martes, 22 de enero de 2019

Un poeta arquitecto.




No, no es lo mismo un político preso que un preso político, pero tampoco es lo mismo un arquitecto poeta que un poeta arquitecto. Mi devoción por las palabras no es indistinta; ganan por goleada los sustantivos a los adjetivos (cuyo abuso siempre me mosquea). Haced la prueba de sustituir esos 'zapatos rotos del lenguaje' que son los adjetivos de moda: ecológico, sostenible, democrático, feminista..., por los sustantivos respectivos: ecología, sostenibilidad, democracia, feminismo. ¿A que se gana en contundencia y se pierde toda blanda ambigüedad?

El más supremo autoengaño es el que se perpetran a sí mismos los fanáticos. Pero lo más opuesto a un fanático, sea este religioso o político, tanto da, no es un científico como se podría suponer. Se han dado varios casos de físicos, por ejemplo, que con todo convencimiento fabrican bombas para ser usadas contra otros humanos y algunos terroristas son doctores en ciencias. Lo más opuesto a un fanático es un poeta. Aunque no cualquier poeta. Excluimos a los que buscan la humedad del sentimiento, como dice José Carlos Maider, sino la quemazón del raciocinio, los que buscan explicarse la vida y al leerlos —"¡coño, ese soy yo!"— nos la explican a nosotros y eso quiere decir que el poema nos lee. Por eso yo siempre he preferido la intuición del científico (Darwin) y la razón del poeta. No buscan esos poetas la complicidad ni mucho menos absolverse a sí mismos (y de paso a nosotros), como los estafadores de la autoayuda, sino, repito, la destemplada lucidez.

Uno de mis poetas vivos favoritos es arquitecto catalán y emérito catedrático de cálculo de estructuras (si te equivocas se cae el edificio al igual que se derrumba el poema). No me da reparo leerle en castellano porque suele ser él mismo el que se traduce, y a veces el poema le sale en la lengua dominante y luego la traduce a su materna. No hace una tragedia ni un agravio de eso, al revés, se felicita de ser bilingüe; suerte que tiene. Él mismo lo explica en términos constructivos (tiene un poemario que se titula Cálculo de estructuras) en el breve prólogo de Estación de Francia, un libro bilingüe, que no traducido, como otros suyos. No hay problema cuando la lengua de cultura y la materna coinciden, pero si no es así es como edificar una catedral con una cripta inaccesible. Los poemas le llegan por cualquiera de los dos canales, pero confiesa que empezó escribiendo en castellano en su ya lejana juventud porque entonces no tenía cultura en otra lengua, algo usual al haber nacido en una familia catalana al terminar la Guerra Civil española.

Joan Margarit trabaja repetidamente sus poemas, y sus antologías, fabricadas por él, se revisan una y otra vez. Pero hay una anécdota preciosa sobre los peligros de retocar la propia obra año tras año. En una de sus última antologías, que siempre titula, Todos los poemas, en el mencionado libro Estación de Francia, del año 1999, el poeta suprimió su poema Inmigrantes. Luego, en agosto de 2017, como todos deberíamos recordar, sucedió el horrible atentado terrorista de las Ramblas perpetrado por fanáticos que lógicamente nunca sabrán qué es la poesía ni como ayuda a vivir y no a morir como sí lo hace el fanatismo, a los humanos. Entonces la traductora al inglés de Margarit, la también muy estimable poetisa escocesa, Anna Crowe, le escribió una carta emocionada al catalán diciéndole que en mitad de su horror había vuelto a leer ese poema que ella no sabía suprimido y que calificaba de profético y extraordinario. En la siguiente antología de Margarit, vuelta a titular Todos los poemas, Inmigrantes fue devuelto por el autor a su sitio. La poesía es un océano, y los poemas llegan al río de nuestra conciencia y allí nunca encuentran las mismas aguas. El poema Inmigrantes comenzaba con este verso “Siento la Rambla hostil: están ahí”, y concluía: “o al cual ya nunca nadie llame patria”. 

Estos chicos del Procés deberían leer a sus poetas. Sus mayores no tienen ya remedio y además les han contado un cuento, un cuento de odio o al menos de agravio milenario. Alguien les debería advertir que los cuentos infantiles al revés que la vida real acaban bien para evitar que los niños se suiciden.

Gaudí, que en mi japonesa, supongo, juventud me gustaba mucho y ahora me cansa un poco, era un arquitecto poeta. En cambio Joan Margarit es un poeta arquitecto. O para ser más claro, es un poeta que además es arquitecto. Arquitecto es el adjetivo. Ahora debería acabar diciendo que si este post os incita a leer a Margarit me doy por satisfecho. Pero no soy tan vanidoso y es justo al revés: si este post os incita a leer a Margarit os podéis dar por satisfechos. 

Juzgad vosotros si los preventivos políticos presos catalanes son además presos políticos. A mí el tema ya me aburre y tampoco lo tengo muy claro.




5 comentarios:

  1. la poesia es conocimiento y luz. si no te sienta de culo el fogonazo, te has perdido el poema. buscare al amigo arquitecto. En esa vena sugiero Alberto Girri, ya nadie lo lee, pero tiene mucho de esa fria claridad del amanecer.

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    1. Un mal poema ensucia el mundo. Ese es el título de un libro de ensayo del mentado poeta antes que arquitecto.Aclaro: Un poema que, lejos de ensuciar el mundo, contribuya de algún modo a su orden y a su higiene. Justo al contrario de lo que suelen hacer la mayoría de la palabrería de la inmensa mayoría de los discursos de los políticos, esos banales vendedores de crecepelos

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  2. Es un placer haber leído la entrada, demasiados necios tienen altavoces ahora como para no saber apreciar a estos sabios.

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    1. Nunca me han gustado los poetas que declaman sus propios versos, aún encantandome y comprendiendo el estilo épico de Homero. Para mí la poesía es algo íntimo, privado, resguardado. Así que sí, frente a los altavoces de necios arrogantes sabios poetas que nos susurran al oído.

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía