viernes, 8 de diciembre de 2017

Barcelona-Berlín, un eje que cruza la Historia




Siempre me ha fascinado la historia europea de los años treinta del pasado siglo. Ahí empezaron a joderse muchas cosas buenas que parecían consolidadas. Primo Levi afirmaba que si algo inaudito ha sucedido es prueba de que puede volver a suceder. Algunos lo convierten en el aforismo de que el ser humano es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra. Y eso sin negar, al contrario, que en política —en la historia— no hay nada seguro, que el futuro es una página en blanco. Hay, sí, tendencias, probabilidades mayores y menores, pero nada más, ni nada menos. Francamente, yo esa página en blanco, por aquí y por allí, la veo llena de borrones. No hay nada estable, todo lo sólido se desvanece, dijo don Carlos, lo que nos une al mundo es la inteligencia, digo yo y otros.

Que una ciudad tan acogedora como Barcelona se haya convertido en el escenario de un grupo de políticos básicamente nacionalistas, vergonzantemente xenófobos, que alardean de ser más demócratas que nadie y más bondadosos precisamente porque han roto el consenso de las normas de convivencia en lugar de intentar cambiarlas con los medios disponibles, me recuerda, a mí, que soy muy soñador, el Berlín de la República de Weimar. Woody Allen decía que cuando oía a Wagner le entraban ganas de invadir Polonia. A mí, llegado este punto, cuando oigo Els Segadors o mi antaño emotiva Estaca, me entran ganas de largarme a Cádiz.

Hay elecciones dentro de pocos días, no ha comenzado sino que se ha incrementado el ritual de consignas, las tempestades de banderas; lo contrario a la reflexión y el pacto. El asunto es tan grave que la duda no es ya si podrá subsistir una Cataluña sin el resto de España y una España sin Cataluña, sino si podrá subsistir a medio plazo una Europa con su caro modelo actual, en el que los países tan imperfectamente unidos puedan seguir siéndolo si siguen surgiendo movimientos populistas, aislacionistas, xenófobos y racistas que tanto recuerdan o deberían recordarnos a la Europa de los años treinta previos a la Segunda Guerra Mundial, la de los fascismos y los nacionalismos.

Abandonemos las monedas únicas, las disposiciones legales conjuntas, cerremos las fronteras; ya que dista de ser perfecta, olvidémonos de la Unión Europea, resaltemos la riqueza de lo que nos separa y olvidemos la rutina de lo que nos une. Es posible lograrlo a condición de que no lo manifestemos tan abiertamente, sino que aboguemos por asuntos emotivos, como un Gibraltar español o una Cataluña independiente, por nuestro querido país, el que sea.

Siempre existe una tensión entre un sano realismo o enfoque pragmático y los principios; ambos aspectos son necesarios, pero a largo plazo debe prevalecer el compromiso con los principios. O si se prefiere, los principios son estratégicos y los enfoques pragmáticos son tácticos. El nacionalismo catalán, como todos los nacionalismos, está errado doblemente: en sus principios frente al ciudadano y al individuo y en su realismo o pragmatismo en el contexto de lo deseable y lo factible en el mundo de hoy. Hablando claro: las ideas nacionalistas son erróneas en sus principios y poco prácticas. 

Puede que los nacionalistas independentistas, tan antiguos pero siempre renovados, más pesados que estúpidos o aún más estúpidos que pesados, descubran, como en la obra de teatro de Sartre, primero que están muertos y luego que están en el infierno. Yo no voy con ellos, pero ¿Y si me arrastran?

4 comentarios:

  1. No eres el primero que ve paralelismos entre los prolegómenos de los fascismos que tanto daño hicieron en el pasado siglo y la actual situación europea, en la que han vuelto a surgir nacionalismos de corte internacional, ya que a lo mejor un idiota polaco que se pone de avatar en el Twitter la imagen idílica, para él, de un cruzado, se declara partidario de Donald Trump. Y lo peor es que, como aquel entocnes, hay un tremendo despiste entre algunos izquierdistas que no ven que la liebre que están recibiendo maúlla que da gusto.

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    1. Sí, es un paralelismo bastante obvio, lo que lo hace más preocupante

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  2. La situación está muy jodida, pero que muy jodida. Y ya no solo por el independentismo catalán, sino sobre todo porque éste ha hecho ver la fuerza emocional que aún tienen los nacionalismos. Todo muy deprimente.

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    1. Absolutamente de acuerdo. Eso que dices es exactamente lo que quería expresar en el post.

      Retrocede la historia?

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía