domingo, 24 de diciembre de 2017

Cuento de navidad




En este mundo, ¿hay más personas que quieran marcharse que personas que quieran regresar? Sospecho que sí, pero no lo sé, no conozco estadísticas comparativas del tema. Lo que sé es que los primeros son pobres y los segundos no tanto. Mientras algunos, bastantes, regresan a casa por Navidad, —no hay más que ver los empalagosos anuncios de la tele: la publicidad también nos retrata y no sólo nos engaña y nos incita— otros no pueden esperar al buen tiempo para huir de sus terribles países de origen que no reúnen ninguna de las condiciones que tiene cualquier hogar aunque sea como mero refugio. 

Un buen cuento de navidad sería el de ese emigrante atleta, un joven y vigoroso nadador de larga distancia que no nada gratuito, no nada por la fama, al revés que los deportistas 'extremos' que suelen salir de vez en cuando en las noticias, pero que como ellos también intenta cruzar el brazo de mar que le separa de una vida más hogareña. 

Cuando ya lleva recorridas 20 millas y está a punto de desfallecer la costa ansiada a la vista advierte una boya, se dirige a ella, la abraza exhausto. Lo que le salva la vida no es sólo el descanso, sino el calor que  evita que muera por hipotermia, pues la lámpara de gas que ilumina la boya le da suficiente calor. Al amanecer, nuestro migrante, nuestro náufrago, algo repuesto, está reuniendo sus últimas fuerzas y sobre todo cargándose de decisión para afrontar los pocos kilómetros que le restan. En ese momento pasa un crucero repleto de turistas que han elegido esta forma horrible y hacinada de celebrar las fiestas. El capitán, que le ha divisado desde el puente de mando, manda parar máquinas y con el megáfono le pregunta lacónico “¿le llevo?” el nadador le responde con un sí aún más elegante y lacónico “por qué no”, lo que implica que se lo ha pensado un rato, que de algún modo ha considerado los posibles motivos para un "no". 

Una posible metáfora conclusiva de esta historia en busca de confort hogareño y navideño es que el capitán a pesar de su voluntad de ayudar no es un patrón de yate, es un cualificado trabajador que se debe a la empresa propietaria del enorme barco, lo que, para curarse en salud, le lleva a organizar un improvisado referéndum, una democrática votación entre pasajeros festivos y tripulantes sobre si recoger al huido o no. Sale que no, así que el crucero sigue su marcha y nuestro nadador termina muriendo por agotamiento y congelación; habrá quien diga que víctima de la democracia directa.


11 comentarios:

  1. Querido Fernando:

    Acabo de leer tu cuento de Navidad. Me ha gustado mucho.

    Un fuerte abrazo,

    Paco

    ResponderEliminar
  2. Gracias Fernando En este frenesí de felicitaciones empaquetadas y automáticas viene bien un "cuento" escueto y con comentario oportuno, ya que un hecho tan posible, o inevitable, como que un crucero de festejos navideños, lleno de gente que "se divierte muchiiiisimo", se encuentre a un emigrante agarrado a una baliza y lo recoja, o no ( que diría Rajoy), refleja lo que somos, microcosmos apresados en una estructura social que limita contundentemente nuestros grados colectivos de libertad. Por eso individualmente me encanta tu cita de Saramago “Cuanto más viejo, más libre, y cuanto más libre más radical”.

    Por cierto ¿será REBELIÓN que el Barça le metiera 3 al "REAL" en el Bernabéu?

    Besos y ....deseos de felicidad...los mismas de siempre.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias navegante

      En cuanto a tu lamentable alusión al 0-3 que nos han colado en el Bernabéu… Enrique Herreros, humorista de la Codorniz nacido en el barrio de Malasaña de Madrid, lo decía y yo lo suscribo: a algunos nos han enseñado desde chiquitos a maldecir al Barça.

      Eliminar
  3. Lansky,

    Mi muy estimado Gangsta: lo leo con placer, y fracamente preferiría no dejar de hacerlo.
    Afortunadamente para el mundo no siempre comento, salvo cuando lo considero impostergable.
    Que tenga Ud. un año espléndido, que no todas las sorpresas son malas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, ultramarino (ultramarinos es como llamaban en mi lejana infancia a las tiendas de comestibles variados... porque venían inicialmente de allá, de las Américas). Mis mejores deseos de vuelta

      Eliminar
    2. Yo sigo llamando tiendas de ultramarinos a las tiendas de ultramarinos...

      Eliminar
    3. Yo también, pero sólo a las que lo merecen

      Eliminar
    4. Claro. A las que son tiendas de ultramarinos.

      Eliminar
  4. La verdad es que la energía con la que las personas razonables defendemos, en la teoría, la democracia como mecanismo para que predomine la voluntad de la mayoría se concilia bastante mal con el poco aprecio que, en la práctica, suele merecernos esa misma voluntad de la mayoría. ¿Por qué nos empeñamos en que se haga lo que quieren los más, si rara vez estamos de acuerdo con ellos? ¿Por qué seguimos pensando que es bueno que los americanos voten al Presidente que prefieran, si llevamos años viendo cuáles son los presidentes que prefieren? ¿Por qué seguimos pensando que es bueno que los españoles..? Ya me entienden ustedes.

    Luego pasan esas cosas, claro. Los británicos se van de la Comunidad Europea, gran parte de los catalanes desean suicidarse envueltos en una vistosa bandera estelada, en EEUU hace como que gobierna un obeso mórbido claramente psicópata, Rajoy sigue siendo presidente del gobierno español... pero nosotros, venga de defender el mecanismo gracias al cual pasan esas cosas. Tendríamos que hacérnoslo ver.

    La única defensa de nuestra absurda actitud probablemente sea que hemos visto también lo que pasa cuando la que se impone no es la voluntad de la mayoría; que entonces la que suele imponerse es la voluntad de la minoría más bestia, con resultados aún peores. Sí, tres echarle un vistazo a la historia, probablemente lo menos malo sea que se siga imponiendo la voluntad de la mayoría, y que Dios nos coja confesados.

    Eso sí, pongámosle a la inevitable democracia cuantos más filtros y válvulas de seguridad, mejor. Ya que no podemos prescindir de ella, trratémosla con precaución -no la agitemos antes de usarla... esas cosas-. Democracia, de acuerdo, pero ¿democracia directa? ¿Así, en estado bruto, sin guantes, ni mascarilla, ni red de seguridad? Yo ya no tengo edad para deportes de tanto riesgo.

    En otro orden de cosas, Lansky, amigo mío: aunque comente solo cuando mi cada vez más invencible pereza me pilla demasiado cansado como para aferrarme a ella, para mí sería un serio disgusto que cerrara este blog. Un importante agujero en mi vida, créeme. A veces hay más ganas y a veces menos, a veces el mundo se muestra tan insufriblemente mierdero como lo sospechamos en nuestros peores momentos. Pero incluso esas veces, tener un blog como este para escribir en él sigue siendo una buena cosa. Y tenerlo para leer lo que en él has escrito, y tocarte un poco las pelotas, o no, es una cosa excelente, te lo aseguro. E importante para algunos. Para mí, por ejemplo.

    Ahora, tú haz, naturalmente, lo que te dé la gana. Con mi previa e incondicional aprobación.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Borges decía que la democracia es un abuso de la estadística (cada vez estoy más de acuerdo con los reaccionarios y conservadores inteligentes —como Borges, como Chesterton, como Chateaubriand, como Churchill—, precisamente porque yo no soy ninguna de las dos cosas. La democracia como el menos malo de los sistemas de gobierno (Churchill). O mi cita favorita (de esta semana al menos): George Bernard Shaw: ”"La democracia es el proceso que garantiza que no seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos". Y también: "El mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio". Y la mía: hay gente muy valiosa por ahí fuera, algunos de ellos se preocupan por la cosa pública y, desgraciadamente, acaban convertidos en políticos.

      Estoy completamente de acuerdo con todo lo que dices, sin que sirva de precedente.

      Un abrazo de vuelta (que no devuelto)

      Eliminar

Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía