domingo, 29 de enero de 2023

Ni aldea ni corte, sino todo lo contrario

 

Alabanza de aldea y menosprecio de corte (Antonio de Guevara) ¿o al revés? Le tengo pánico a las generalizaciones, sobre todo si van acompañadas de buenas intenciones; me recuerdan a los macroeconomistas (¡Vade Retro, Satanás!) ¿Siempre es preferible hacer sufrir que sufrir, ser verdugo que víctima, acosador que acosado, violador que violado? ¿O a lo mejor es al revés? ¿Es preferible ser explotador que explotado, urbano que rural, cívico que rústico? El problema es que hay explotados explotadores (como el pueblo más xenófobo de España que antes era uno de los más pobres: El Ejido, Almería), etcétera. 

La naturaleza bucólica como el paraíso para tontos, el ecologismo como la revolución de marca blanca. Lo cierto es que si vivir en el campo fuera tan estupendo las ciudades no estarían abarrotadas, pero las ciudades están llenas, los pueblos cada vez más vacíos y vaciados y los más ricos de los urbanos, eso sí, se compran fincas en el campo, pero no viven en ellas.

El poeta serbio yanqui Charles (antes Dusan) Simic lo resume perfectamente; hay tres formas de pensar el mundo: como los griegos de la Antigüedad; es decir, en el Cosmos, y siguiendo su entrópico deterioro lo que ahora hacen también los terraplanista o los obsesionados con los extraterrestres y algunos más; se puede pensar en la Historia, como hicieron originalmente los hebreos y ahora algunos columnistas y afines a la geopolítica; finalmente, desde el siglo XVIII y el Romanticismo, se puede pensar en la Naturaleza. La elección es personal, por afinidades y formación: Cosmos, Historia y Naturaleza, todas con mayestáticas mayúsculas, todas para buscar el sentido de la vida. Y se puede incluir a Dios en el menú. La infinitud, las noches estrelladas (siempre que no haya contaminación lumínica ni de la otra), el silencio, el escalofrío de sentirse minúsculo, Pascal y sus oportunistas aforismos (abstenerse del pedestre Ortega y Gasset, que va en la opción Historia), y todo eso obviando que uno es hijo de su momento histórico por muy trascendente que se ponga.

Pero claro, si uno enciende el televisor y la pantalla se le llena de escombros urbanos y carros de combate la opción cósmica no te vale y pasa a la histórica, que visto lo visto casi siempre es un desastre. Goya lo sabía bien y por eso dibujaba ajusticiados colgando de los árboles. La Historia es la guerra, y la guerra, una vez surfeamos los análisis geopolíticos es el relato de imbéciles matándose entre sí.

Finalmente tenemos eso que los románticos y postrománticos y los aficionados a las excursiones cortas de fin de semana llaman Naturaleza (siempre en mayúsculas), siempre mejor en cualquier caso que esa redundancia que llaman medio ambiente (medio y ambiente son sinónimos, uno lo prefieren los ecólogos y el otro los genetistas). Ah tenemos a Rousseau, a Gauguin, a Fourier, a Emerson, a Thoreau, y a Félix Rodríguez de la Fuente. Lo bueno que tiene esta óptica es que te ahorra buscar a Dios, porque el panteísmo viene de serie: es la propia divinizada naturaleza, aunque la naturaleza sea también los terremotos, los mosquitos y hasta los virus. Lo malo que tiene esa visión es su maniqueísmo tan utópico: maquinas contra jardines, industria contra artesanía, dios en pleno campo (perdón, en la Naturaleza, Él mismo Naturaleza), y el diablo en la ciudad.

La verdad es que así como cada vez que oigo a los antitaurinos me entran ganas de sacarme un abono a las Ventas, cada vez que paseo con mi perra por el campo o por la ciudad me doy cuenta de lo bello que es el mundo y me entran ganas de ser poeta, pero se me pasa. En resumen: vete a cagar al campo, pero no tires colillas.

 

 

 

 

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía