domingo, 2 de mayo de 2021

La engañiza del automóvil verde

 




En mi opinión el ser humano como especie animal se caracteriza entre otras cosas por la sistemática negación de un principio, el Principio de Cautela. Dicho de otro modo, culturalmente si se puede hacer algo se termina haciendo, independientemente de sus consecuencias. Todo el llamado progreso se ilustra por esta falta de limitación. Y en esa situación estamos ahora. Todo lo que nos aqueja, salvo los volcanes y los terremotos, que sin embargo se incrementan sus efectos por nuestra imprevisión, es por esta ausencia, desde el armamento nuclear al cambio climático o las pandemias. El mito que representa mejor esta actitud es el de Pandora; siempre acabamos abriendo la caja de los males.

El automóvil es uno de esos inventos que junto a sus indudables ventajas ha generado terribles problemas. El de la contaminación atmosférica y el cambio climático ha acabado ocultando otros no menos relevantes. No es solo que el coche individual devore las ciudades —ese invento hecho inicialmente para sus gentes— haciendo que las personas sean secundarias frente a sus vehículos, también consume el territorio de forma atroz. Los hechos nos deberían hacer reflexionar, pero no es el caso. Volviendo a tomar el todo (el automóvil) por sus partes (la contaminación) se ha olvidado esos otros desastres que provoca y así se apuesta ahora nuevamente por el automóvil, eso sí, eléctrico, como solución derivada de este parcial pensamiento mágico. Se olvida que la electricidad, más bien inocua donde se utiliza, es letal donde se produce, sea inundando fértiles valles o colocando enormes aerogeneradores en las colinas.

Se calcula que hay más de cincuenta millones de kilómetros de carreteras por el mundo, aunque sólo una tercera parte estén pavimentadas, lo que es lo mismo que decir suelos impermeabilizads y esterilizados ya inaprovechables para otros usos. Cantidad suficiente para dar la vuelta al mundo mil trescientas veces. Un cinturón que aprieta y estrangula al planeta como una malla de alambre de espino con otras tantas vueltas. China por si sola tiene ya cuatro millones de carreteras asfaltadas. Y la carretera más larga del mundo, la Panamericana atraviesa dieciséis países entre Alaska y la Patagonia. Por cierto, comienza y acaba en campos petrolíferos que alimentan al monstruo. Los pozos petrolíferos de Prudhoe Bay, en el mar de Beaufort, el mayor campo de extracción de Estados Unidos, lo que es decir mucho, se mira con su simétrico en el Atlántico Sur argentino, como recreando las antiguas fogatas que hicieron a Magallanes bautizarla como Tierra de Fuego.

Y sí, las carreteras, no digamos las grandes autopistas, conectan puntos lejanos, pero se nos olvida que separan igual de eficientemente los cercanos de ambas orillas y que marginan todo lo que dejan olvidado a su celérico paso, a la vez que son escoltadas por todos esos residuos, cajetillas de tabaco, envases diversos, bolsas, latas de bebida, colillas, que nos definen tanto o más que lo que atesoramos, el propio coche, indebido objeto de devoción de sus propietarios (véase esos individuos dominicales lavándolo con un primor que no dedicarían a su propio aseo personal).

Viajar rápidamente por una carretera es lo opuesto a caminar por una senda. En realidad, apenas se aprecia el paisaje que se atraviesa, conduciendo en una especie de ensoñación que altera el espacio y el tiempo, donde solo cuenta el destino y nunca el camino que, como bien dijo el poeta, se hace al andar. El trance de conducir, que no digo que no sea placentero y de hecho los anuncios de automóviles así lo explotan. Un hechizo que se identifica nada menos que con la libertad. Este invento alienante, ahora eléctrico, se nos vuelve a vender, esta vez como símbolo verde; qué paradoja más boba.

 


 

1 comentario:

  1. Para explicarte lo que opino de los autos fijate lo que canta Joni Mitchell en "Blue Motel Room":
    I've got road maps
    From two dozen states
    I've got coast to coast just to contemplate
    Will you still love me
    When I get back to town
    It's funny how these old feelings hang around
    You think they're gone
    No, no
    They just go underground
    Will you still love me
    When I get back to L.A. town.

    El auto ha significado libertad, la posibilidad de estar en seis horas a 500 km de distancia, irte a almorzar a tu quinta a 50 km de la ciudad, a pasear con tu novia cuando no tienes un cuarto disponible.
    Que transformó las ciudades, claro, pero sobre todo porque las ciudades ya tenian la cuadricula de 100 x 100 hecha para los carros a caballo. Si la cuadricula fuera de 1000 x 1000, o 600 x 600 mts, como las supermanzanas de los catalanes, no seria tan seria la disrrupción que mencionas.
    Cuando los autos se vuelvan autonomos, yo creo que lo serán porque las computadoras son mejores manejando que los hombres, la posesión del propio auto se volverá tan rara como tener tu propio ascensor, o tren.
    Pero seguirá siendo muy apreciable la posibilidad de demorarte una tarde en un sendero de la sierra, sin obligarte a caminar todo el tramo desde tu casa hasta la sierra.

    Chofer fantasma

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía