domingo, 20 de diciembre de 2020

La libertad de la derecha

 

A ver. Cada vez que oigo a alguien de derechas, no digamos si es un político, no digamos si se dirige a mí, me entran unas ganas locas de irme a follar con hembra placentera, como el buen Duque de Rivas, que no lo era, o al menos de salir corriendo, de armar un motín o comer una manzana. Mi cuerpo alcanza conclusiones antes que mi mente. Y si habla de libertad, si se atreve, y suelen atreverse cada vez más, la cosa es ya tan extrema como una reacción anafiláctica.

"Ya no hay izquierdas y derechas". Es una afirmación que suelen hacer comentaristas de derechas, como la de los que se definen como apolíticos, como si eso fuera posible. También hay neoizquierdistas que les gustan más otras nomenclaturas, como arriba  (los de) y abajo, o centro y periferia. Formas de hablar nuevamente de izquierdas y derechas. Es fácil distinguir entre la izquierda y la derecha. Es fácil distinguirlas. Por ejemplo, las derechas en España se manifiestan ahora, cuando hay democracia; las izquierdas nos manifestábamos, jugándonos el tipo, también cuando no la había, en plena dictadura. Otra diferencia es que las derechas nunca hablan de libertad cuando hay una dictadura, en cambio, las izquierdas lo hacíamos de forma entrañable en plena dictadura. Una conclusión es que la derecha cambia su discurso en función de las circunstancias, del contexto, una adaptabilidad no siempre loable, como también la tienen las ratas, mamíferos exitosos donde los haya. Pero hablemos de libertad, o de libertades, las derechas ahora no se quitan la sagrada palabra de la boca.

Desde luego no hablan de la misma libertad que yo. Su libertad es como el dios de algunos  religiosos tolerantes, absolutamente personal. Es la libertad de tomarse un vino cuando se quiera (Aznar dixit), aunque haya un código de circulación comúnmente aceptado y de obligado cumplimiento, de la libertad de dar patadas en los huevos, de la libertad personal extendida como mantra incluso a las siglas de sus partidos ¿Merece la pena explicarles que su libertad resta libertad a la mía?, ¿que acaba donde comienza la de los demás? ¿Que hasta su santo patrón, Adam, escribió que era necesario embridar esa libertad de los mercados para evitar tropelías a la mayoría? Claro, es que no hay una libertad, sino libertades. Los marxistas afirmaban que las libertades políticas y personales no tenían alcance efectivo mientras no se realizase la famosa revolución en la propiedad de los medios de producción. Era el viejísimo debate de la gallina de la justicia y el huevo de la libertad, de qué va primero; la mayoría de las veces para la mayoría de las gentes ninguna de las dos cosas. ¿Tiene pues sentido hablar de “la libertad”? No, por eso lo hacen, para no hablar de las libertades de forma particular y detallada. ¿Y cómo se relaciona la libertad con la igualdad, especialmente de oportunidades, con el desarrollo y el bienestar?

Gracias a internet nunca se han tenido mayores oportunidades para practicar la libertad de expresión. Qué hubiera hecho Lutero en vez de tener que clavar sus noventa y cinco tesis en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg si hubiera tenido a mano las redes sociales. Y como en principio la idiotez no es delito, hoy en día se puede propagar cualquier idea, con audiencias millonarias, empezando por la más tonta: que todas las ideas son respetables. De paso se puede intimidar, convertir a cada uno en delator, violar la intimidad, destruir reputaciones, expandir mentiras y falsedades, y odio. Internet todavía no ha dispuesto de ningún instrumento para encontrar formas civilizadas de estar en desacuerdo. Una pena en un mundo interconectado que se precia de esa libertad de expresión y de esa diversidad cultural. Tenemos la censura orwelliana en China o los asesinatos de Charlie-Hebdo en París, la detención de periodistas, o su eliminación física, o la persecución de activistas. Y luego está las grandes empresas tecnológicas que acumulan nuestros datos, los Grandes Hermanos de hoy en día.

Mientras tanto, las derechas, y yo me alegro de ello, tienen la libertad de manifestarse. Pero cuando veo a esas gentes de buenas familias armando alboroto con sus cazuelitas, pidiendo libertad para poder llevar a sus retoños al colegio que elijan pero abonándoselo el resto de la sociedad, cuando les veo, reclamando su muy particular libertad me acuerdo de entonces, yo me entiendo, y esas masas ufanas me parecen un Cristo con pistolas.

3 comentarios:

  1. Me dice un colega que no es el Duque mentado, sino el Arcipreste de Hita. Así sera, como mi manía de citar de memoria

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  2. En 2003 estábamos con un colega, también argentino, pasando unos días en la sede la empresa para la que trabajábamos, que queda en un pueblito del centro de Alemania.
    Salíamos a comer a menudo con un viejo alemán que nos habían asignado como chaperon. Un dia, luego de que se hubiera roto el hielo, nos preguntó si éramos católicos o protestantes. Protestante dijo mi colega, católico dije yo. Hasta ese momento nunca nos habíamos contado con Adrián que culto profesábamos, ninguno de nosotros iba a misa, ni había diferencias significativas en nuestra visión del mundo.
    Alli nuestro guía nos contó que la empresa había sido fundada por un católico en tierras principalmente protestantes, y que históricamente se había favorecido contratar católicos, y tal.
    Traigo esta historia porque, para nuestro alemán, el eco de la guerra de los treinta años todavía le resonaba en la cultura.
    La izquierda y la derecha están, en nuestras australes pampas, algo escorzadas respecto a las de Europa. El partido comunista, nunca muy significativo políticamente, aunque algo más culturalmente, estuvo históricamente contra el peronismo, y a veces a favor de la dictadura.
    El peronismo ha tenido entre sus filas a filo marxistas y a filo fascistas, han sido sus lideres Menem y Kirchner, decir si el peronismo es de izquierda o derecha es motivo de ríos de tinta.
    ¿Que si tenemos izquierda pura y dura? Ahí están los trotskistas, que son cuatro jóvenes ruidosos.
    ¿Y derecha de veras? No tanto, generalmente son partidos del centro.
    Puedo entender tu tirria: tanto hijo de puta disfrazado de apolítico o de centro. Claramente es una impostura.
    Claro que cuando miramos a Podemos proponiendo al socialismo del siglo XXI, no se nos hace tan atractiva la izquierda tampoco.
    Mi sugerencia: es posible que se pueda definir a los conservadores por otro nombre. Y otro para los reaccionarios. Y que también encontremos un adjetivo para los que prefieren que haya privilegios absurdos. O que haya una palabra para definir a los que consideran que las diferencias de ingreso o de posibilidades de carrera profesional están justificadas por cierto orden social. Finalmente, quizás haya otra palabra para definir a los que prefieren una cultura sexual tradicional y que les parece que las leyes deben restringir las actividades propias de otras morales sexuales.
    Quizás en tus tierras los que quieren todo eso sean de derecha. En la mia, tipos que quieren algunas de estas consignas están en todos los partidos, y cada familia tiene algún tío que defiende a los gritos a alguna de estas posiciones.
    Permitime, entonces, que siga diciendo que yo no soy ni de izquierda ni de derecha. Me reservo el derecho de opinar mal de casi todos, urbi et orbe.

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    1. Me parece lógica tu postura en tu hemisferio. Yo he renunciado a entender el fenómeno del peronismo, y eso que he afrontado otros retos, como la mecánica cuántica. La derecha para mí es el grupo que considera que el mundo está bien así y sólo necesita retoques (normalmente a favor de los ya privilegiados), y la izquierda lo que no. En ambos grupos hay mala y buena gente, pero menos buena gente en las derechas

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía