martes, 3 de enero de 2017

El milagro de Chauvet



Bisontes, rinocerontes, caballos, mamuts y renos compartían los pastos ralos entre abedules y pinos albares; hacía mucho frío. Cuando los osos medían tres metros de alto y se refugiaban en cuevas que compartían o disputaban con humanos cromañones, cuando en esas mismas cavernas —afuera el frío era hostil— vivían leones enormes sin melena y pacían ciervos de gigantescas cornamenta, los Megaceras, entonces surgió un arte rupestre, el más antiguo conocido, 35.000 años, 15.000 antes del de Altamira y Lascaux. En grupos de pocas decenas de individuos —individuos absolutamente idénticos a nosotros—, los nómadas humanos cazadores y recolectores seguían a los grandes rebaños, pescaban y mariscaban, huían de las fieras, fabricaban armas para igualar sus oportunidades ante tanto animal magnífico y practicaban actos aparentemente inútiles, probablemente danzaban, cantaban, contaban historias, convocaban fuerzas oscuras, rezaban y… pintaban las paredes con esos mismos animales de los que dependía su vida. ¿Por qué lo hacían? A ciencia cierta (nunca mejor dicho) nadie lo sabe. Puede que fueran manifestaciones mágicas para exorcizar y propiciar la caza; o puede, más prosaicamente que fuera ilustraciones para el aprendizaje cinegético. Lo que es un hecho es que son maravillosamente realistas, nadie ha vuelto a pintar un caballo con la suprema destreza de estos observadores, naturalistas natos, ni Velázquez que pese a su pupila perspicaz como un objetivo fotográfico sólo veía en estos rumiantes cabalgaduras. Los animales entonces no eran atrezos del hombre, eran su mundo y ellos unos más, pese a sus herramientas, su dominio del fuego y sus historias, por eso sus brujos se disfrazaban de animales. Por eso los pintaban en las paredes. Eran por término medio tan longevos como un oso, 25 años. Probablemente nadie moría de viejo, muchos en cambio al nacer. Nómadas conscientes de ser una minoría, así que no eran los amos, ni siquiera los guardianes del mundo, sino unos discretos habitantes junto al resto más numeroso de los animales. Nos llevó decenas de miles de años, hasta Darwin, volver a reconocernos como tales animales, ciertamente peculiares, pero eso, animales.

El fuego no sólo permitía predigerir (cocinar) los alimentos y calentarse por las noches, alejar a las fieras, también permitió iluminar las cuevas y, por tanto, pintarlas. Había silencio y había oscuridad y podía haber, si querían luz en la oscuridad y voces, susurros en el silencio. Hablaban y pintaban, probablemente cantaban.

Los rojos son increíbles. Forman puntos y figuras geométricas, cuadrados, círculos, huellas en una playa desierta que indican, a través de la geometría, la existencia de pensamiento humano. Óxido de hierro en la palma de la mano, luego la mano aprieta la roca y deja la huella de esa hábil extremidad. La misma mano se identifica en varias zonas distintas de la cueva por su dedo meñique característicamente dislocado. Luego otra silueta más compleja. Un bisonte que aprovecha las anfractuosidades de la roca para adquirir un mágico relieve. En la cueva hay una huella fósil de un niño de no más de once años. Cuando los humanos se fueron, la cueva volvió a ser habitada por osos. Se ven sus zarpazos en las paredes. La cueva tiene 150 metros de largo y a veces 50 de anchura. En el centro de la cueva hay una amplia cámara de altos techos, de 15 metros, en su suelo revolcaderos que indican los lechos de hibernación de los osos. Hay 150 cráneos de osos. Uno está colocado en una especie de pedestal sobe una roca plana, probablemente es una “instalación” de los cromañones.

El agua también ha hecho su trabajo, las formaciones parecen estructuras orgánicas, el carbonato blanco que comparten con los huesos parecen huesos, las vísceras son rojas u ocres; hay corazones, hígados y páncreas, pulmones. A razón de un centímetro por siglo, tiempo es lo que sobra, una estalagmita ha crecido y parece vagamente el intestino, al descender los tubos y ensancharse en la base, es fácil ver la posibilidad de un mamut, el artista también lo ha visto y lo ha pintado trayéndolo hasta nuestros poco adiestrados ojos. Hay cuatrocientos y pico animales representados, pero muchas paredes adecuadas están sin pintar. No hay grandes escenas ni manadas como en Altamira, hay muchos vacíos en compañía de tanto silencio, la destreza es la misma que 15.000 años después. El crítico de arte y escritor recientemente fallecido, John Berger, escribió al respecto que ese arte se diría que es como un potrillo justo después de nacer que ya podía ponerse en pie. Nació el talento a la vez que su necesidad: es arte.

