Como destacado antropólogo alienígena estudioso de la humanidad terrícola durante
milenios (somos muy longevos) destacaría dos rasgos específicos
de este peculiar animal:
Uno, que es capaz de establecer conceptos y funcionar
en su pensamiento con ellos y no sólo con objetos y fenómenos que a menudo ignora —salvo los
científicos y los poetas que los manejan bien—, pero que los conceptos que más
influencia han tenido y tienen en el devenir de la especie no son los reales,
como la masa, la gravitación o la segunda ley de la termodinámica, sino los
irreales, como los de Dios, Patria o Pueblo. Definir como ‘racional’ a un
animal así es como poco insuficiente y, desde luego, insatisfactorio.
La segunda peculiaridad es que, pese al tardío énfasis en el
individuo, el ser humano es un animal social. No es nada sin el grupo y el peor
castigo que se inventó desde el Paleolítico, aunque se atribuya a los griegos de
la antigüedad clásica, no es la pena de muerte, sino el exilio y el ostracismo:
expulsar al infractor del grupo. Pero como en el caso de su manejo de conceptos
en los que priman los irreales o emocionales frente a los reales u objetivos y
racionales, la socialización del grupo se establece y refuerza como
enfrentamiento frente a otros grupos. El hombre es altruista dentro de su grupo
y violentamente egoísta frente a otros grupos, y en ese sentido los conceptos irreales
de Dios, patria y pueblo se han utilizado tanto para reforzar la socialización
dentro del grupo propio como para rechazar las externas. Salvo desde el punto de vsita de la biología, no existe el ser humano —del que además se ha marginado en todo tiempo y lugar a las hembras—, sino catalanes, moravos, inuits, cherokees, bantues, anabaptistas, luteranos, chiies, budistas, antitaurinos, ecologistas, feministas, veganos, republicanos, sionistas, antisemitas, homosexuales, libertarios... y un etcétera tan largo como disgregador.
Las verdades sobre ellos mismos les resultan inadmisibles en gran parte, poco consoladoras; hasta han inventado el concepto de cinismo para reprobarlas, por lo que toda verdad, como los licores fuertes, deben mezclarlas por instinto con una parte de falsedad, que es el origen de toda ideología. Por todo ello, concluyo este informe alienígena, son serviles
ante seres superiores imaginarios y entelequias inventadas y desdeñosos o
francamente hostiles hacia otros humanos que no compartan esos esotéricos códigos y hacia el resto de las llamadas formas
de vida inferiores, las que habitan con ellos el planeta. Esto ha
conducido a guerras incesantes entre humanos y a la destrucción de la riqueza
biológica que sustenta en el planeta la propia existencia de esta peculiar especie. Cualquiera de estos dos efectos o ambos
combinados conducirán inexorablemente a la desaparición de esta desequilibrada
especie que se llama a sí misma de forma harto indebida sapiens. Al contrario que los dinosaurios en el Cretácico, los humanos no precisan ningún impacto estelar para desaparecer: ellos son su propio meteorito. Recomiendo el estudio de otras especies debidamente racionales con más futuro.
No está mal, también yo pienso que el cinismo no deja de ser la forma de autoengaño más lamentable que existe. La ñoñería será la hostia de cursi, pero al menos es más un problema de forma que de fondo.
ResponderEliminarDe todos modos, diría que en quinientos años se ha extendido mucho la solidaridad, paradójicamente gracias a un concepto ligado a la patria: el conciudadano.
Tú eres más optimista que mi alienígena, pero él lleva miles de años onbsrvándonos y ha llegado a la misma conclusión hacia nuestra especie que Wittgenstein que dijo que si un león hablase no podríamos comprenderlo.
EliminarMe has hecho acordar a "Relatos de Belcebú a su nieto" de Gurdieff. Estoy con Capolanda, en balance hemos mejorado bastante.
ResponderEliminarAcabo de ver una pelicula que cuenta la deportacion de hasta 130.000 niños huerfanos o en hogar de adopción británicos a Australia. Esto pasó hasta el año 1970, Ud. y yo ya estábamos vivos y esto pasaba. Ahora nos parece monstruoso e inconcebible y creo que ilustra porqué creo que vamos mejorando.
Puede que haya mejorado la percepción negativa de las atrocidades, su mucho menor tolerancia, eso no lo discuto, y se puede interpretar como un progreso, pero… yo creo que el ser humano en su esencia no ha variado desde el Paleolítico, lo que ha cambiado son los controles que no permiten tan fácilmente la parte negativa del hombre. En cuanto a las revoluciones, aparte de los derechos humanos de finales del XVIII y la tímida percepción ecologista, la única revolución en marcha que ha obtenido logros es la de la igualdad de la mujer.
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