No creo que la televisión sea un reflejo exacto de la sociedad que parasita, sino más bien un espejo deformante, su esperpento. Basta ver esos horribles programas neocolonialistas del tipo Españoles por el mundo en los que normalmente una pareja de compatriota de los de aquí, los que está viendo el programa, instalada allá comenta divertida las extrañas peculliaridades de sus actuales vecinos. A partir de esos paraísos mostrados por la lente deformante de personas que viven 'en' pero no 'entre', se dan pistas para nuevos destinos exóticos y a partir de ahí a ahorrar, buscar el hueco en el calendario y luego todos con sus maletas con ruedines —una metáfora visual de lo que arrastran tras ellos—, o los que van de alternativos con sus mochilas, y en ese caso la metáfora es lo que cargan a sus espaldas. Cuando los occidentales viajamos (eso creemos) a otros países que llamamos ‘el extranjero’ (como la novela de Camus) llevamos con nosotros, en nuestras burbujas, las mentiras, las contradicciones, los tópicos y prejuicios, los que rigen nuestras propias vidas en nuestros sustratos sedentarios. Claro que este turismo actual es todo menos viajar y el escritor actual que mejor lo ha reflejado (en El turista desnudo, Los perdonados, etc.) es Lawrence Osborne, ese Graham Greene de nuestra época.
Pero es lógico; es un mito antiguo que se repite en todas las
culturas, actuales y pasadas, redescubiertas por antropólogos, psicoanalistas,
cineastas (road movies) y mitólogos comparativos, como el gran Joseph Campbell que el año de mi nacimiento
publicó el maravilloso El héroe de las mil caras. Se trata del viaje iniciático
del héroe. Su partida, iniciación, culminación y regreso. Naturalmente Ulises,
pero no sólo. Encontramos esos viajes esforzados en la Grecia clásica —varios
de ellos, no sólo la Odisea—, pero también en la antigua Mesopotamia, en Egipto, en la India, en
el Japón y en China, en África y en Oceanía, hasta en los cuentos de hadas
tradicionales de Occidente. Al fin y al cabo solo llevamos sedentarios unos
pocos miles de años, antes durante cientos de miles de años fuimos migrantes (y
aún hoy todos esos desposeídos), nómadas, trashumantes. Sin embargo, ahora esas hordas de turistas son los héroes de una sola cara, la que traen de casa y con la que volverán a casa. No hay nada iniciatico en sus periplos, sólo selfies.
Es justo lo opuesto, o quizás no, de ese aforismo que unos atribuyen a Pascal y otros a De Maistre, de que todos los males humanos se deben a no saber estar quietos en un sitio; la habitación propia de las mujeres independizadas de Virginia Woolf en el mejor de los casos. Lo que Campbell hizo fue buscar ese común denominador de mitos tan aparentemente dispares y aplicar la psicología de los arquetipos de Jung.
Bajo ese punto de vista, y bajo el imperativo de Campbell y Jung, veo todas esas hordas estivales en aeropuertos y estaciones; todos buscando el poder balsámico del viaje. Claro que para encontrarlo lo primero que deberían de hacer es viajar, pero ya somos irremediablemente sedentarios y hemos olvidado que antes nuestra verdadera patria estaba en nuestros pies en movimiento.
Entre tanto, el murmullo de las maletas con ruedas viola el triste adoquinado de lugares 'con encanto' y los desproveen inmediatamente de tal encanto. Lo dijo muy bien el poeta y su Tierra baldía:
ni sentado ni tumbado ni de pie se puede,
no hay silencio siquiera en las montañas,
sino el seco y esteril trueno sin lluvia,
no hay soledad siquiera en las montañas,
solo huraños rostros de mofa y queja
en los umbrales de casas de adobe agrietado
Es Ud. demasiado exigente, comparar a un turista acompañado de equipaje con rueditas con Ulises es un despropósito: ninguno de ellos quiere regresar a una casa donde lo espera su mujercita y en el camino de vuelta quizas renacer, como Bowles en Tanger. No me acuerdo quien decia que ante la baja del costo de los bienes hemos decidido atesorar experiencias y eso hacen nuestros amigos los turistas: se sacan una selfie para acordarse dónde estuvieron el verano anterior...Fue Bangkok? O fue Manila? Por el efecto bien pudo ser el planeta de los hombres azules y montañas flotantes y no se darian cuenta. Pero cumplen su objetivo, que no es la metanoia.
ResponderEliminarChofer fantasma
Sí, soy exigente, pero no comparo realmente sino que certifico la muerte de una forma de estar en el mundo que no ha sido sustituida por esta otra demasiado banal
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