Una de las formas de ignorancia es el uso de tópicos y
lugares comunes, que actúan como masilla para rellenar huecos y en los casos
más exacerbados terminan formando un muro sólo con ese relleno. Se evidencia en
la forma de hablar y escribir con frases hechas (recuérdese al anterior presidente
del gobierno), refranes, etcétera. La riqueza a la hora de usar el lenguaje es
reflejo de la riqueza en matices del pensamiento. Las imágenes tópicas al final
sustituyen la simple ignorancia por certezas falsas. Por ejemplo, las repetidas
imágenes de la Última Cena con Jesús en medio de sus apóstoles es un auténtico
anacronismo sobre todo de la pintura renacentista. Comer sentados a una mesa es
algo que se comenzó a hacer en Occidente a partir de la Edad Media. En Roma,
por ejemplo, se hacia semi tendidos en divanes (clinia) compartidos, colocados
de tres en tres en salones comedores (triclinium). Sin embargo nunca he visto
una imagen de la sagrada cena con los apóstoles repartidos en divanes, que
además hubiera sido ofensivo por rememorar al poder que habían sustituido.
La ignorancia cuando es pura se puede subsanar finalmente, el
problema es cuando está oculta por esa masilla tópica a la que aludo. Por
ejemplo, y siguiendo con Roma, pareciera que las extinciones biológicas son
cosa de la civilización moderna (aunque a veces se aluda a la extinción de megafauna
por cazadores paleolíticos) y además sólo afectando a la fauna. Eso impide
divulgar la extinción por la codicia exótica de Nerón de una planta del norte
de África que no hemos llegado a conocer, considerada una especia muy buscada,
el ‘silfio’ de Cirene —no sabemos qué especie sería— cuyo último ejemplar fue
recolectado para el emperador.
Ahora, el tópico dicta que cualquier evento metereológico que no sea el esperado o que simplemente incomode se debe al cambio climático, aunque el clima en sí sea cambio y sólo se pueda aludir a él desde la constancia de intervalos de tiempos más largos que los del día a día.
Los tópicos, como falsas casi indudables certezas se oponen al conocimiento real, aboliendo los matices, las probabilidades y las preguntas por hacer. Son los burladeros de los ignorantes semicultos. A mí me gustaría saber qué especie vegetal fue el silfio que los glotones romanos contribuyeron a extinguir; conjeturo que era una labiada, pero...
Hace poco te mencioné la "novela" La catedral del mar porque la han adaptado como serie de televisión. Precisamente es una colección de tópicos pseudohistóricos, empezando por el derecho de pernada (del que se duda si existió, porque los documentos realmente medievales al respecto dan a entender otra costumbre) y otros modernos, como que las familias del Medievo fueran laicas (esto es rigurosamente cierto, según se desprende de la lectura del librito de marras).
ResponderEliminarLa ficción no está obligada a ser verídica, pero sin verosimil.
EliminarComparto tu rechazo a los tópicos que, como dices, tienden a rellenar el cerebro ahogando la curiosidad. Ademá, con mucha frecuencia, ni siquiera nos damos cuenta de que se nos han instalado. Hay pues que estar atentos para desmontarlos, primero en nosotros mismos.
ResponderEliminarAhora bien, últimamente lo que me tiene de los nervios es el exagerado predominio de la peor especie de tópicos que parece haberse adueñado de todo discurso político. Me refiero a que todos ellos, agrupados por partidos políticos, repiten como loritos frases precocinadas que evidentemente les han dicho que deben repetir en todas las ocasiones, vengan o no a cuento y, sobre todo, aunque sean absolutamente estúpidas desde un punto de vista de la argumentación. De hecho, ya no hay ni el más mínimo asomo de ésta: tan sólo endadenamiento de eslóganes.
Tienes razón. En general pero con diferencia los políticos son el gremio que peor habla en España, quizás también en otros sitios. Superando incluso al lenguaje deportivo y el publicitario. Probablemente se deba a que usan el lenguaje no sólo con descuido rutinario sino con la intención de decir lo menos posible
Eliminar"meteorológico", por favor. Un error muy frecuente, incluso entre meteorólogos.
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