En un espacio bajo, en forma de taza, hay tres osos pintados, macho, hembra y cría. Detrás dos pequeñas cabras monteses, íbices. La espalda de uno de ellos es una fisura natural de la roca; la zarpa del oso grande se mueve como si avanzara con todo su peso a la luz temblorosa de la antorcha o del carburo. Estas pinturas rupestres nos aguardan enteras, duraderas, pero frágiles: la humedad de la cueva permite que puedan ser borradas pasando simplemente un trapo.

Los cromañones no vivían en la cueva, entraban en ella probablemente como decenas de miles de años después sus descendientes entraban en las iglesias. Los animales representados no inspiran miedo, sino respeto. La cámara más lejana tiene dos leones, el macho detrás, incompletos, faltan las patas, la roca, color de león, es león. Probablemente primero fue el color natural de la roca y luego la idea del pintor. La leona está incluida en el león, ambos comparten el mismo perfil con un ingenio ahorrativo maravilloso, pero luego sus contornos se separan, cuello, cola, espalda, cabeza son independientes, el león es mucho más largo que la hembra, pero el vientre sin pelo, el lugar más vulnerable, lo comparten.

Dos renos avanzan desde sentidos opuestos para encontrarse, uno sobre otro, sin confundirse, solapándose sin compartir perfiles, sólo espacio, rabo contra cornamenta. Al animal inferior un dedo tiznado de negro brillante ha recalcado su vientre. Hay un carbón roto en el suelo.

Eran nómadas, así que antes de Einstein el espacio y el tiempo eran uno: antes y después es lo mismo que aquí y luego allí. No hay la perspectiva renacentista que se adquiere mirando desde una ventana, sino alejamientos y acercamientos en un mundo uno. La forma delicada, silueteada en negro de un íbice trepando por la misma roca que sirve de lienzo al trazo. Están hechas en negro, como la oscuridad que las rodea, están hechas para la oscuridad. Todo es misterio.

He gastado una pequeña fortuna en adquirir el libro francés con sus fotos maravillosas pero insuficientes de la cueva de Chauvet descubierta en el Sureste de Francia en 1994.



La cueva de Chauvet no es visitable salvo por los científicos, pero este libro sí. De todas formas, estoy tirando descaradamente de ciertas influencias para que me permitan el acceso.


11 comentarios:

  1. Como dijo en una entrada parecida Vanbrugh, la del hombre león, da vértigo pensar que sepamos tan POCO de la historia natural humana, porque sólo llamamos historia a secas la escrita y el resto es prehistoria, ¡pero qué desproporción! ¡35.000 años!

    Sobre osos y chamanes, no sé si conoces un término nórdico llamado "berserk", que designa a un supuesto guerrero de fuerza sobrehumana, que aparece muchos por juegos de rol y similares. Un día quise buscar qué significaba, y por lo visto puede ser "vestido con pieles de oso", en lo que sería un caso de ritual de magia simpática, intentando ganar la fuerza de este fiero animal...

    Sobre sus probables edades, me da cierta rabia cuando la gente cree que una esperanza de vida de X años significaba que nadie pasaba de esa edad. Como expresas bien, era baja porque morían muchos niños, especialmente recién nacidos*. De todos modos, es probable que nadie llegara a más de, ¿cincuenta años?**, pues entre nómadas sin transporte animal se hacía difícil trasladarlos.

    * Una de las críticas más feroces a las medicinas alternativas es a la de parir en casa, pues muchos ya advierten de que las recientes épocas de parto médico nos ha hecho olvidar que no eran raros los niños nacidos muertos ni las muertes durante este proceso, muy natural pero también de mucho riesgo.

    ** He dicho esta edad porque el hombre de Ötzi tenía una cercana, pero parece que él vivió hacia el 3200 a.C. Forma parte de la historia.

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    1. Una corrección: sobre la Historia Natural, es decir, la evolución y la ecología del hombre primitivo se sabe bastante, sobre la historia, es decir, la prehistoria sólo tenemos los datos que provienen de los artefactos y restos, no hay testimonios escritos ni los habrá, claro.

      Los bersek eran también los guerreros vikingos que se colocaban en la avanzada de los ataques para infundir pánico al enemigo.

      En la iconografía medieval el oso, tan parecido al humano en su posición bípeda, fue siendo sustituido por el león, tan ajeno a la fauna de los tiempos históricos en Europa. Un caso probable de censura.

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  2. ...es probable que ese amago de perspectiva de la que hablas, en alusión a la diferencia de tamaños de los animales representados se deba al fenómeno del palimpsesto... esto es, los prehistóricos a menudo volvían a los mismos lugares y sobrepintaban nuevas escenas sin borrar lo pintado

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  3. ...no creo que ni siquiera intuitivamente se acercasen a la perspectiva, pues esta es consecuencia de una manera determinada de entender el mundo (antropocentrista), propia de las culturas europeas clásicas y renacentistas

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    1. Respecto a tu comentario sobre la perspectiva, estoy de acuerdo que no se trata, ya lo digo en el post, del concepto que se utiliza desde el renacimiento, pero hay un ritmo, una sensación de lejanía, cercanía, alejamiento o aproximación que no parece casual.Cualquiera que haya dibujado —yo en mi torpeza— sabe que hay cosas lejanas y cercanas, la forma de expresar eso ya es otro asunto. Algunos comentan, asombrados, que los pintores paleolíticos conocían los rudimentos de la perspectiva. Cuando dicen eso, están pensando en la perspectiva renacentista. La verdad es que cualquiera que dibuje o haya dibujado alguna vez sabe que unas cosas están más cerca y otras más lejos. Es un dato conocido, tanto táctil como óptico. Lo que cambia es la forma de expresar en imágenes esa experiencia de observar que unas cosas avanzan y otras retroceden, dentro de los límites de la concepción dominante sobre lo que significa el espacio. Una concepción que varía de una cultura a otra. La perspectiva no es una ciencia, sino una esperanza. El arte chino tradicional miraba la tierra desde la cima de una montaña confuciana; el arte japonés miraba de cerca, rodeando biombos; el arte del Renacimiento italiano examinaba la naturaleza conquistada a través de la ventana o la puerta de un palacio. Para los Cro-Magnon, el espacio es un terreno metafísico de apariciones y desapariciones constantemente intermitentes.

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  4. ...la concepción del tamaño en plena Edad Media, por ejemplo, se basaba en la importancia simbólica de lo representado... esto se debe a que la cultura de pleno medioevo no era "visual", es decir, no pretendía representar el punto de vista de un hombre (el ojo humano)
    ...yo tiendo a creer que las culturas prehistóricas, caracterizadas por eso que llaman "pensamiento mágico", están más cerca del medioevo que de Grecia o el renacimiento

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    1. Es posible, pero yo tiendo disentir, y mira que esta discusión me apasiona. Lo que yo afirmo es difícil de asentar si no se es cazador o naturalista y se ha acechado a los animales salvajes, cosa que yo vengo haciendo desde chico. En cuanto a las afirmaciones (no las tuyas) de la historia del Arte, tienden a estar contaminadas por la noción de progreso, a mi juicio inaplicable al arte, y cuando se han dado cuenta de la tropelía no les ha quedado otra que rechazar el mismo arte o convertirlo en algo distinto.

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  5. ...no hay progreso de una cosa a la otra, pero sí diferencia: Grecia es anterior a la Edad Media y allí sí hay un conato de perspectiva similar a la de los primeros renacentistas...
    ...lo que yo creo es que la forma de representar las cosas es consecuencia de la manera de entender el mundo... no es lo mismo, por consiguiente, el pensamiento mágico de las culturas primitivas que el pensamiento religioso del medioevo o el pensamiento humanista de las culturas clásicas

    ...tampoco es casualidad que en una cultura dominada por las máquinas como la nuestra las imágenes predominantes sean las producidas por las máquinas (de fotos, pero también ordenadores)

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  6. A veces me asaltan tentaciones de ver en tantas casualidades algún motivo oculto que se me escapa.

    Hasta estas navidades no había oído hablar de esta cueva de Chauvet. El pasado 23 de diciembre aparecieron en casa de mi hermana, otra de mis hermanas, la que vive en Francia, con su familia. Su marido, Jaime, resulta que es íntimo amigo de un fotógrafo que, a su vez, es muy amigo y colaborador de Jean-Michel Geneste, el actual conservador jefe de la cueva. Mi cuñado, que es un naturalista aficionado y apasionado montañista y descubridor de paisajes, sí sabía de esta maravilla prehistórica y se las logró ingeniar para conseguir, enchufes mediante, una visita junto con mi hermana, justamente en el viaje de ida desde París a Madrid. Quedaron entusiasmados y se empeñaron en que unos cuantos viéramos la película Cave of forgotten dreams rodada en 2010 por Herzog y que recomiendo vivamente. Luego, durante estas semanas vacacionales, he aprovechado para ver en Internet más cosas sobre la cueva (la web institucional me parece de muy buena calidad) e incluso plantearme un viajecito, aunque sea para visitar la réplica, inaugurada hace un par de años.

    Todo esto me ha ocurrido en unos pocos y recientes días. Y ahora vas tú y escribes sobre la misma cueva.

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    1. Si las casualidades no existen es que tengo instalado un programa espía en tus dispositivos, je je.

      La excelente peli de Herzog la ví en el cine en Madrid, estuvo muy poco, luego la he recuperado en Internet

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía