Probablemente los pájaros lo saben y así lo proclaman. Muy pronto, cuando apenas acaba de alejarse el invierno, no hay verde más bonito que el del follaje de los árboles cuando empieza a brotar. Es el verde del comienzo de todo, del paraíso y de la creación, del mundo eternamente renovado, de los primeros minutos del universo, el big bang equinoccial.
Estoy convencido que el universo no tiene finalidad, la
evolución no tiene finalidad, la belleza no tiene finalidad (aunque sí efectos,
como el universo, como la evolución), el ser humano no tiene finalidad (y cuántos enormes efectos ha tenido el ser humano sobre el mundo, en ello reside todo el ecologismo), pero
universo, evolución, belleza, seres humanos, incluso sin sus efectos sobrevenidos, se
justifican a sí mismos, todo es mera gratuidad. ¿Cómo van a entender eso los
mercachifles y en especial los mercaderes del esfuerzo ajeno, incluidos los que venden y comercian con cultos a dioses?
Que un animal fabrique instrumentos y los use es increíble, algo casi inédito en el universo y en la evolución por lo que de momento sabemos. Lo mismo que andar erguidos (bueno, eso lo compartimos con los avestruces y unos cuantos seres zanquilargos más), pero con unas manos liberadas para usar delicadamente esos instrumentos, y también armas. Y hablar con un lenguaje articulado tan ambiguo o preciso, según y a veces, como poético en ocasiones. Y encender fuegos (y de paso quemar los bosques o a nosotros mismos).
Pero si tuviera que elegir dos rasgos definitorios de lo humano optaría por la apreciación de la belleza y por la solidaridad, lo que nos hace más humanos que la fogata, el hacha de piedra, las centrales nucleares e Internet. Por tanto, no creo que haya un acto más exclusivamente humano que el de contemplar el mundo. No para cazar, ni para evitar ser cazado. No para buscar refugio, sino simplemente —ahí es nada, ahí está todo— para contemplarlo. Y así, estar, saberse, sentirse, instalarse, tomar conciencia. No hay otro ecologismo más profundo y más válido, menos impostado, más consecuente, ninguna forma mejor de restituir a los humanos a su entorno, sin utilitarismos, sin afán de transformarlo, que contemplarlo. Toda vida es memorable y corta, ¿por qué desperdiciarla en obsesiones, en acumular cosas, en metas transitorias?, ¿acaso hay formas mejores de vivir que mirar alrededor? Sin embargo, con toda nuestra tecnología, nuestra soberbia, nuestros siglos de truculenta historia, todavía para una gran parte de la humanidad contemplar el mundo es un lujo inalcanzable, estando ocupados en sobrevivir.
Que un animal fabrique instrumentos y los use es increíble, algo casi inédito en el universo y en la evolución por lo que de momento sabemos. Lo mismo que andar erguidos (bueno, eso lo compartimos con los avestruces y unos cuantos seres zanquilargos más), pero con unas manos liberadas para usar delicadamente esos instrumentos, y también armas. Y hablar con un lenguaje articulado tan ambiguo o preciso, según y a veces, como poético en ocasiones. Y encender fuegos (y de paso quemar los bosques o a nosotros mismos).
Pero si tuviera que elegir dos rasgos definitorios de lo humano optaría por la apreciación de la belleza y por la solidaridad, lo que nos hace más humanos que la fogata, el hacha de piedra, las centrales nucleares e Internet. Por tanto, no creo que haya un acto más exclusivamente humano que el de contemplar el mundo. No para cazar, ni para evitar ser cazado. No para buscar refugio, sino simplemente —ahí es nada, ahí está todo— para contemplarlo. Y así, estar, saberse, sentirse, instalarse, tomar conciencia. No hay otro ecologismo más profundo y más válido, menos impostado, más consecuente, ninguna forma mejor de restituir a los humanos a su entorno, sin utilitarismos, sin afán de transformarlo, que contemplarlo. Toda vida es memorable y corta, ¿por qué desperdiciarla en obsesiones, en acumular cosas, en metas transitorias?, ¿acaso hay formas mejores de vivir que mirar alrededor? Sin embargo, con toda nuestra tecnología, nuestra soberbia, nuestros siglos de truculenta historia, todavía para una gran parte de la humanidad contemplar el mundo es un lujo inalcanzable, estando ocupados en sobrevivir.
El color verde de las hojas no se reduce simplistamente sólo al átomo de cobre de
la clorofila. Sí, sabemos cosas, cada vez más cosas, pero sentimos las cosas? Las
sentimos cada vez menos, menos que las sentía el artesano, y antes el pastor, y
antes el cazador paleolítico. Conocemos, pero ese conocimiento es como vivir en
una isla en un mar desconocido. El conocimiento científico aumenta, la isla se hace más
grande, pero también paralelamente se amplia ese litoral que linda con lo
desconocido. La ciencia nos vale para seguir ampliando la isla, pero la poesía
y las sensaciones son lo que nos permite lidiar con las fronteras de lo ignoto. Algunos lo
llaman lo trascendente. Como ateo no materialista, presto atención a eso. No demos por sabido que las hojas son de color verde; hay que verlas. Es una putada que el Ebro se desborde, convendría prevenir (la mejor forma de dominar el Ebro, como de dominar la naturaleza, es obedecerlo), pero a mí me anima ver a esas personas que contemplan al monstruo anegador maravillados.
Lo que realmente anuncia la primavera no es al verano, sino la vana esperanza de que el invierno se haya ido definitivamente y de que no volverá. Lo decía el filósofo inglés Simon Critchley, ocasional comentarista del fútbol (el ballet de la clase obrera, en su genial definición) y fan declarado de ese gran Liverpool hoy venido a menos, citando al Prometeo de Esquilo. Cuando los dioses le preguntan que más nos ha dado a los hombres además del fuego y la tecnología:
Lo que realmente anuncia la primavera no es al verano, sino la vana esperanza de que el invierno se haya ido definitivamente y de que no volverá. Lo decía el filósofo inglés Simon Critchley, ocasional comentarista del fútbol (el ballet de la clase obrera, en su genial definición) y fan declarado de ese gran Liverpool hoy venido a menos, citando al Prometeo de Esquilo. Cuando los dioses le preguntan que más nos ha dado a los hombres además del fuego y la tecnología:
Prometeo: Evité que los mortales previeran la fatalidad.Coro: ¿Qué cura descubriste para esa enfermedad?Prometeo: Sembré en ellos esperanzas ciegas.
La palabra "teoría" significa en griego "contemplación", en efecto. Está relacionada con la palabra "teatro", que tiene la misma raíz.
ResponderEliminarTheoros en griego clasico es espectador, y theoria el conocimiento por la observación \ contemplación en efecto
ResponderEliminarContemplar nos define.
ResponderEliminarEn Blade Runner dice Rutger Hauer (aparentemente improvisó el texto) “I've seen things you people wouldn't believe. Attack ships on fire off the shoulder of Orion. I watched C-beams glitter in the dark near the Tannhäuser Gate. All those moments will be lost in time, like tears in rain. Time to die.”
Al decir eso el replicante ya era humano