Algunas especies de arañas tejen en su tela un hilo más
grueso que el resto, más visible. Eso parece contradecir la eficacia de la
trampa, pero no es así: los pequeños organismos, insectos y demás caen
atrapados igualmente, pero un pájaro, por ejemplo, que cruce veloz entre las
dos ramas de la tela, verá el hilo más grueso, lo evitará y no romperá el
artilugio. Los humanos en apenas 200.000 años como especie y diez mil como
acumuladores de cultura, hemos aprendido a tender sofisticadas telas, pero no
solemos colocar el hilo de advertencia más grueso y conspicuo, el Principio de
Cautela que no busca sólo la eficacia a corto plazo. Mucho menos sabemos
destejer las telas cuyos costes de oportunidad, como dicen en la jerga de los
neobrujos (economistas) son excesivos. Nosotros no conocemos lo que la araña
sabe por instinto, que un hermoso orden —como los que imperan en la biosfera—
puede pasar de repente al caos. La araña conoce por instinto ese riesgo y
genera advertencias para que los intrusos se den media vuelta, pero ¿qué pasa
cuando los intrusos somos los propios constructores de artificios? Sin ese
instinto invertebrado, precisamos de una sabiduría que lo sustituya, pero de
momento seguimos enfangados en la excesiva información y en el aún escaso en
ciertos campos conocimiento.
****
Durante más de un mes he estado cuidando a un viejo recién
operado. Que ese viejo sea mi propia madre no es relevante. Me sentía obligado,
no por el amor (escaso por razones que no vienen al caso), ni mucho menos por
una remota reciprocidad que ni espero ni aceptaré por parte de mis hijos, sino
por decencia. Como no tengo hermanas (mala suerte: no pude ligar con sus
hipotéticas amigas), al tocarme en exclusiva a mí, me he dado cuenta del papel
de eternas cuidadoras del sexo femenino (la palabra género la reservo para la
gramática), las que van al huerto, las que amamantan a los niños, las que
cuidan a los viejos, en todo tiempo y lugar. Bueno, yo, biberón mediante, puedo
y he asumido esas tareas en algunas épocas de mi vida, y esta es la menos
gratificante.
****
En un muro de una salida de Manhattan hacia Nueva Jersey se
puede leer (en inglés naturalmente, lo traduzco): “¡Cuidado! ¡Estás saliendo de
la ciudad y ahora tendrás que vivir en América!” Quizás al pasar el Ebro en
dirección noreste haya que incluir un aviso similar: “¡Cuidado, sales de
España: aprende a ser xenófobo!”, aunque xenófobos hay en todas partes, siempre
como condición patriótica.
****
En vez de relaciones, conexiones; o sea, en lugar de
relacionarnos, nos conectamos. Hemos pasado de monos sociales a
electrodomésticos autoprogramados.
***
Valle Inclán dejó inacabada su última y magnífica novela, El
ruedo ibérico, porque se murió demasiado pronto. Qué obviedad, ¿no? Pero no me
refiero a que la muerte le interrumpiera la tarea, sino a que no llegó a
conocer el esperpento del ‘Proces’ independentista para añadirlo a su
esperpento narrativo. Políticos huyendo a Bruselas y buscando refugio en
partidos xenófobos flamencos, políticos desdiciéndose ante el juez de sus
afirmaciones rotundas anteriores, doctrinarios que infringen la ley por ser más
demócratas que nadie… toda Cataluña es una demagogia, al menos la que se asoma,
victimista y lastimera, a los medios de comunicación.
Cierto es lo que dices, pero también, como prueba tu caso, que hay más igualdad de género y mejores sentimientos ahora que la prácticamente inexistente en otra epocas. Lo que se echa muy en falta es el que sabiendo como sabemos que la mayoria de nuestras sociedades occidentales estan ya muy envejecidas, y mas que lo van a estar, no se esten organizando comme il faut las cosas necesarias para que se resuelvan con dignidad y eficazmente las deficiencias actuales.
ResponderEliminarMe alegro mucho de tu vuelta a casa (como la de ET). Un abrazo P.
LOs viejos son por lo general superfluos en la sociedad de consumo al igual que eran valorables en las sociedades tradicionales
EliminarEs que también los seres humanos somos criaturas con diversos tipos de órdenes conocidos. Si tuviéramos un fuerte instinto, más difícil habría sido haber innovado.
ResponderEliminarLa confusión entre sexo y género la considero una batalla perdida, la verdad sea dicha. Entre unos y otros han logrado que esté llena de polémica absurda y huera.
Yo procuro no delizarme por esos absurdos políticamente correctos
EliminarMe alegra volver a ver un post tuyo, tras este insólito (en ti) silencio de más de un mes. Siento que la causa haya sido esa -por cierto, no dices cómo ha ido la operación; espero que bien- pero te honra haber asumido tus ¿obligaciones? filiales. Por 'decencia', dices que lo has hecho. Siempre me ha gustado esa palabra con el sentido con que la usas aquí. Contiene un montón de significados para los que, juntos, no encuentro término más adecuado y que, por otra parte, me parecen cada vez menos frecuentes -quizás sea un prejuicio inevitable del viejo en que me voy convirtiendo-. Vamos quedando cada vez menos, no 'personas decentes', sino personas que usemos esta expresión y que consideremos que ser 'decente' es un buen código de conducta, suficientemente formulado.
ResponderEliminarEl contacto directo y eficaz con el mundo para volverlo habitable y amable, la atención personal a las necesidades inmediatas, propias y ajenas, siempre se han considerado funciones menores, tan básicas que se dan por descontadas y se descartan con un cierto desdén; y, por tanto, en nuestras sociedades más o menos machistas, tareas típicamente femeninas. Lo son, en mi opinión, pero justo por los motivos contrarios. Esas funciones, y la disposición hacia el mundo de quienes las asumen, me parecen corresponder a las capacidades más nobles, más 'civilizadas', y civilizadoras, del ser humano. Y es cierto, creo, que las mujeres tienen una mayor tendencia y capacidad hacia ellas que los varones. No lo niego, creo que, si hay un sexo superior -más plenamente humano- es el femenino, y que el proceso de civilización, de humanización, pasa por una 'feminización' de la especie. Una actitud que deje de considerar estas tareas 'femeninas' como algo inferior, y que dé cada vez mayor valor a la compasión.
Completamente de acuerdo. ¡A feminizarse!
Eliminar