martes, 29 de mayo de 2018

Moral y economía




Quizás hayáis reparado en que todos los grandes economistas son o fueron moralistas, como Smith o como Marx, sin ir más lejos.En cambio, los escritores, por llamarles algo, de libros, por llamarlos algo, de autoayuda, son cualquier cosa menos una ayuda y tampoco son morales ni económicos. Escribir un libro no sólo malo sino nefasto, un Mein Kampf de andar por casa;plantar un árbol que seque el pozo de la comunidad en la que se asienta y tener un hijo que se convierta en un asesino en serie. En este lamentable, tristísimo caso, falló el azar, ese enorme cabrón que sólo sirve para que se arruinen los pobres que no saben matemáticas en los casinos o jugando a la lotería. No falló la moral paterna ni si me apuran la economía. El objeto de la moral es el mismo que el de la técnica: mejorar la vida, aunque a menudo la empeore, en ambos casos. Hay dos opciones, la de los políticos corruptos y los empresarios sin escrúpulos, que optan por mejorar su vida a cosa de empeorar las de los demás y que además están convencidos de que lo segundo es condición para lo primero; o la de los santos y los mártires, que deciden mejorar la vida de los demás a costa de sacrificar la suya, que, masocas ellos, estoy seguro que es lo que más les motiva, porque lo del bien común es mucho más abstracto que lo del daño propio, bien tangible. Pero en realidad y por fortuna en este caso hay una tercera vía real, nunca mejor dicho: mejorar la vida de los demás y de paso la propia puesto que nos consideramos sanamente uno más. A los primeros les llamamos inmorales o amorales y a los segundos desprendidos, pero morales sólo somos los terceros. La moral y la economía financiera casan mal, pese a la amistad entre Hume, fundador de una moral moderna independiente de la religión, y Adam Smith, el padre del liberalismo económico. 

Dicen que Margaret Thatcher siempre llevaba en su bolso su ejemplar de La riqueza de las naciones (pobre Smith, defendía un mundo sin fronteras para el comercio y acabó sus día de aduanero). Dudo mucho que ningún político español, pero especialmente los que claman por una moral colectiva lleven encima, hayan leído o siquiera sepan de qué va Diálogos sobre la religión natural. 

Fueron amigos. Dos escoceses que marcaron el pensamiento occidental desde el siglo XVII. Murió primero el moralista y el economista en su Carta a Strahan, dejó fijadas las últimas palabras de Hume: “Estoy muriendo tan rápido como desearían mis enemigos, si es que los tengo”, “y con tanta serenidad y alegría como podrían desearme mis mejores amigos”. Dos grandes de la ilustración escocesa.

6 comentarios:

  1. Lo peor de todo es que vivimos en un mundo en que se acepta con alegría cínica que un sujeto le atribuya sus ocurrencias a un clásico, aunque para que sea así haya que adaptar su pensamiento original con calzador. ¡Qué menos que no revolcar por el fango el nombre de otros y defender las estupideces propias!

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    1. Los que reivindican a Smith suelen ignorar que era partidario de la intervención política del Estado para controlar el exceso de codicia.

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  2. A tus tres opciones le falta una, no por absurda inexistente, que es la de empeorar la vida de los demás y además la propia. Con ésta se completa el cuadrante de las interacciones del comportamiento según sus efectos sobre uno mismo y los demás, que explica brillantemente (y muy divertidamente) Carlo Cipolla en su genial Teoría de la estupidez. A los que tú llamas inmorales él los llamaba malvados, a los que tildas de desprendidos, él los denominaba incautos, y a los que calificas como morales, el italiano les decía inteligentes. Son, al fin y al cabo, diferencias meramente terminológicas. En cambio, más relevante es que no hayas mencionado a los estúpidos, porque son ellos, según Cipolla, los más dañinos.

    En otro orden de cosas, ese frecuente entre tantos denigrar de los llamados “libros de autoayuda” me parece un tanto injusto. En primer lugar, como ocurre en todas las categorías, hay libros buenos y malos. Denigrar la categoría equivale a decir que la literatura de ciencia ficción es mala. Aún así, admitiría esa opinión de alguien que hubiese leído un porcentaje muy relevante (para legitimar estadísticamente sus conclusiones) de los muchísimos libros de autoayuda que se publican y concluyera que la enorme mayoría son muy malos. Pero, curiosamente, quienes hacen esos juicios no suelen haber leído casi ninguno, precisamente porque ya saben que son muy malos ¿cómo?

    De otra parte, esa condena al género podría deberse, en algunos, a considerar que esos libros no ayudan o tal vez que no se puede ayudar a nadie mediante un libro. A veces, en esas opiniones subyace una proyección a la humanidad del yo del crítico; que uno considere que no le pueden ayudar esos libros no significa que a otros no les ayude (incluso he conocido personas cuya negación de la capacidad de que uno de esos libros les ayude nace de una desmesurada soberbia). Sin embargo, lo cierto es que a muchas personas esos libros les han ayudado. Puede que porque fueran muy “tontos” o porque estuvieran especialmente receptivos a cualesquiera consejos y recetas mínimamente bien presentados debido a estar pasando por una situación anímica dolorosa. Razones puede haber muchas, pero lo que es verdad es que hay quienes, en momentos concretos de su vida, han hallado ayuda en libros de autoayuda.

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    1. A mí no me parece correcto comparar la autoayuda con la SF bajo el argumento de que los hay buenos y malos. No es cierto. En la SF sí, pero los libros de autoayuda son todos pésimos porque lo es su pretencioso propósito, salvo que consideres autoayuda a Marco Aurelio o a Séneca, yo no. Los libros de recetas solo valen en cocina.

      Y sí, Cipolla habla de los estúpidos y yo comparto con él, y lo he repetido en ocasiones, que son más dañinos que los malvados, pero ese no era mi objetivo; por otro lado, los abnegados mártires también son estúpiodos, igmorando que es más santa la tinta del sabio que la sangre del martir. Pero como sé ue te gustan los matices, aquí te digo: los libros de autoayuda son todos una mierda.

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  3. Lo entiendo y comparto tus reflexiones. Lástima que tanto Smith como Marx hayan sido absulutamente tergiversados por sus supuestos seguidores..

    Salud

    Valeriano

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía