lunes, 26 de marzo de 2018

Política criminal



Los irlandeses están locos, en sentido figurado —no te burles de la locura porque es peor que la muerte, decía  Rose, la adorada y loca hermana de Tennessee Williams—, como tantos españoles a los que me recuerdan. En el hueco de un muro de un pueblecito cercano a Drewsboro, la patria chica de mi admirada Edna O’Brien, hay una estatuilla de Stoney Brennan, un héroe local. Le han pintado las mejillas de colorete, rojo cárdeno si preferís, y colocado una colilla en los labios. No es falta de respeto, es cariñosa familiaridad. Stoney hacia política a favor de una Irlanda libre (o en contra, depende de a quién preguntes). Pero lo importante, lo relevante para mí es que fue ahorcado por los ingleses por robar un nabo.

La política es la forma que tienen las sociedades de resolver los conflictos entre sus ciudadanos. Pero no siempre, es más, casi nunca, esos conflictos se resuelven a favor de los más desfavorecidos, que lo siguen siendo a costa de los privilegiados. El desequilibrio se mantiene por una serie de razones, desde la falta de educación o de una cultura política inexistente o imperfecta de la ciudadanía, generada desde la escuela e incluso en los propios hogares, hasta coerciones de una justicia supuestamente independiente del resto de poderes legislativos y ejecutivos pero que actúa siempre dando latigazos hacia abajo y genuflexiones hacia arriba. Es la razón por la que no sólo trae más cuenta robar millones que una gallina, sino que las penas realmente que se cumplen son mayores en el segundo caso; la justicia no sólo es ciega, sino tendenciosa. Estas reglas del juego, este contrato social pervertido en mayor o menor grado según las sociedades se basa en el Intercambio Desigual, una regla de oro del embudo que opera tanto a nivel geopolítico entre países mal llamados pobres y ricos, o desarrollados y en vías de (antes subdesarrollados, pero imperan los eufemismos), como entre individuos dentro de las mismas sociedades o entre consumidores y productores, corporaciones y ciudadanos de a pie, etcétera. Incluso políticas completas de países como Israel, que se comporta más como una milicia armada (y acorralada) que como una nación moderna. La Desigualdad, como los gradientes del calor en termodinámica, son el motor del  mundo, la Ley de la Gravedad Social, sólo que en esta todo cae, por su propio peso… hacia arriba. Hablamos de una ‘ley’ social, justamente entrecomillada, por lo que las cosas no tienen por qué seguir sucediendo siempre así, pero así han sucedido siempre. 

Bien, admitido lo anterior, los casos extremos son útiles espejos deformantes de la realidad. No es exagerado considerar que Putin es un criminal, como lo es Trump, como lo es el presidente hereditario de Corea del Norte, Kim Jon-un. Pero también incluso y aunque parezca excesivo a algunos, como lo es Rajoy, si consideramos criminal en un sentido amplio por acción pero también por omisión —por ejemplo, por omisión del deber de socorro a los miles de desfavorecidos por el funcionamiento del sistema económico tolerado y hasta incentivado por el gobierno que preside y hasta la ideología que le ampara—. Por supuesto, no todos estos criminales son comparables, puesto que no lo son sus crímenes, como no lo es el ladrón de guante blanco del atracador, o el pequeño timador o el carterista del asesino en serie. Pero todos son criminales.

Otra posibilidad, no sé si más compasiva, pero quizás más ajustada a la realidad, es que todos estos mandatarios no son exactamente los criminales, pero son colaboradores necesarios de grandes criminales, incluso rehenes de grupos criminales o mafiosos, los verdaderos detentadores del poder con mayúsculas fácticas. Trump lo sería de los que le han aupado al poder y han subvencionado su campaña presidencial no sólo con dinero sino con presiones, trampas, coacciones y argucias; grupos petroleros y lobbies de presión. Igualmente Putin, un capo en manos de otros capos menos aparentes, como suele suceder. Aquí en España ese papel lo representaron en su día los bancos, hasta que se dieron cuenta que,  cautiva y desarmada, la socialdemocracia no representaba un peligro para sus privilegios y que su alternancia con la derecha de toda la vida (la vida anterior a la democracia, la vida de la dictadura) era deseable y hasta más estética. De manera que ahora son los grupos mediáticos, en manos de ideólogos de derechas salvo excepciones digitales o perseguidas, los que cumplen esa función desinformativa y antieducativa.

El voto leal, porque en todos los casos se simula una democracia que  en algunos casos existe, aunque harto imperfecta, es más bien un voto dependiente, clientelar (caciquismo de nuevo cuño) o hasta secuestrado, con todos los matices y grados, porque tampoco es lo mismo la obligatoria unanimidad despótica de Corea del Norte que el voto secuestrado de la Norteamérica profunda e ignorante (o profundamente ignorante) que sostiene a Trump; o, sin ir más lejos —para qué hacerlo— el empecinado voto a Rajoy y los suyos de millones de españoles entre los que es presumible se encuentren numerosos damnificados por ese capitalismo de amiguetes, ese privatizar lo que debería ser de todos y ese meter mano en los recursos públicos a Rajoy, ese clientelismo que no puede beneficiar a todos sus votantes. Unos votantes que se niegan a asumir las evidencias y prefieren optar por el miedo al cambio o a lo malo conocido, a uno de los suyos, como los gánsteres. En todos estos casos, y en otros como en Cuba, el enemigo exterior, real o inventado, sea Estados Unidos o la malvada España centralista, viene muy bien para estimular ese voto cautivo en democracias que lo son, pero harto engañadas. En política no existe la perfección y los experimentos que la han perseguido han acabado muy mal, así que las democracias, todas, son imperfectas, sobre todo porque los más imperfectos somos sus ciudadanos. Sin embargo, a éstos no se les suele acusar de nada, sino adular por todos, al igual que todo el mundo reclama derechos pero pocos mencionan los deberes correspondientes. Probablemente el mejor estímulo de los independentistas catalanes venga de Rajoy y el mejor incentivo para seguir votando al PP o a su sustituto Ciudadanos, venga de esa izquierda deslavazada que ya no puede, pero Podemos. Con el conflicto catalán se baten las poderosas armas de la semántica: que si hay presos políticos o que lo que hay simplemente es políticos que están presos, por delincuentes, y la diferencia es grande. Pero yo os aseguro que además y sobre todo hay políticos criminales. Esperemos que se limiten a robar gallinas. Tiene más castigo.

Ante una buena pinta de cerveza negra o tostada, el que suscribe es un anarquista de pura cepa, mis disculpas, pero in vino veritas. 



8 comentarios:

  1. Y además el circo mediático ya se encarga de asustar a los ciudadanos con crímenes más impactantes. Hace poco, aprovechando de modo repugnante la desgraciada muerte de un niño*, se ha agitado un debate absurdo respecto a la "seguridad", cuando en lo que se refiere a homicidios y asesinatos, España está entre los países mas seguros del mundo. Y triunfa, porque es mucho más fácil compadecerse de unos padres que lloran ante las cámaras que de una cantidad indeterminada de gente que no llorará, aunque sepan que se les hace mal.

    *Lo escribo así porque, de no mediar sentencia, no se puede declarar que sea asesinato aunque haya tantas pruebas en contra.

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    1. Las masas siempre son acríticas, frecuentemente fascistas. Conviene huir de las unanimidades, aunque los partidos las busquen porque piensan que sancionan lo que hacen aunque se equivoquen (ya sabes, en el aniversario del mayo francés, cien mil millones de moscas no pueden equivocarse: ¡come mierda!)

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  2. "... el mejor incentivo para seguir votando al PP o a su sustituto Ciudadanos, venga de esa izquierda deslavazada que ya no puede, pero Podemos". No te digo que no, pero diría que, al menos en los actuales momentos, tanto o más incentivo para votar PP o C's es el independentismo catalán. Nos gustan los extremos.

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    1. Sí, también el independentismo. Y viceversa

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    2. A veces es que no hay más alternativa que los extremos, cuando la historia muestra que, o rompes de una manera, o rompes de otra... Y si lo que quieres es romper, es decir, acabar con el orden establecido, pues te apuntas al movimiento que parece convencido de querer romper con el orden establecido. En el caso de los "indepes", lo que quieren es una República. Sí, los políticos que habia al frente del movimiento la han cagado (y pagan por ello), pero hablar del independentismo catalán sin pensar en las raíces profundas de las humillaciones que los catalanes acumulan (y una vez más aparece esa acusación de "victimismo"), me parece irrespetuoso. Tan irrespetuoso como de repente decidir que lo catalán es una invencion burguesa. Y perdonad otra vez el rollo, yo estaría más cómoda fumando canutos y cantando Songs of Freedom en la playa.

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    3. "En el caso de los "indepes", lo que quieren es una República." ¿haces un totum revolutum con todos ellos? Yo no: están los neotrosquistas de la CUP que en el fondo todo lo que tenía de moderno y alternativa a Stalín en su origen lo tienen estos de neolíticos tallando hachas d epiedra por un solo lado (les queda aún por descubrir la bifaz), están los románticos del 36, Esquerra, buenos chicos, d emisa diaria, y están los corruptos de Convergencia cambiándose d enombre cada dos por tres, ahora supongo que empezarán a llamarse Junts por Estremera. En lo único que se parecen es en cierta retórica del XIX reclamando una nación con estado propio a estas alturas. Por mí bien, pero ¿qué pasa con la mitad más uno que no están por eso?

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    4. jajaja, ¡tienes toda la razón! ¡Qué buen cuadro has pintado! si fuéramos ingleses o franceses podríamos troncharnos todos de la risa. Por suerte, en los mass media, siguen Wyoming y Polònia, así que algo nos quede de aquellas alianzas/invasiones.

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    5. Muy honrado de que me coloques en la misma línea que al Gran Wyoming y Polonia, porque el humor no es sólo distensión antiagresiva, sino una forma excelsa de inteligencia. A Wyoming en concreto lo uso para enterarme de las noticias, y no sólo para reirme de ellas.

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía