jueves, 16 de noviembre de 2017

El olvidado arte de invertir el mundo



Aún hoy, aunque ya muy de tarde en tarde, sigo haciendo fotos. Vengo haciéndolas desde mi lejana juventud. Se puede decir que es uno de mis amores más duraderos. Y sin embargo, la reciente libertad que ha supuesto el por lo demás magnífico invento de la fotografía digital, de alguna forma, quizás antidemocrática y elitista, me ha distanciado de ella. En mí anida un reaccionario, un conservador en su sentido más puro y menos ideológico. De ahí que rechace en parte al libro electrónico a favor del de papel, el móvil frente a los teléfonos anclados en la pared, las motos que se podía reparar uno mismo o la fotografía analógica que dependía de la obtención de negativos y que marca su verdadero origen por encima de Daguerre, Nadal o Niépce. Fue Talbot, que depositó una tarde de verano junto al lago de Como unas hojas de árbol (no se de qué especie, quizás ese culantrillo de pozo, el helecho que ilustra este post y que también es obra de este pionero) sobre unas laminas de papel que habían estado inmersas en nitrato de plata y las dejó al sol. Se crearon así las sombras, los negativos, de esas hojas que luego pudieron positivarse y por tanto, reproducirse indefinidamente. Era un época hermosa que venía desde la Ilustración del XVII y que no anteponía sino que completaba el arte con la ciencia.

Pero lo que añoro no es sólo la intangible calidad diferencial de un positivo a partir de un negativo (como el sonido de un LP en un tocadiscos frente a un CD, o la textura y el olor del papel frente a la frialdad de la pantalla). Ni las tardes encerrado en el cuarto oscuro revelando y remedando a un alquimista. Es algo más sutil. William Henry Fox Talbot al inventar el negativo fotográfico merced a esa serendipia olvidadiza, no sólo descubre la tarea de dibujante exacto del Sol (literalmente heliograbado), que podrá atrapar esas sombras mediante una camera obscura y fijarlas con unas sales, sino que ‘revela’ (permitid el juego de palabras) la metáfora de la inversión, el espejo con el que la realidad encuentra su opuesto sumergido. Inversiones, sombras, invisibilidades. La fotografía es el arte de jugar con el momento, con el tiempo, y para eso es necesario darle la vuelta a lo que te señala demasiado obviamente.

Con el progreso técnico hay siempre un proceso de suma cero que hace que parte de lo que se gane se pierda por otro lado. El caso extremo es cuando una tecnología sustituye totalmente a la anterior, a veces para bien y a veces no tanto. Y a veces se equivocan los pronósticos, por ejemplo, una vez que se anunció que el e-book y demás dispositivos electrónicos de lectura en pantalla conducirían a la muerte del libro de papel tradicional, lo que ha sucedido es que nunca como ahora se ha editado tanto y tan bien papel. (En los inviernos de mi infancia los niños íbamos con las rodillas peladas de frío con nuestros exiguos pantalones cortos y las medias colgando de los tobillos. Pero no contemplábamos los ambicionados pantalones largos como una comodidad añadida sólo al alcance de los mayores, sino como un ascenso social, que además te quitaba el frío de las piernillas. Ahora los niños van con pantalones largos desde su tierna infancia y los adultos se ponen pantalones cortos siempre que pueden).


6 comentarios:

  1. Supongo que la no desaparición de los libros en papel, los vinilos, la fotografía de negativos, etc se debe a la reacción de esos "conservadores" interiores y, también, a un cierto factor de "moda". Veremos qué pasa a largo plazo.

    En el caso particular de los libros hay que tener en cuenta que el e-book dista mucho de haberse generalizado (a diferencia de la música digital). Supongo que se debe a la reticencia de los poderes editoriales ante un formato muy fácilmente pirateable. De otra parte, la amenaza del e-book (con prestaciones que no tiene el libro en papel) hacen que la edición de los tradicionales se esté esmerando mucho, para compensar, para ofrecer objetos bellos que nunca podrán ser los e-book.

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    1. Los carretes de película fotográfica se han dejado de fabricar por lo que son inencontrables. Algunos fotógrafos como Ernst Hals llenaron su estudio de frigoríficos repletos de Kodachrome (la compañía ya ni siquiera existe); otros han optado por elaborar sus propias placas fotográficas sobre cristal.

      Los editores se benefician de las mayores facilidades para editar hoy, y los de las pequeñas editoriales (las más primorosas) son vocacionales y aman esos objetos que editan

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  2. Pienso en voz alta:
    Una foto es, al menos, dos cosas: Una imagen con sentido práctico, como la foto de un carnet, y una imagen con carga simbólica, tal como la supuesta instantánea del beso al marinero al fin de la guerra (creo que fue cuidadosamente compuesta, tanto como la última cena).
    A veces ambos sentido están superpuestos, tal como una borrosa foto de la abuela.
    Y eso vuelve el reemplazo, la sustitución, imposible.

    Liberada ya de la necesidad de ser masiva, toda la industria de la fotografía podría, me parece probable que lo haga, convertirse en una industria boutique: como los forjadores de espadas, los vidrieros de catedrales y la pintura al oleo

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    1. Interesante. Creo que la fotografía ya es una industria boutique, pero eso no impide que sea necesaria "la mirada", que pocos, los artistas genuinos, tienen

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  3. Me has gustado la última foto, transmite una tranquilidad y una nostalgia.
    Zozo

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía