viernes, 30 de marzo de 2018

Un hermoso falso tapiz y una hermosa falsa nación: Girona Trail





Je ne fais pourtant de tort à personne

En n'écoutant pas le clairon qui sonne

La mauvaise reputatión, George Brassens



En el mundo pues no hay mayor pecado
Que el de no seguir al abanderado”
La mala reputación, versión de Paco Ibáñez


Cataluña no es una nación, sino un rincón eternamente victimista (a pesar de haber sido favorecido a menudo) de nuestra Península; al igual que Israel tampoco se comporta como es esperable en una nación que en cambio tiene todos los papeles ante la ONU, sino como una milicia armada. Francia sí; Alemania también (a veces por desgracia), hasta España o El Perú son naciones y no le veo la ventaja a eso, porque yo creo, aclaro, que toda nación es una nación de mierda, las banderas incómodas sustitutas del papel higiénico y los himnos mala música que no sólo no me enardecen sino que me ensordecen y si me hacen levantar, como en la canción de Brassens y en la versión de Paco Ibáñez, es sólo para cerrar las ventanas y volverme a la cama. Oigo a un prestigioso corresponsal extranjero que no hay buen periodismo sin preguntas. Por supuesto tampoco hay ciencia sin preguntas ni verdadero conocimiento de cualquier tipo sin preguntas. Pero el nacionalismo no tiene preguntas, sólo certezas, casi siempre falsas o manipuladas, por tanto, no es parte de ningún saber, sólo contiene emociones en flagrante contraste con las del resto del mundo, no es sino una pulsión exclusivista.

Dicen que sólo el de Bayeux, o Tapiz de la Reina Matilde, se le puede comparar. Probablemente sirvió de baldaquino en el altar, aunque otros piensan que lo hizo de alfombra en el concilio celebrado en esa ciudad en 1097. Hoy está expuesto en el museo capitular de la misma catedral. Sobre un fondo de lana de color terracota, discurren hilos bordados de color azul, celeste y marino, rojo, verde, amarillo y fibras de lino blanco. Representa tres ciclos o relatos, el del Génesis, que le da nombre, presidido por un Pantocrátor, el ciclo de los elementos cósmicos y el ciclo narrativo de la leyenda de la Vera Cruz de Santa Elena; se supone que los tres reflejan la salvación como propósito humano. Encima del Pantocrátor se representa, por así decir, los primeros minutos del Universo, cuando el hombre aún no había sido creado, la separación del cielo y las aguas y todo lo siguiente. Jesús está representado por un hombre muy joven y sin barba. También están en los bordes los cuatro vientos principales representados por jóvenes con alas en la espalda y los pies, a la manera romana, aunque oí al típico pomposo erudito (ma non troppo) espontáneo que compartía con nosotros la visita, que eran ángeles Cualquiera se lo discutía, sobre todo porque se andaba luciendo ante unas entregadas jovencitas. También están los meses del año en las franjas laterales, la luna, el sol. Y en la franja inferior Elena de Constantinopla habla con los judíos en Jerusalén mientras uno de ellos busca la Cruz y encuentra… tres (¿cuál será la buena?). La joven guía insistía entonces en explicarnos el asunto en catalán a los dos únicos visitantes que quedábamos, P y yo, cuando era evidente que éramos castellanoparlantes. Así que nos pusimos a hablarle en inglés y cuando ella azorada regresó a la cordura la explicamos que simplemente estábamos buscando un idioma como medio de comunicación común a los tres. El Tapiz de la Creación que atesora la catedral de la ciudad hoy más xenófoba de España, con permiso de algunas poblaciones de la Almería costera pero profunda de los invernaderos, no es un tapiz, sino un exquisito lienzo bordado, románico del siglo XI, de casi quince metros cuadrados realizado con la técnica primorosa conocida como pintura a la aguja (acu pictae). Un trabajo tan delicado como de colores intensos, creado para ilustrar teológicamente a una población por entonces mayoritariamente iletrada o analfabeta, como lo es funcionalmente la del cincuenta por ciento de los catalanes más gritones de ahora, sólo que sus dogmáticos agitadores no crean belleza, me parece. 

Lo he contado en otra ocasión; a finales del verano de 2014 fui en coche a Dover en busca de mi entonces mujer y mi perra y tras cruzar el estrecho correspondiente desembarcamos en un Calais alterado de inmigrantes desesperados y cruzamos en diagonal la dulce Francia hasta la Provenza y tras un poco de turismo atravesamos la frontera para arribar a Gerona donde P tenía un congreso, pero no sin antes visitar la catedral y buscar el Tapiz de La creación del mundo. Para mí y para muchos gozadores hay un triunvirato de bella vida, o de vita bella o de vita beata, formado en el suroeste de Europa, por la Toscana italiana, la Provenza francesa y el Ampurdán catalán y español. Un triángulo de belleza y del buen saber vivir. Pero al llegar ilusionados a la hermosa Gerona (no escribo Girona porque no lo estoy haciendo en catalán, como no escribo London salvo que lo haga en inglés), después de una estancia prolongada en Inglaterra y una grata travesía por Francia, por primera vez nos sentimos extranjeros y mal recibidos. Cuando hablar castellano en Cataluña se convirtió en un problema dejé de sentir afecto y respeto por el camino que había emprendido tantos, demasiados, catalanes. Como los fanfarrones, aunque éstos tengan en su haber verdaderos logros, el que los magnifiquen grandilocuentemente hace que pierdan todo su valor, sobre todo si desprecian los de sus vecinos. Cataluña ha perdido oxígeno, se ha hecho irrespirable, sobre todo en las zonas rurales, antes tan gratas, y en las urbanas, antes tan cosmopolitas, a toque de alzamientos nacionales donde sólo faltan los curas con trabucos, que tanto temía con razón Goya, y los segadores con hoces, que de momento se quedan en los himnos.

Estos indignados catalanes tan jóvenes e ignorantes, son necios además, porque ignoran lo que ignoran, no saben que no saben y además, me temo, les importa un bledo (una suerte de acelga silvestre, Amaranthus retroflexus, que apenas alimenta ni da caldo). No saben que las revoluciones nacionalistas, todas, son involuciones, palos en las ruedas del único progreso político evidente: la abolición de fronteras y la nación humana como única aceptable y no indigna. Las peleas por los territorios, como bien sabían los barones del Medioevo, son también peleas por sus súbditos (y sus tributos y su trabajo), que no ciudadanos.

Entonces me aterró ver la bella ciudad plagada de banderas separatistas, igual me habrían aterrado las unionistas. Ahora me entristece su réplica en Madrid, con sus balcones llenos de banderas españolas que siempre he asociado a un régimen perjudicial aunque las de ahora sean constitucionales y sin el aguilucho. Sí, quizás lo que menos perdono del catalanismo separatista es que haya hecho resurgir el unionismo españolista, cuando mi patria son la gente de cualquier sitio y su territorio el que abarcan mis zapatos.

He perdido el afecto por Cataluña y sus catalanes más fervientes como lo perdí en su día de mi lejana infancia por los curas, que en el fondo vienen a ser lo mismo: fanáticos bienintencionados (los más, no todos), y todos sabemos que las buenas intenciones no bastan, hace falta lucidez, inteligencia para desarrollar la verdadera bondad, la que hace mejor la vida para todos. No, ya no quiero a los catalanes, al menos a su mitad más conspicua y vociferante. Pero no los deseo ningún mal ni ningún castigo. Sería como deseármelo a mí mismo.

 CODA

A veces lo que se ve como causas sólo son pretextos y las verdaderas causas, las eficientes que diría Aristóteles, están ocultas en intereses oscuros de naturaleza económica o directamente delictiva. Nacionalismo rancio es una redundancia, como lo es cloacas del Estado, puesto que todo Estado es una cloaca que evita que los humanos nos muramos entre nuestra mierda, contra lo que creía Rousseau y lo que temían mis admirados ácratas. Todas las guerras del pasado siglo en Europa, las dos llamadas mundiales y la más cercana y terrible de la extinta Yugoeslavia, han sido causadas por esta lepra xenófoba disfrazada de amor a la tierra (y desprecio de la ajena). La otra gran causus belli histórica es la religión. Dios y patria son malos inventos además de ya innecesarios, 'cuestan' demasiado para lo poco que hoy ofrecen. El tercer mal invento es el capitalismo, basado inexorablemente en el intercambio desigual: de trabajo frente a capital, de pobres frente a ricos, de hombres frente a mujeres, de unas generaciones frente a otras (incluso las aún no nacidas como en el caso del medio ambiente y el agotamiento de recursos), de unas regiones geopolíticas frente a otras. El expolio y finalmente un cuarto invento: las fronteras, permeables para ricos, dinero y productos; herméticas y peligrosas para millones de seres humanos. Por eso no sólo no creo en Dios sino que no creo en su necesidad, aunque entiendo la que existió en el acientífico y temeroso pasado para inventarnos una y otra vez uno o muchos a nuestra imagen y semejanza. No creo en las fronteras pero entiendo por qué existen, no creo en el capitalismo pero entiendo por qué existe y a veces cómo funciona, y al que tampoco le veo sustituto, pero sí imagino necesarias y urgentes sogas políticas con las que controlarle; no creo en las patrias, esos lugares tan simbólicos como reales donde aleatoriamente nacemos, pero ahí está el mapa del mundo, un puzle de colorines. El caso es que me entristece ver tantas ventanas con banderas, me da igual de qué bando; me entristece ver más iglesias que bibliotecas, me da igual de qué religión, porque estoy convencido (escuchad, yihadistas idiotas del mundo) que es más sagrada la tinta del sabio que la sangre del mártir; me entristece este mundo tan fascinante y a la vez tan aberrante, tan bello y tan mísero. Creo que ser tolerante, ateo, apátrida, culto y consciente de los privilegios propios es una de la maneras más honestas de estar instalado en el mundo, aunque no digo que sea la única, pero sí más coherente que ser independentista catalán neotrosquista y aliado de burguesones corruptos. Creo que los seres humanos nos hemos metido en un angosto camino desde hace siglos y no sé si es un callejón sin salida. En los callejones sin salida en realidad si hay una, obvia: retrocediendo, aunque nunca se recorre exactamente el mismo camino, de la misma forma que no se baña uno en el mismo río, como bien señaló Heráclito y tan mal se le entendió, porque no se trata sólo de que el agua fluye, sino de que nunca somos los mismos los que volvermos a bañarnos en ese río distinto y el mismo, distintos y los mismos nosotros. Todo cambia, nada permanece, salvo la estupidez que no varía su menú a lo largo de la Historia. Así que Panta Rhei y Carpe Diem.




29 comentarios:

  1. El post es magnífico, pero me quedo con la parte de que no le perdonas al separatismo catalán haber hecho resurgir el unionismo español en el peor sentido de la palabra. Especialmente porque ver el conflicto como una dicotomía entre estos dos bandos permite a los necios de ambos lados odiar cómodamente a todo el que no comparte su rollo.

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  2. Pues sí, el maldito si no estás conmigo estás contra mí de los unos y los otros.
    Y gracias

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  3. Algunas ideas, como quien piensa con el teclado.
    El fin de la pax americana, y la configuración de un mundo sin polos es el color del tiempo. Nadie se ha propuesto brindar un nuevo orden para todos, creo que esto define la ausencia de polos, y al hacerlo excluyo a los fanáticos musulmanes por extemporáneos.
    Estos terremotos conceptuales producen muy habitualmente un retroceso a posiciones viejas consideradas seguras. Los amados catalanistas, los votantes de Trump contentos con una incipiente guerra comercial, y los xenófobos que medran como hongos luego de la lluvia los veo como fenómenos (¿Puedo decir freaks?) de un mismo movimiento.
    Considero el signo de estos tiempos como fugaz. Buscando antecedentes inmediatos de similares épocas, pienso en el mundo de hace cien años. Un creciente internacionalismo (monedas de libre intercambio, capital financiero muy móvil, explosión la cantidad de viajeros y migrantes), con cambios culturales irreversibles (el fin del clericalismo y del maquinismo decimonónico, la aparición de voces de los excluidos: los habitantes de las colonias, las mujeres europeas y americanas, las minorías étnicas) y el fin del imperio británico dieron un tembladeral de dos guerras mundiales, y la desaparición de casi todos las colonias.
    Todo se resignificó: el orden económico no dejó de ser capitalista, pero fue otro capitalismo. Las naciones siguieron en muchos casos, pero cambió mucho la relación de las personas con su nación o patria. Las guerras cambiaron tan radicalmente, que creo que con la excepción de la guerra de los seis días Árabe-Israelí no ha habido cambio de fronteras de resultas de una guerra.
    Voy a extrapolar, que es lo único que sé hacer cuando no sé nada: Esperemos transformaciones del orden económico que un trotskista tildaría de cosméticas, mejorando la distribución del ingreso porque la desigualdad de ingreso se ha vuelto culturalmente insoportable. Las naciones seguirán, pero como nadie se emperra en ser catalán largo tiempo, salvo que tengas muy buenos intereses para hacerlo, se irá diluyendo este fervor en un nuevo y aburrido status quo. Algo así como el sacro imperio romano, que no era sacro, no era un imperio y tampoco romano. Los europeos y los norteamericanos se volverán más pobres, por ser menos y más viejos. Quizás sean más amargos pero menos triunfalistas, pienso en los personajes de “Los invictos” de Faulkner como imagen. El calentamiento global se volverá acuciante, estamos jugando con fuego con las catástrofes ambientales y un día ocurrirá “the big one” y la respuesta será espástica y muy entusiasta. No veo agotamiento de recursos, hace mucho tiempo que inventamos recursos donde no había nada y no lo dejaremos de hacer en este tiempo de costo marginal cero y virtualización desbocada. No sé si lo veamos, pero el automóvil produjo tal transformación del hábitat humano que esperemos ver a las ciudades cambiar mucho cuando la movilidad se vuelva un servicio público.

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    1. Caramba! Casi es un post tu comentario. Me doy la enhorabuena si te lo he sugerido yo, creo que no. Estoy de acuerdo con muchas de tus opiniones, con otras no, pero son sugestivas porque son este presente.

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  4. Acabo de leer tu extensa reflrxión, en parte ya conocida. Chapeau!, para seguir con expresiones en otras vías de comunicación verbal (bueno, en este caso, escrita).

    Valeriano

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  5. Suscribo y plaudo el post.

    Tan sólo una duda: ¿por qué Cataluña no es una nación? Por supuesto, coincido contigo en que serlo no es nada maravilloso ni de lo que sentirse orgulloso. Pero, ¿qué entiendes por nación –al margen de que a ambos no nos guste– para decir que Cataluña no lo es y sí el Perú, por ejemplo?

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    1. Es casi tautológico: porque nunca lo ha sido, como la Rioja y a la inversa que Aragón o Castilla, cuando lo sea, cosa wqu dudo, lo será. Tautología pura y dura

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  6. Coincido en que el post es magnífico y redondo, difícil empaquetar de modo más armonioso tantas ideas, tan amplia cada una en sus implicaciones y tan eficazmente aunadas en una perspectiva común. Siento no haber estado disponible para comentarlo en su momento, pero más vale tarde que nunca.

    Me sorprende la pregunta de Miroslav acerca de por qué Cataluña no es una nación. En primer lugar, porque creo que no tiene más posible respuesta que la efectivamente obvia y tautológica que le das, que estoy seguro de que Miroslav era capaz de dar él solito. Pero sobre todo porque ¿a quién rayos que no sea nacionalista puede parecerle relevante a estas alturas que Cataluña, o Perú, o España, o Soria, sean o no una nación? Siempre hemos dicho que mucho más importante que tener las respuestas correctas es saber hacer las preguntas correctas. La de si algo es o no una nación no solo NO es la pregunta correcta, es, tanto tanto si se dice que sí como si se dice que no, la respuesta equivocada. Yo creo que eso es, precisamente, una de las cosas que daja claras este post.

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    1. No, que Cataluña sea o haya sido una nación o no, no se responde, en mi opinión de forma tautológica. Me da la impresión de que ambos estáis identificando "nación" con "estado". Pero es que, aún así, tampoco es tan evidente que Cataluña nunca haya sido "estado", porque lo cierto es que casi desde su origen ha tenido lo que ahora llamarían "estructuras de Estado" (por ejemplo, nunca se integró en Aragón de modo análogo a cómo se integró Andalucía en Castilla).

      Cuestión distinta es la importancia de la pregunta. Tampoco coincido con Vanbrugh: lamentablemente la tiene, y prueba de ello es que el nacionalismo (que se basa en la existencia de esos entes imaginarios llamados naciones) sigue teniendo una fuerza muy relevante en la vida social y afecta a los individuos. Naturalmente, como bien dice Lansky, para mí el progreso iría en el sentido de hacer desaparecer la naciones (y la sfronteras entre los Estados). Pero ello no es óbice para que la existencia de los actuales Estados se base, entre otros factores, en una legitimación social de los mismos por sus ciudadanos. Y uno de los elementos más relevantes para esa legitimación son los sentimientos de pertenencia a la misma tribu; es decir, que somos una nación.

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    2. Enfrentando lo emocional o sentimental a lo racional, en lugar de conciliandolos. Igual que con las religiones, reivindicó un 'laicismo' cívico en esta lata de las naciones

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    3. No, no estoy confundiendo nación con estado, yo no, desde luego, y me da toda la impresión de que tampoco Lansky. Sobre qué cosa es una nación, y sobre si lo es o no Cataluña, o hasta España, hemos discutido ya tanto y tan hasta la saciedad, en este blog, en el tuyo y hasta en algún otro, que al ver resurgir la pregunta siento algo muy parecido, creo, a lo que debieron experimentar los protas de "Alien" al ver aparecer de nuevo, tras su larga lucha de toda la película, al monstruo que creían muerto.

      A mí, desde luego, me parece evidente que Cataluña no es ni nunca ha sido una nación, pero los argumentos en que baso esta opinión -y las correlativas de que el de nación es un concepto superfluo y dañino, y de que aceptar la pregunta sobre si algo es o no una nación es el primer y erróneo paso para dejarse llevar al peligroso juego del nacionalismo, en el que una vez has entrado solo ellos pueden ganar- los he expuesto tantas y tan agotadoramente pormenorizadas veces, y precisamente en conversaciones contigo, que renuncio a hacerlo una vez más. Creo que puedes hallar un buen resumen en los comentarios a un post tuyo de 10 de octubre de 2014, pero no es, estimo, más que una décima parte de lo que al respecto tengo escrito, fundamentalmente en tu blog y también en el de Lansky, e incluso en el mío, durante los últimos diez años.

      En cuanto a tus argumentos para defender lo importante del concepto "nación"... también como siempre a lo largo de los diez últimos años a mí me parecen, precisamente, los argumentos más pertinentes para explicar por qué los no nacionalistas nunca debemos aceptar como válido el concepto, ni dejarnos enredar en cuestiones sobre él. Decir que debemos considerar importante el concepto de nación porque en él se basa el importante problema del nacionalismo me parece equivalente a defender el derecho a llevar armas para defenderse de la plaga de asesinos francotiradores. Me sorprende que, en esta cuestión del nacionalismo, razones de un modo que encuentro muy similar al de Trump o la Asociación Nacional del Rifle en el asunto de las armas de fuego.

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    4. Pues sí, un día de la marmota, pero vamos, ya sabemos que Miroslav no es Trump

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    5. Precisamente porque sé que Miroslav no es Trump es por lo que me llama la atención que a veces sus razonamientos me recuerden a los de Trump. Si pensara que Miroslav tiene en común con Trump algo más que una semejanza lejana, solo formal, solo desde mi punto de vista y solo en lo referente a un asunto concreto, no me molestaría en señalarla, ni en utilizarla como argumento al discutir con él. Ni en discutir con él.

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    6. Claro, lo sé, pero no deja de ser un argumento ad hominen que no es lo más correcto. Yo prefiero, cariñosamente, tildarlo de empecinado o hasta pesado.

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  7. Vanbrugh: En el pst mío que citas no he encontrado argumentos tuyos que demuestren que Cataluña no es una nación. Sí muchos, en cambio, sobre que el concepto de nación es dañino, lo cual comparto. También algunos tuyos que pretenden demostrar que las naciones no existen, lo cual no comparto en sentido absoluto pero que, en cualquier caso, tampoco valdría al hilo de esta discusión sobre una frase de Lansky, ya que éste asume que sí hay naciones (el Perú, entre ellas).

    Pero, en fin, yo también estoy un poco harto. Incluso de que se me llame "empecinado" cuando sólo he preguntado por qué se afirma que Cataluña no es una nación (sin siquiera afirmar que lo sea, aunque creo que sí, que en el sentido en que habitualmente se emplea el concepto nación en la historia y en la sociología, Cataluñe cumple las notas definitorias del mismo). Responder que es evidente a mí se me antoja una muestra de pereza intelectual cuando no de desprecio.

    Pareciera que la única actitud válida para no ser acusado de nacionalista es negarse a aceptar el concepto de nación o a negarlo dogmáticamente. Lamentablemente, mucha gente cree que las naciones existen. Sobre las naciones y el nacionalismo hay literatura académica abundantísima y nada despreciable. Que esa idea "mítica" de nación no solo lleva mucho tiempo existiendo sino condicionando de modo formidable la vida de los seres humanos, es un hecho irrefutable. Por tanto, hay material más que de sobra para discutir sobre si Cataluña es o no una nación; en absoluto es algo evidente (ni en uno ni en otro sentido). Cuestión distinta, y absolutamente respetable, es que no se quiera discutir sobre ese asunto. Cuestión distinta, y ya no tan respetable intelectualmente, es que se den por verdades incuestionables que ciertas entidades son nación y otras no.

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    1. Lamento sinceramente que te moleste lo de empecinado, a mí no lo de perezoso ya que a menudo me cuadra.
      Las naciones existen, aunque con el 'formato'actual de naciones-estado, desde hace poco en termminos historicos y sin ellas no se explica ese discurrir.
      Cataluña nunca ha sido una nación en el pasado, aunque sí un territorio peculiar dependiendo de otras naciones. Obviamente no lo es ahora y veo difícil y escasamente productivo para nadie que lo sea en el futuro.

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    2. Las "naciones" como realidades territoriales asociadas a un concepto más o menos ambiguo, existen desde antes de los actuales "estado-nación". De hecho, se llaman así justamente porque se empezó justificando que lo que se constituían como estados (entidades políticas con estructuras de poder) eran las naciones (lo cual, por cierto, distaba de ser verdad en muchos casos). Una vez constituidos los Estados-nación, todos se ocuparon de fomentar el carácter nacional de la integridad de su territorio.

      Depende cómo entendamos el concepto "nación" cabrá decir si Cataluña es o ha sido nación. Vuelves a afirmarlo sin argumentar nada. Sigo pensando que lo que en realidad estás diciendo es que Cataluña nunca ha sido un Estado. En el sentido moderno del término (desde el XIX), desde luego que no. Ahora bien, si nos vamos a etapas anteriores a 1714, tampoco es del todo verdad que fuera un territorio dependiente de otras naciones (y me extraña que habiendo leído al menos a Elliott digas eso).

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    3. Hombre, Miros, claro que ni en los comentarios a ese post, ni en ningún otro sitio, has podido encontrar argumentos míos que demuestren que Cataluña no es una nación. Nunca en la vida he pretendido, ni me ha parecido importante, ni posible, "demostrar" tal cosa. Como bien dices, toda mi argumentación está encaminada a exponer -no creo que en estas materias sea posible, ni necesario, "demostrar" nada- mi opinión de que el único modo eficaz de luchar contra el nacionalismo, tarea que considero imprescindible y urgente, es desmontar el dañino concepto de nación, y, precisamente, negarse a entrar en semejante cuestión. Si alguna vez hubiera intentado demostrar que Cataluña no es una nación, con ello le habría hecho el juego a los nacionalistas, aceptando sus premisas y sometiéndome a sus reglas. Justo lo que creo que NO hay que hacer. Me la suda si Cataluña es o no una nación. Creo que hay tantos motivos para decir que lo es -o que no lo es- como los hay para decir que lo son, o que no lo son, Teruel, Baviera o Syldavia. Con lo que no estoy diciendo que no existan tales motivos, sino que me dan igual, que la pregunta acerca de qué cosa es una nación, y por qué, no solo no me importa sino que me parece dañina y falsa, el exacto modelo de pregunta incorrecta, que no contribuye a resolver problemas, sino que es, exactamente, la causa de los problemas.

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    4. Entrar en crítica de intenciones no es desde luego una buena forma de argumentar. Bien, Miroslav, creo que lo que voy a decirte te va a molestar más que llamarse empecinado, aunque no es mi intención. A veces pienso, me das esa impresión, que lo que te interesa es ‘ganar’ las discusiones, no aclarar las cosas en un buen debate. Las "naciones" como realidades territoriales asociadas a un concepto más o menos ambiguo, existen desde antes de los actuales "estado-nación".. Claro, y según eso, mi barrio de Bellas Vistas en Madrid resulta que podría ser una nación ni más ni menos como supuesta o realmente lo es o lo ha sido Cataluña. Pero resulta que estamos hablando de naciones al hilo de las pretensiones separatistas de una fracción territorial de una nación sin duda que es España, y lo que se pretende, como los vascos separatistas, es obtener el estatus de nación como nación estado. En cuanto a que te extraña que habiendo leído a Elliot yo sostenga tales argumentos, puede suceder dos cosas, que no lo haya leído y diga que sí o que lo haya leído y no lo haya entendido tan bien como tú. Una tercera posibilidad que tú parece que no contemplas, es que lo haya leído y no haya sacado las mismas conclusiones que tú, dado que se trata de un ensayo histórico y no de un teorema matemático, dos formas de verdad muy distintas y muy diferentemente falsables.

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    5. No, Lansky, me creas o no, lo que me interesa no es ganar las discusiones sino aclarar las cosas. Si dices que Cataluña no es una nación, te pregunto por qué lo dices, y me contestas que es una tautología. Eso para mí, no es buen debate, como dices. Me encanta que me convenzan con argumentos; lamentablemente, tú rara vez argumentas, te limitas a afirmar.

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    6. Te recuerdo, Vanbrugh, que la cuestión no era si era relevante o no que Cataluña fuera o no una nación. Lansky había afirmado que no lo era y yo le pregunté por qué. Tú contestaste (antes de decir que te parecía irrelevante) que la respuesta de Lansky era correcta: es decir, que era evidente (tautológico) que no era una nación. Discutir sobre la relevancia o no del concepto de nación es otro asunto en el que yo no había entrado.

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    7. De acuerdo: tu virtuosamente argumentas en tanto que 'yo me limito lamentablemente' a afirmar sin argumentar...Me pregunto, y no es retorica, porque te tomas la molestia de debatir conmigo e incluso, ya puestos, de pasarte por este blog donde eres siempre bienvenido pero que rebaja tu excelsitud

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    8. Bien: yo creo, como Lansky, que Cataluña no es ni ha sido nunca una nación. Pero mis motivos para creerlo así no son los mismos que los suyos, aunque mi apresurada aquiescencia -debida, fundamentalmente, a lo poco que me importa el asunto y a mi creencia, equivocada al parecer, de que estaba ya más que ventilado entre nosotros- haya podido dar esa impresión.

      Yo creo que Cataluña no es una nación -y pensaba que a estas alturas de nuestras conversaciones de años sobre el asunto no hacía falta ya decirlo, por sabido- porque no creo que nada sea una nación; o, si prefieres que lo diga de un modo menos agresivo, aparentemente opuesto pero para mí exactamente equivalente, que es una nación cualquier grupo humano del que sus integrantes decidan afirmar que lo es. Como creo el de nación un concepto enteramente artificial, basado solo en la autoafirmación voluntarista y en ninguna otra cosa objetiva, Cataluña -y España, y Jaén- serán, para mí, naciones si sus habitantes deciden afirmar mayoritariamente que lo son, y no lo serán en tanto no lo hagan; puesto que, para mí, ser nación no consiste en ninguna otra cosa que en creer y decir que se es nación.

      ¿Es nación Cataluña? Sí, si una mayoría de sus habitantes da en creerlo y afirmarlo así. No, en tanto no suceda tal cosa -y los datos electorales me dicen que de momento no sucede, aunque está cerca; por eso afirmo que no lo es-.

      ¿Ha sido Cataluña alguna vez nación? No, en mi opinión, puesto que estoy convencido de que nunca en la historia ha sido mayoritaria entre los catalanes la creencia de ser una nación, y de que, hasta comienzos del siglo XX, para la inmensa mayoría de catalanes la pregunta de a qué nación pertenecían no tenía otra respuesta imaginable que España.

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    9. Indudablemente, Vanbrugh, esa es una posibilidad no descartable, que nación sea aquella que sus habitantes mayoritariamente consideren que lo es. Pero no estoy de acuerdo. En otros ámbitos, poeta sería el que decidiera que lo es, como astronauta o bombero. Por el contrario, yo creo que poeta es aquel que los demás lo reconocen como tal. Igualmente son naciones aquellos territorios que los demás y principalmente otras naciones reconocen como tal. Y nuevamente España lo es, como el Perú, pero Cataluña no, como se ha ido viendo.

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    10. Comentario marginal: como, lamentablemente, no es infrecuente que suceda entre vosotros, la discusión ha tomado un penoso carácter personal y un tono desagradablemente agrio. Intento ignorarlo y mantenerme al margen, pero no puedo negar que me molesta, me entristece y no lo entiendo.

      La molestia es, además, doble porqueme dificulta hacer ciertas observaciones que en un contexto más pacífico no tendrían ninguna importancia pero en este pueden sonar mal y contribuir involuntariamente al ambiente general de gresca. Voy a hacerlas, de todos modos; no veo por qué yo tendría que cortarme de decir lo que pienso del modo más amable posible solo porque a vosotros lo de la amabilidad parezca no importaros demasiado:

      No, no creo que la única actitud válida para no ser acusado de nacionalista es negarse a aceptar el concepto de nación. No soy quién para decir qué actitudes son válidas y cuáles no, no soy quién para acusar a nadie de nada, nunca he hecho ni he intentado hacer ninguna de estas cosas y, francamente, me molesta que se diga que "pareciera" que las hago.

      Sí soy quién, y eso he hecho, para exponer mi opinión de que sólo negando el concepto de nación se lucha eficazmente contra el nacionalismo, y la de que aceptar el concepto, emplearlo y tratar de determinar cuándo es oportuno y cuándo no, es hacerle inevitablemente el juego al nacionalismo.

      Tampoco crteo que haya nada de dogmático en estas opiniones mías ni en el modo en que las expongo -no, desde luego, más que en las contrarias-; y sí, también me molesta, no tengo por qué ocultarlo, que, a mi juicio sin ningún motivo, se dé a entender que sí lo hay.

      Pareciera, por terminar y para glosarte, que el único modo de no ser acusado de dogmatismo es aceptar dócilmente las posturas ajenas que no nos parecen aceptables, y entrar mansamente a considerar de lo que pensamos que no debe ser objeto de nuestra consideración.

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    11. En tú último párrafo de tu último comentario, Vanbrugh, no sé si te refieres a mí o a Miroslav, aunque me da igual.

      No pretendo ser 'agrio', como dices, con Miroslav, ni sé ni me importa demasiado si él lo está siendo conmigo. Después de muchos años en que he aprendido a soslayar con escueta simplicidad su -para mí- gusto bizantinista a los detalles irrelevantes(que Miros considera que son mis afirmaciones en lugar de demostraciones) , me afecta poco su displicencia y autoensalzamiento; la autoestima es una útil virtud, siempre que no se deslice al vicio del desprecio a los demás. Yo me aprecio, y divertidamente aprecio a Miros, y a tí y tu afan de sermonear, Vanbrugh.

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    12. Últimas consideraciones a este tema porque, en efecto, también me desagrada el tono agrio.

      Vanbrugh, en relación a tu comentario de la 1:15 (Lansky sigue en con el horario californiano): Si nada es una nación (con lo cual podría estar de acuerdo), Cataluña no es una nación, desde luego, como tampoco lo es España o el Perú. Si una nación es cualquier grupo humano en el que sus habitantes sienten que lo son (definición, por cierto, que comparto y coincide bastante con la que expuse en el post que citas), habrás de admitir que, como hay catalanes que creen ser nación, existe la nación catalana. No hace falta que sean mayoría (aunque yo diría que por lo menos sean sufciientemente significativos). En todo caso, una cosa es que no haya una mayoría de catalanes que quieran ser un Estado independiente y otra distinta cuántos consideran que son una nación (aunque parte de ellos admitan su integración en el Estado español). En mi opinión, sí creo que hay hoy mayoría de catalanes que consideran que son una nación y, desde luego, a lo largo de la historia ha habido muchas etapas en que casi todos consideraban que Cataluña era su nación (y así se hablaba con naturalidad).

      De otra parte, en relación a tu comentario de la 1:40, simplemente aclarar que en absoluto te considero dogmático, todo lo contrario. Dogmático es quien afirma algo sin molestarse en argumentarlo y para nada es tu caso.

      Lansky: Por más que reviso lo que escribo no encuentro en qué soy displicente y cómo me autoensalzo. No ocurre, creo, cuando digo que afirmas en vez de argumentar. Tú mismo ahora lo confirmas: has aprendido a soslayar lo que consideras detalles irrelevantes. Pones continuamente juicios de intención en mis comentarios; yo simplemente te preguntaba por qué considerabas que Cataluña no es una nación y el Perú sí. Soslayaste la respuesta diciendo que era tautológico. ¿No es eso una muestra de displicencia o de desprecio al otro? También, ahora, me pregunto qué significa apreciar “divertidamente”, pero prefiero que no me lo aclares. (Lucas 6, 41).

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    13. Si me permites el coloquialismo eres como el aceite, siempre quedando encima, Miroslav. En cuanto al tono agrio no es sólo imputable a mi, adjudícate tu parte. Y ya te he explicado mas que de sobra lo que quería decir con lo de tautológico, y tú dale que dale

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía