jueves, 16 de febrero de 2023

Lo que me enseñó una abuela que nunca tuve

 

A ver. Una anciana sabia y políglota que no va a llegar a vivir el final de la guerra, escucha por la radio desde una remota aldea de serbia a Mussolini, a Hitler, a Stalin y demás lunáticos. Y más que las horribles palabras, que las insensateces proferidas del modo más ufano, lo que más la enervaba (a ella igual que a mí si hubiera estado en su caso, quiero creer) era el rugido de los adeptos que los vitoreaban. Esta anciana, una verdadera bruja buena, me transmitía la mejor enseñanza para relacionarme con el resto de seres humanos; una enseñanza mucho más matizada que la del infierno son los otros del filósofo francés. Me decía que me guardara de ésos a los que llaman grandes líderes, pero más aún de la euforia colectiva que suscitan. O de su enojo, indignación, como la de esas horrendas masas linchadoras (porque no los dejan…) que se agolpan a las puertas de los juzgados y juzgan antes de que el reo lo sea, juzgado. Con la radio puesta, mientras planchaba, mientras uno de esos héroes arengaba a las masas (nada que ver con un grupo de personas) me enseñó, a través de sus artes mágicas y a través del espacio y del tiempo la palabra monstruo. Y ahora tengo una aquí mismo, en mi misma ciudad, animal humano femenino, que gustaba de definirse la pintora Leonora Carrington, aunque esta tiene menos de humano.

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía