domingo, 16 de agosto de 2020

Premisa: para salvar las ballenas hay que llevar a los niños liberianos a Disneylandia

 

Yo todas las mañanas me levanto dispuesto a reducir la pobreza y las desigualdades en el mundo, luchar contra el cambio climático y contra la disminución de la biodiversidad. Pero tras reciclar envases, no tirar papeles al suelo, no disparar a elefantes, no evadir al fisco de mi país, ser educado con el prójimo y ser amable con los vecinos, es decir, comportarme como no lo haría un monarca Borbón, me encuentro con que el único elemento al que ingenua y verdaderamente enfrento es el capitalismo al que algunos llaman libre competencia y algunos, más fieros, simplemente libertad. Y entonces se me caen todos los palos de mi precario sombrajo, porque mientras los niños de Liberia no puedan ir a Disneylandia y en cambio tengan que empuñar “juguetes” como los Kalasnikov yo no puedo creerme ni que lo mío sirva de mucho ni que la libre competencia sea libre. 

En los lejanos ochenta, cuando Holanda era un país amable, sus verdes tenían el lema, que a  mí siempre me pareció optimismo ingenuo, de que si todos barremos nuestra puerta el planeta sería estupendo, o algo así. Pero por la mañana barres esa puerta, envitando traspasarle la basura a tu vecino, y si consideras que tu vecino también es el Tercer Mundo, te sobresaltas descubriendo que se lo mandas allí. Eso y que te desayunas viendo una nueva marea negra de un superpetrolero partido en dos mientras limpias tu casita, tralaralarita.

 Ya lo he dicho en otras ocasiones; a la gente nos resulta más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo, hasta tal punto su conjunto de leyes del embudo las seguimos viendo tan inevitables como la Ley de la gravitación o la segunda de la termodinámica. El enfoque es más esclarecedor si se considera que la contaminación (Pollution), incluyendo el cambio climático; la pobreza (Poverty), en la que también incluimos la pérdida de biodiversidad y no sólo la socioeconómica y la creciente brecha desigual, y el crecimiento de la población, que no es solo la bomba demográfica multiplicada por el consumo de recursos y la producción de desechos per capita (Population), esto es, las tres P del olvidado ecólogo Kormondy, no son efectos indeseados del sistema, sino elementos imprescindibles del mismo. No es que el capitalismo tenga externalidades y efectos indeseados como las llaman los economistas del eufemismo, es que funciona así: para crear ricos (que algunos llaman crear riqueza, en abstracto) se necesita crear muchos más pobres; y para que algunos se enriquezcan se precisa empobrecer el patrimonio natural de todos, porque el apropiador de la plusvalía y el destructor ambiental son el mismo agente social. 

Y sí, es verdad que todos estamos embarcados en la nave Tierra, esa bella bola azul que flota en el espacio, y si nos hundimos, nos hundimos todos. O no, porque el Titanic evidenció no solo la inane prepotencia tecnológica frente a los icebergs, sino que se salvaron proporcionalmente muchos más de primera clase que los demás. Y eso que no viajaba nadie en las sentinas, como ahora muchos.

No quiero ser agorero, para eso se basta y sobra la puta realidad. Pero creo firmemente que los únicos políticos útiles no son ni siquiera los honrados y bienintencionados, sino los que demuestren no estar abducidos por la inevitabilidad capitalista, que venden tantos economistas en nómina, y se reivindiquen como políticos, esto es, que pretendan poner en práctica formas y métodos para controlar esa economía rapaz. Y si de paso salvamos las ballenas y llevamos a los niños liberianos a Disneylandia (o aún mejor, la cerramos) pues mejor que mejor. 

El problema también reside en que a nuestros niños les enseñamos que hay que salvar a las ballenas pero no por qué son tan jodidamente pobres los niños liberianos. Ese ecologismo imperante, más sensiblero que sensible y sobre todo ignorante, coloca los bueyes delante de la carreta, es decir, apela al corazón ocultándonos la razón, pero para amar algo se necesita conocerlo previamente, o como decía irónicamente Burt Simpson a su políticamente correcta hermana Lisa: "¿Hoy que has hecho por tu novio, el Planeta?" Al planeta le da igual que le salvemos, no lo precisa, pero ¿adivinan a quien hay que salvar y sobre todo de quién?

8 comentarios:

  1. No sé si has visto un -supuesto- debate entre dos ideólogos estrella: Petersen, por el lado liberal, y Zizek, por el lado de la nueva izquierda. Lo puedes encontrar en YouTube.

    Que se celebrase en un Sony Center, el de Toronto, dice mucho del evento.

    Lo interesante, a mi juicio, es que Zizek no se atrevió a defender abiertamente el narxismo clásico, quizá por miedo a que le rebatiesen con los excesos de los regímenes comunistas que todos conocemos; en cambio, Petersen sí se atrevía, sin ningún pudor, a defender el capitalismo al estilo tradicional, con descaro, como lo haría mi abuela: diciendo que se trata del único sistema capaz de generar riqueza y que los pobres del mundo prefieren ser pobres en un país capitalista porque aquí, siendo pobres, son menos pobres.

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    1. No, no lo he visto, lo buscaré.

      La defensa de tu abuela ya la proclamó Felipe González, enfrentar los regímenes de corte soviético al libre comercioes la trampa de darte a elegir entre una patada en los güevos o en el cielo de la boca

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  2. Me gusta cuando José Morando puntualiza entre guiones.

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    1. Por qué eres así, no te ves a ti mismo desde fuera? Prueba

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    2. Jo, qué mala hostia. Te vas a quedar sin lectores.

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    3. Si me quedo sin lectores, espero que la cosa empiece por ti

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    4. Jaja, bien traído.

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía