martes, 14 de julio de 2020

hibakujumoku




La ciencia no es la única forma de conocimiento, pero sí la más exitosa; y no lo es por su capacidad de responder preguntas tanto como por la capacidad de formularse las adecuadas. Entre estas últimas no están las de si existe Dios o si estamos aquí para algo distinto a vivir y morir. Los humanos no siempre nos hacemos las preguntas adecuadas en nuestras vidas diarias; alguien se pregunta por qué le ha abandonado la mujer a la que ama, pero no se pregunta por qué no lo hizo antes, siendo como es él. Los analistas se preguntan por qué baja la bolsa, pero pocas veces por qué sube.



El genocidio perpetrado por Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial jamás juzgado, el lanzamiento de bombas nucleares sobre poblaciones civiles en Japón, provocó en Hiroshima una ruina total de la ciudad en un radio de kilómetro y medio desde donde explotó Little Boy con un calor de 1500 grados y una intensa radiación. Pero un eucalipto sobrevivió, y no fue el único, lo hicieron otros ciento setenta más. Los japoneses los llaman hibakujumoku, árboles supervivientes. Cada uno de ellos tiene una placa conmemorativa. Por qué sobrevivieron, esa es la pregunta. Hace sesenta y seis millones de años un meteorito, un asteroide de diez kilómetros de diámetro, impactó sobre la Tierra en lo que hoy es el Yucatán mexicano. Su potencia fue la de mil millones de bombas como la de Hiroshima, y sí, claro, extinguió a los dinosaurios tras el consiguiente invierno nuclear que ocultó la luz del sol durante siglos, pero… la mayoría de las plantas y árboles de entonces sobrevivieron. ¿Por qué? Por supuesto desaparecieron muchos bosques y especies vegetales, pero la mayoría de las familias resistieron y en el breve espacio de un millón de años casi todo volvió a ser lo que era; sin dinosaurios, salvo los pájaros, eso sí.



Si entras en la sabana y matas a todos los animales (¿poniendo a unos cientos de Borbones a ello?), los rebaños de cebras, gacelas y ñus, los leones y hienas, todo, pues desaparecen, pero si talas un bosque este vuelve a crecer, aunque de formas distintas. Cuando talas algunas especies de árboles, ellos no lo saben y siguen enviando agua y alimento desde sus raíces, y muy a menudo el tocón vuelve a renacer, del suelo saldrán brotes o germinarán semillas ocultas. También tras un incendio. O tras una inundación.



Puede que desaparezca el tigre o el lobo. Incluso puede que desaparezca la selva del Amazonas y las demás pluvisilvas ecuatoriales. Puede que desaparezca la mayor selva del mundo: el bosque boreal de coníferas, la taiga, que se extiende desde Escandinavia a Siberia, pero ¿desaparecerán los árboles, la hierba, los matorrales, los líquenes, las algas, las bacterias y las cianofíceas, es decir, el conjunto de los seres fotosintéticos que inician el girar sostenible de la vida en la Tierra? ¿No es una presunción tonta la de ese ecologismo que clama por salvar el planeta? ¿Y no es una presunción tonta el colocar a los animales, tan dependientes de todo y en especial del resto de la biosfera por encima de los humildes y resistentes vegetales? Una cosa sí está clara: los humanos no somos hibakujumokus. Nosotros sí necesitamos salvarnos, salvemos la humanidad de... los seres humanos, y de paso a muchos de los seres vivos que nos acompañan.

Hoy, al salir de paseo, me ha alegrado el día un descubrimiento humilde. Entre las grietas de unos ladrillos, en una calle atestada de automóviles, he visto las diminutas flores y las bonitas hojas rastreras de la Cymbalaria muralis, la picardia o hierba de campanario, mi modesto y particular hibakujumoku en medio de la ciudad hostil . Ahí estaba, como si nada. Como si todo diría yo.                   

7 comentarios:

  1. No sé si has hecho un alegato ecologista o antiecologista. O no sé si es una presunción tonta plantearse este hecho.

    En cualquier caso, el texto tiene un aroma poético encantador. Sobre todo en la imagen de esos árboles japoneses resistiendo a la radiación. O en la -humilde- conclusión final.

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    1. Procuro contener al poeta pero no al niño que llevó dentro

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    2. He hecho un alegato contra cierto ecologismo tosco y desinformado muy extendido

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  2. Me gusta mucho el tono. "el sereno paisaje de unos yuyos, en alguna cornisa abandonados" empezaba un poema que lei hace un tiempo.

    Chofer fantasma

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  3. en amazonas,estudié mucho más botánica que zoología porque estaba clarísimo quién dependía más de quién. Otrosí, cuando lleguen los borbones a la sabana, las últimas en ser exterminadas -eso de extinción es un eufemismo barato- no serán las cucarachas -bichos urbanos- sino las hienas. Ya lo intuyeron los antiguos egipcios cuando se prepararon para la hecatombre haciendo paté de hiena

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía