del dichoso y brevísimo relato del hondureño, la maldición de los amantes de la literatura seguía ahí. Seguía
confundiéndose el negocio de la venta de libros con la literatura, seguían engañando
al vulnerable aficionado con los exagerados paratextos de solapas y fajas y
promociones y márquetin y seguirán interponiéndose en el sagrado vínculo entre
el escritor y el lector, o sea, entre Borges y yo, o bien, entre yo y vosotros,
mis improbables lectores. Ambas partes miembros de un proletariado emocional
desmantelado por el inexorable mercado, el pecado del mercado que no tiene nada de original, lo hace con todo, todo lo convierte en el negocio de los avispados, de los ignorantes y los codiciosos, desde el sexo y el amor al medio ambiente, y de la salud y la belleza a la mera felicidad. La cultura no se iba a librar y no se libra.
Marita Kodama...que bochorno. Borges estaba juntado para siempre con Delia Elena San Marco, con Beatriz Viterbo y con Elvira de Alvear. Dejame de joder con la japo.
ResponderEliminarMe parece bien matar a Borges, muchos lo han recomendado. Y, si lo pensamos, muchos asesinatos son de familiares que se han vuelto insoportables para quien los mata. El ser matado como homenaje a lo que fuimos
Bueno, yo sólo quería matar a Borges en sueños y sólo porque en mi pesadilla se había convertido en su opuesto: un autor de best sellers y pedorradas de autoayuda. Comprendo, aunque no apruebo, que una inmensa mayoría de escritores argentinos de las generaciones siguientes a él hayan querido asesinarle, siquiera metafóricamente. Psicológicamente lo de matar al padre o al abuelito es comprensible, sobre todo cuando su sombra es tan densa y tan poderosa como la de Borges. En cuanto a la Kodama, pertenece a la clasificada taxonómicamente estirpe parásita de las consortes vampiras que viven del cadáver del esposo muerto hasta que se las clava una estaca y se les retira los derechos de autor.
EliminarBorges resucitado como autor de coelhadas... Creo que por fin se le ha dado a las historias de zombies el giro que necesitaban para renovarse, que ya empezaban a oler y no por los propios zombies...
ResponderEliminar¡Maldición! Creo que con esta vuelta de turca he dado con un best seller!
EliminarQué bonita, tu evocación de tu amigo Juancar. Qué habrá sido de él. Yo tuve también mi Juancar, mi amigo sensible y no fácilmente adaptable, cómodo blanco del vilipendio infantil colectivo; y me enorgullezco de haber usado desde pequeñito mis dotes sociales, más eficaces que las pocas suyas, para defenderlo de la hueste, integrarlo mínimamente en ella y hacerle un poco más soportable la vida colegial. Cincuenta y muchos años después seguimos siendo amigos.
ResponderEliminar(Muchas gracias por la parte que arrogantemente considero que me toca de la dedicatoria. Como no creo que de veras te parezcan insospechadas ni se te escapen las razones por las que frecuentamos el blog, no considero necesario explicártelas. Please, don't fish for compliments).
(Y ¿por qué ha de ser lamentable ser el que saca las mejores notas? Eso de "lamentablemente" me suena a concesión a los clichés colegiales y a la obligada execración ritual colectiva del "empollón". Una especie de tributo póstumo al patio, sus matones y sus criterios. Probablemente tu colega en sobresalientes, el empollón repipi e insufrible, no era más que otro niño sensible e inteligente que, sencillamente, no tuvo la suerte de caerte simpático).
Borges me gusta mucho escribiendo, pero nunca he podido evitar tenerle una irracional manía personal. Temo que te pase lo mismo, al menos inconscientemente. Eso de resucitarlo para hacerle escribir autoayudas angélicas y conspiraciones diabólicas es muy revelador, háztelo ver.
La equiparación entre tu Nobel a los tuits de Trump y el muy real a las canciones de Dylan me parece certerísima. Genial. Si se lo dieron a este, no creo en absoluto inverosímil que puedan acabar dándoselo al otro, y no me parecería peor. (No comparo, claro está, los tuits trumpianos con las canciones dylanianas, pero sí me parecerían muy comparables los Nobeles respectivos).
Aunque tu comentario es gratamente laudatorio, no estoy de acuerdo con él en algunas cosas. Para empezar, detesto a los empollones y yo nunca lo fui aunque sacara buenas notas. Un empollón es una repelente forma de estar en el micromundo (y en el mundo) del colegio que yo no comparto: obsesivos, insolidarios… empollones, como la Marta Rovira, una numero uno de su promoción: empollona, insolidaria, en el fondo boba. He tenido alumnos así, empollones, nunca eran los mejores y nunca los elegía para tutelarlos como mentor.
EliminarTampoco rechazo el Nobel a Dylan, creo que es un gran poeta, pero lo considero no tanto injusto como superfluo; qué le va a Dylan con el dichoso premio; mejor se lo habrían dado a algún talento oculto en las profundidades africanas o donde sea del que nadie hayamos oído hablar.
A Juancar le perdí la pista a los 13-14 años, acabamos el bachillerato elemental y tras la revalida su familia se mudo del barrio.
Borges no me caía mal, aunque era un reaccionario de tomo y lomo, pero también un antiperonista lúcido; simplemente me gustaba en grado máximo sus relatos y me la sudaban, como se suele decir, sus opiniones en entrevistas y demás
Para viudos odiosos, el de Hergé. Toda la propiedad intelectual sobre Tintín y aledaños fue heredada por su viuda, que se casó con un jovenzano. Muerta ella, es este requeteviudo, por completo ajeno a Rémy, el que se está forrando con los derechos de autor de su obra. Lo que se dice unos super cuernos a título póstumo.
ResponderEliminarNo conocía el caso de Hergé, pero ya ves: hay un patrón con esto de las viudas parásitas/vampiras
EliminarImpresionante tu sueño sobre Borges que deriva a Trump. Ya me gustaría a mí soñar sueños con tanto argumento.
ResponderEliminarLos surrealistas les daban demasiada autoridad a los sueños (como Freud en otro sentido) yo no tanto y por eso los 'adorno'
EliminarBuen blog este, me asomaré de vez en cuando.
ResponderEliminarEn realidad tendría más sentido darle un premio de literatura (Nobel u otro) a un twittero que a un cantautor. Las letras de este último no se sostienen bien sin la melodía pues, de lo contrario, no necesitaría él apoyarse en la guitarra ni exponer su voz cazallera (y no me refiero solo a Dylan).
Y no hablo de un hipotético twittero cualquiera, claro, sino de un autor de tweets que de veras revolucionase la literatura dentro y fuera de Internet con sus aportaciones (es un suponer).
Al fin y al cabo, algunos tweets (por los ejemplos que he leído por ahí, yo no uso Twitter) no dejan de ser simples aforismos con un toque periodístico. Y si alguien escribe cien mil de ellos, por ejemplo, a lo largo de los años (cifra no tan exagerada, tardaría tres décadas si escribiese 10 al día) y estos tienen la suficiente calidad en conjunto, el susodicho twittero de largo recorrido terminará por haber publicado más texto (y más variado e incisivo y testimonial sobre su época) que algunos escritores consagrados que apenas tienen un par de buenos libros que soporten esas mismas décadas sin quedar obsoletos.
Repito: es solo una hipótesis que podría hacerse real en el futuro, una vez superada la brecha sicológica entre la literatura “digital” y la impresa en papel (cosa aún pendiente). Y ello suponiendo, claro, que los tweet puedan considerarse literatura en sí mismos (o adquirir dicho estatus algún día) más allá del ingenio episódico de algunos.
Según eso, si a algún poeta se le ocurriese ponerle músicas a sus poemas dejarían de ser literatura, por lo que Serrat y otros cantautores se han cargado la posibilidad de que Machado o Miguel Hernández sigan siéndolo (poetas)
EliminarEn cuanto a los Tuis, entre tanta mierda y soflama, a lo mejor hay algo, como si s hubiera pepitas de oro en deposiciones de dinosaurios, pero eso ya está inventado mucho antes de que sólo hubiera teléfonos enganchados por un cable a la pared; mira a los epigramistas, aforistas, a los microscrips de Robert Walser y un cuantioso etc.
No es una hipótesis de futuro sino un hecho del presente y del pasado
La rigidez de su respuesta apunta a la brecha sicológica de la que hablé…
ResponderEliminarEso mismo dije: que los tweet no dejan de ser aforismos, epigramas y “ese cuantioso etc.” también. Pero otra cosa sería que alguien con auténtico talento usase Twitter como medio principal para dar a conocer sus textos breves. Y proyectase su carrera en él mejorando incluso el propio twitter (u otro canal de micro blogging), cosa que aún no ha sucedido. Todavía no ha surgido un “Borges de Internet”. Ni siquiera un “Monterroso digital” tampoco. La hipótesis sí es válida como tal. El mensaje también transforma el medio, y se reciclan uno y otro. Pero aún seguimos en una etapa primigenia de Internet, en la que los libros digitales cuestan casi tanto como los de papel, por proteccionismo. Y por idéntico proteccionismo, los autores consagrados (digo esos) no aportan obra original en sus webs y blogs (ni un triste poema descartado de algún libro), y menos en twitter. Solo ofrecen opinión circunstancial como relleno y/o artículos previamente publicados en periódicos. Las editoriales no permitirían otra cosa.
Si se colonizasen los terrenos que va abriendo el ferrocarril de Internet (en vez de limitarse, como ahora, a hacer puntería con los búfalos desde los vagones y vender crecepelo sin bajarse de la carreta) sería algo así (pienso yo) como en el pasado ocurrió con autores como Edgar Allan Poe, que potenciaron el periodismo (y la venta de periódicos) publicando como cuasi-noticias sus cuentos breves (de ambigua veracidad) en los diarios, que hasta entonces eran un mero receptáculo de información. Y convirtiéndolos con ese acto en todo un género mixto muy imitado después (hasta el día de hoy con la “ficción biográfica”, tan de moda) que transformó el periodismo añadiéndole prestigio literario, cuando se asomó a las redacciones gente pionera con talento. En Internet aún no ha sucedido eso (si es que alguna vez ocurre). Y la anquilosada industria cultural (esa sí es un “dinosaurio”) no ayuda demasiado.
En cuanto a la poesía de Machado (la cual por rima y métrica se presta bien a ponerle música, no así todas) no deja de ser poesía por añadirle música, claro, ni tampoco por quitársela una vez puesta. Pero es que ya era (excelente) poesía antes de que le añadiesen el (prescindible) azúcar de unas notas con la intención de popularizarla (la gente apenas lee poesía). Y aquí el tema es la excelencia (Borges, Nobel…) si no he entendido mal.
Las meninas de Velázquez tienen puesto un marco, pero se pintaron sin él y no lo necesitan para seguir siendo el mismo cuadro magnífico, aunque el marco lo embellezca. La “literatura” de los cantautores se parece más (como tal literatura: ojo, no como arte) a los cuadros de paisajes que venden en las tiendas de los chinos. Que algunos están hechos con óleo/poesía incluso, no todo son vulgares láminas. Pero incluso esos hacen uso de plantillas para calcar ríos y arboledas. Y si quieres separar la pintura del marco no es posible, pues van grapados y se rompen uno u otro (letra y música).
Joaquín Sabina, por ejemplo, es un excelente músico (como Dylan). Y también hay mucha poesía en lo que hace. Pero solo es un correcto autor de sonetos “con plantilla” (es decir, de oído, por mera emulación) cuando le quitas la guitarra, eso quise decir.
Perdón por extenderme tanto, no lo supe hacer más breve (ya lo dije: no uso twitter)
Dos cosas: 1) apéame el tratamiento; si has leído algún post anterior de este blog verás que nos tuteamos, y 2) no hay problema, extiéndete lo que quieras, estás en tu casa
EliminarLa metáfora de los bisontes tiroteados desde el tren es bien chula, aunque no creo que sea acertada para este caso. La literatura es literatura (o no lo es) digital, en papel o en papiro o en pergamino, o en tablillas de arcilla o incluso oral. Esa no es la cuestión relevante para mí. No pertenezco ni a los antidigitales que piensan que eso acabará con todo lo anterior (y no lo está haciendo de hecho) ni a los loadores que piensan que el instrumento (o el medio) es el mensaje y que nada será ya igual. En lo esencial es igual, lo vean los ‘antis’ y los ‘pros’ como lo vean. No me imagino a un poeta con una brocha teñida de betún pintando su poema en una roca, pero si es un poema lo que pinta, poeta es. De hecho, la primera literatura en nuestro ámbito cultural seguro que fue cantada (Ilíada y Odisea), o al menos ‘ritmada’ (y la t no es errata)
Me has llamado rígido, aunque no agarrotado, almidonado, tenso, tieso o yerto; ya sabemos que tenemos sinónimos para elegir. Y lo has hecho sin conocerme, a tenor de una muestra que te ha parecido suficientemente expresiva. En otros sitios a un juicio tan previo lo llamarían prejuicio. Pero yo no sé si tú eres flexible o siquiera adaptable.
EliminarMuchas gracias por la bienvenida. Siempre uso el usted cuando entro por vez primera en casa ajena. Pero sí que es mejor el tuteo, más cómodo.
ResponderEliminarJusto me acaban de pasar una bonita (y larga) canción de Jorge Drexler, con partes cantadas y narradas (es coincidencia, créeme, no la rebusqué yo adrede como muestra). La parte cantada dice, por ejemplo:
“Somos una especie en viaje,
no tenemos pertenencias sino equipaje.
Vamos con el polen en el viento,
Estamos vivos porque estamos en movimiento.
Nunca estamos quietos, somos trashumantes
Somos padres, hijos, nietos y bisnietos de inmigrantes”.
Con la música, cadencia y voz de Drexler queda dinámica, fresca, emotiva, reflexiva, evocadora. Pero sin ella (tal como la acabo de transcribir) es un mero poema de aficionado, casi un ripio. El epílogo narrado, dice:
“Lo mismo con las canciones, los pájaros, los alfabetos
Si quieres que algo se muera, déjalo quieto”.
Esos dos versos y el concepto profundo que encierran, darían para un poema algo mejor si se extendiesen. Pero ese es justo el fragmento narrado, sin música.
La poesía empezó mezclada con ritmo y melodía, pero luego se desarrolló como género autónomo alcanzando su excelencia. Como le pasó a la ciencia con la filosofía, por ejemplo. Y repito, tu artículo hablaba de las obras (y autores) excelentes (Borges) frente a las olvidables (Coelho). Y la poesía excelente (en mi humilde opinión) ya ha superado hace mucho la de los juglares dylanianos.
Por otro lado, te pido disculpas si te he molestado con lo de la rigidez. Pero si lees bien, dije (y lo sostengo) que tu comentario concreto era rígido (inflexible a la exposición de mis matices), y no tú. Me pareció tajante, pero quizá soy yo el que tiene la piel fina. En todo caso te reitero mis disculpas.
Tú en persona (van varios “tus” ya, me voy soltando) quizás seas más flexible que un artista del Circo del Sol, que también es “poesía corporal” pero no alta literatura (aunque incluya trapecistas). Y quizás lo seas en lo humano y lo intelectual, también. No lo sé. Efectivamente no te conozco, solo contesté a tu artículo y te agradezco la lectura y la respuesta.
Yo no soy una persona prejuiciosa (creo). Otra cosa es que lo haya sido en este caso, y siendo así el vicio estaría en mi opinión concreta, no en mí tampoco, es preferible distiguir bien esas dos cosas.
Aunque quizá sí soy todo un prejuicio con piernas, de la cabeza a los pies, e inadaptable también. Uno es el último en ver eso, es un lío. Si se pone mal la cosa, iré al Circo del Sol para que me desanuden. Quizá funcione que me disparen con un cañón (si es que todavía se hace eso en los circos).