miércoles, 13 de junio de 2018

Sugerencias paseando, 2


En el siglo VI y VII el erudito Isidoro de Sevilla se hacía eco del los relatos de algunos viajeros a las remotas islas asiáticas de la especias para explicar por qué y cómo era la pimienta negra. Resulta que los árboles de la pimienta crecían en bosques plagados y así custodiados por multitud de serpientes venenosas, por lo que los lugareños provocaban incendios para espantarlas y así recoger los frutos que resultaban ennegrecidos y rugosos, chamuscados. Isidoro, en sus maravillosas Etimologías (una forma de abordar todo el conocimiento de la época) no era especialmente crédulo comparado con la mayoría de sus contemporáneos, pero era un hombre de su tiempo y creía muchas cosas que se creían por entonces. Exactamente igual que ahora; personas cultas e inteligentes, aupadas además a la rumorología de las redes sociales, creen en los equivalentes a esos bosques de las Molucas plagados de ofidios mortales.


He estado en la selva. En la selva, bien llamada infierno verde, los pájaros no cantan: chillan de dolor y los humanos no viven, por muy prodigiosos que nos parezcan sus parcos recursos: sobreviven. Todo es muy admirable, pero sólo los urbanitas se admiran suficientemente.


Sólo los intelectuales o los salvajes que pintan sus cuerpos desnudos de azul consideran que las cosas triviales, como que te duela la cabeza, son símbolos de algo. El pensamiento mágico sobrevive en ambos grupos.

2 comentarios:

  1. Como que es una característica de la mente humana que se subestima demasiado fácilmente. En las redes sociales, leí las palabras, mejor dicho el rollo, de uno de esos popes del ateísmo que decían, y supongo que el tío lo creerá a pies juntillas, que los niños nacen siendo ateos como él. ¡Hay que ser ingenuo! Y además, cae en una falacia naturalista bastante obvia.

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    1. Los niños, en cierta forma, nacen siendo tontos del culo, y luego algunos consiguen seguir siéndolo de adultos

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía