sábado, 1 de febrero de 2020

MI guerra civil


Yo nací diez años después de que acabará la Guerra Civil española. Y sin embargo la he vivido. Cuando comenzó, mi futura madre era una niña de siete años. Aún hoy en día la asustan los ruidos de explosiones, truenos o petardos como secuela del terror que sufrió durante los bombardeos de Madrid. Pero de igual modo que las guerras civiles son algo distinto de las guerras sin más, también lo son las posguerras, porque después de ellas no llega la paz, sino la victoria, y las revanchas, la larga noche gris. Una guerra civil es una enfermedad; como ella se lucha dentro de uno mismo, el enemigo es interior. Y además esta guerra fue el prólogo, el ensayo general de la Segunda Guerra Mundial. Ese enemigo interior, el de unos y otros, rojos o nacionales, alimentando sus propagandas recíprocamente, despojó a los oponentes de su condición humana y de su ciudadanía para convertirlos en traidores. No fue, pese al dicho repetido una guerra fratricida, los antaño hermanos se convirtieron en enemigos sin rostro a los que no había que dar cuartel, las afinidades de grupo y de comunidad se diluyeron en las de clase social.


También es engañoso el eje o divisoria de izquierdas y derechas porque había, hubo, y como veremos aun hay, otros dos: centralismo frente a independencia regional, y autoritarismos contra libertad. Los nacionales, más desgraciadamente coherentes aglutinaron todos esos extremos: eran de derechas, eran centralistas y eran autoritarios, en tanto que en las izquierdas, la República, eran un crisol de incompatibilidades (como ahora) y mutuas sospechas, con centralistas (jacobinos) enfrentados a nacionalistas o regionales y autoritarios (comunistas) enfrentados a libertarios (anarquistas y anarcosindicalistas). Esa mayor coherencia de los sublevados explica en parte su éxito, además del apoyo de la Alemania Nazi y la Italia fascista, en tanto que la URSS solo ayudaba a la entonces aún pequeña facción comunista y no sólo contra los rebeldes sino contra socialistas, anarquistas y republicanos. Ya se sabe que el enemigo más enconado es el más próximo.


Yo podría limitarme a decir que sufrí durante mi infancia y mi primera juventud la posguerra opresiva y vengativa, pero no fue sólo eso. Tras la guerra no llego la paz sino la victoria, que era algo muy distinto, se siguió persiguiendo y matando, se mantuvieron los dos bandos, aunque el vencido en el exilio o temerosamente callado (en el exilio interior). La obsesiva sed de venganza de Franco nunca cedió ante los republicanos vencidos.


Esos dos bandos, y consecuentemente la guerra civil entre ambos, sigue existiendo hoy. Basta saber que el partido hegemónico de derechas es heredero del franquismo, (aunque se llame con acierto franquismo sociológico) y fue fundado por antiguos ministros de la dictadura. Incluso la extrema derecha hoy existente es una soterrada escisión de ese partido. Hay que entender esto para entender España. Las izquierdas, así en plural, siguen en tanto divididas, entre autoritarias y libertarias y entre centralistas y regionales. Precisamente, una de las incoherencias no resueltas de la izquierda española es su simpatía con los independentistas regionales, lo que contradice la raíz internacionalista de toda izquierda en otros pagos, y el absurdo de un partido independentista que se dice de izquierdas (Ezquerra Republicana).


Claro que España ha cambiado y ha mejorado, pero ahi siguen esos cálculos renales que la nación no ha conseguido expulsar del todo. Los miedos al bolchevismo, tan anacrónicos hoy, y la influencia del pensamiento (por llamarlo algo) del nacionalcatolicismo persisten. Llamar comunista a un rival sigue siendo un insulto, cuando los peores compañeros de viaje siempre han sido los anticomunistas y lo dice convencido alguien que nunca ha sido ni una cosa ni la otra.


¿Enterrar a los fusilados de la posguerra es abrir viejas heridas? Hombre no, sería más bien cerrarlas, y eso en caso de que alguna vez se hubieran cerrado, cosa que no creo. ¿Exagero? Muchos no saben que hasta nueve años después de la guerra civil, el 17 de abril de 1948, el general Franco no dio por terminada la contienda, dando por fin fin al estado de guerra en España. Por cierto, ¿sabéis quién inventó la expresión Estado Español para referirse a España, ese término tan bobo y querido por algunos izquierdistas? Franco, para evitar referirse a una forma de estado que ya no era un reino pero menos aún una república. Y no lo iba a llamar dictadura, claro. 

Mi madre sigue teniendo a sus noventa años pavor a las tormentas y yo aún sigo esperando, iluso de mí, a que acabe la guerra civil.

2 comentarios:

  1. Se resume en una truculenta palabra: cainismo. Matar al hermano con una quijada de burro: ¡Qué apropiada manera de representar la violencia que ahoga el diálogo!

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    1. Tambien, como ahora, fue una guerra de ricos contra pobres. Y ganaron los ricos

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía