viernes, 26 de enero de 2018

Unas modestas proposiciones para mejorar la vida política de aquí, de allá y allende los mares





Como Lutero, salvando las distancias y hasta las pretensiones suyas y mías, he cogido este panfleto y lo he intentado clavar en la puerta de la catedral más mano, que en mi caso ha sido la madrileña de la Almudena, antes de que un guardia de seguridad y varias beatas que pasaban por allí me molieran a palos y arrancaran el papel:

Ya sé que es menos diver, pero menos tuitear y más leer a Marx y a Montesquieu. Si el objetivo de las ideologías es eliminar la ambigüedad, el de la redes sociales es el de penalizarla. Por tanto, deteste las redes sociales, aunque acepte resignado su omnipresencia y casi hasta su inevitabilidad. Su rechazo no tiene que ver (o no sólo) con no saber estar en el presente, sino con la convicción constatable de que sus usuarios no suelen ser mayoritariamente aforistas de talento ni saben condensar en textos breves la sabiduría, (más bien, esas redes son un tablón para clavar linchamientos a la reputación de cualquiera), sino que se caracterizan por descartar el matiz, la reflexión y el debate y propiciar la descalificación y el insulto. Desde luego se puede ser ingenioso, delicado, perspicaz y a la par breve en multitud de temas tan acuciantes como variados, todo ello sin insultar, sin ser procaz ni grosero ni estúpido, pero eso está al alcance de muy pocos talentos que no suelen dedicarse a la política ni a chatear a lo tonto. Como republicano se lo digo: "¿Por qué no se callan, Señor Trump, señor Rajoy, Señor Puigdemont?"

Le recomendaría que intentara usar la imaginación, incluso la fantasía, para que explorara el uso del poder como arte y su abuso como dominio. Es decir, le recomendaría que dejara de perder el tiempo en tanto comité, subcomité y cenas de trabajo y lo usara (el tiempo) para leerles en voz alta cuentos a sus hijos por la noche y a sí mismo en silencio algo más tarde. Aunque no lo crea, hay gente que hace esas cosas. Lea, y tenga hijos a los que atender y no se enriquezca fraudulentamente. Buen programa. Sea un feminista y ecologista sincero, pero nada fundamentalista ni torpe, que sea más leal a las convicciones propias (previamente hay que tenerlas) que a la unanimidad de partido. Sea imaginativo. Es preferible creer en dragones que en la inamovible abuso del PIB. Y mucho más inocuo.

En nombre de la democracia, la libertad y la autodeterminación de... los pueblos oprimidos simplemente no trate de imponer ideologías ya anticuadas, reaccionarias, desiguales y xenófobas. La regla es pensar en los diferentes como iguales, porque lo son.

No sea pretencioso con sus flaquezas. Como cuando confunde sus errores vitales, la mera mala suerte y la a menudo inevitable desdicha con la decadencia del mundo. El mundo no precisa su ridícula ayuda individual para decaer, si es que lo hace, como parecen señalar esos retrocesos históricos que evidencian tanto Trump como los nacionalismos. En cambio, no intentar cambiar las cosas que están mal, aunque sean (y sobre todo) las de su entorno inmediato, sí que contribuye. No Influya en esa decadencia por defecto.

Esto va sobre todo para los que se autodenominan “de izquierdas” Es muy fácil transformar cualquier forma de pureza en horror: basta con decretarla obligatoria. Cuando la ideología se convierte en religión, cualquiera que no imita las actitudes extremistas es visto como un apóstata, un hereje o un traidor…" (Margaret Atwood). No puedo ser tan arrogante para rectificar a mi admirada escritora, pero pienso que las ideologías, como cómodas suplantadoras de las ideas, siempre terminan siendo un mecanismo de barrido de matices, de suplantación por tanto de la duda y la verdad; religiones en suma. Procure ser algo más agnóstico, un pelín ateo en este aspecto.

El fundamentalismo es transversal. Se puede ser un fundamentalista cristiano como se puede serlo musulmán o judío. Es más, se puede ser un fundamentalista ateo; se puede ser un fundamentalista marxista y un fundamentalista capitalista, un fundamentalista catalán y uno español, basta con la intransigencia sin dosificar. Pero es que se puede ser fundamentalista de cualquier buena causa: del feminismo, el ecologismo, la igualdad, la lucha contra la pobreza, lo que se quiera. Ser fundamentalista implica una coraza contra el diálogo y en su caso, un flaco favor a las buenas causas.

Para acabar, una alusión coyuntural a la actualidad política de los presidentes español y catalán, uno impávido y el otro huido. Más que en funciones, ahora parece estilarse el presidente en ficciones; el uno que considera que los graves problemas de estado son como los catarros, que lo mejor es no hacer nada, no enfriarse y que las cosas se pasen solas; el otro va aún más lejos, ya que considera que lo mejor es ni siquiera estar cerca del foco infeccioso. Cataluña contra (el resto de) España y viceversa. Recuerde a alguno de sus extraños generales orientales: toda guerra es posible; también evitable, pero la condición necesaria aunque no suficiente para que se produzca es anunciar y enunciar que esa confrontación existe. Creer y argumentar que una confrontación es posible (no digamos deseable) es hacerla más probable.



Tengo entendido que para asegurar la paz en tiempos más oscuros, los respectivos jefes guerreros intercambiaban rehenes de lujo, normalmente hijos predilectos. Sin llegar a tanto yo sugiero otro intercambio: la virgen de Montserrat, la Moreneta, que venga a Madrid a instalarse en el altar de la catedral de la Almudena. Y viceversa, el cuadro de la Almudena, de indudable factura tosca, puede adornar el altar mayor de la Sagrada Familia de Barcelona. Y si hay que revisar y poner al día las guías turísticas de los japoneses, pues se hace, todo sea por el turismo y la industria editorial.



8 comentarios:

  1. Toda idea tiene potencial de transformarse en una religión y todos, en las circunstancias adecuadas, podemos transformarnos en devotos e incluso fanáticos. Más o menos, esto es lo que dice ese famoso dicho de que el camino al infierno está sepultado de buenas intenciones.

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    1. Tu idea de que “Toda idea tiene potencial de transformarse en una religión y todos, en las circunstancias adecuadas, podemos transformarnos en devotos e incluso fanáticos” ¿tiene potencial de… etc., etc., etc.? Eso se llama relativismo moral y quizás es menos maligno (o más inocuo) que el fundamentalismo, pero quizás convendrás conmigo que unas pocas ideas tienen mayor potencial que otras para generar fanatismo, por ejemplo, el racismo. Por otro lado, las ideologías son recetarios dogmáticos más que repertorios de ideas.

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    2. La posibilidad de transformar cualquier idea en religión, y cualquier repertorio de ideas en ideología yo creo que es más una disposición de algunas mentalidades que una característica de las propias ideas. Hay gente que tiende a la adhesión inquebrantable, y es tan capaz de hacerse fanática del Islam como del materialismo histórico o de la alimentación vegana, según lo que le caiga a mano. El fundamentalismo está en nosotros -en algunos de nosotros, en unos más y en otros menos-, no en las ideas. En nuestra forma de pensarlas y de vivirlas.

      Y claro, por otra parte hay ideas más aptas que otras para ser vividas de modo fundamentalista, e ideas más dañinas que otras cuando se viven así. Un fundamentalista del chicle de fresa hace menos daño que uno de la supremacía blanca. Y es difícil -no digo que imposible- hacerse fundamentlista de la idea de que los fundamentalismos son malos...

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    3. ¿Existen los fundamentalistas del chicle de fresa? (detestable opción, todo el mundo sabe que la correcta es la del chicle de menta). Pero en lo básico estoy de acuerdo contigo: el talante del receptor o sujeto del fundamentalismo es tan relevante como la proclama que se haya decidido defender a sangre y fuego. Por ejemplo, ¿hay fundamentalistas de la tolerancia? (yo creo que sí, pero la pregunta no es retórica)

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    4. Seguro que existen, y que mantienen peleas a muerte con bandas rivales partidarias del chicle de menta. Y los fundamentalistas de la tolerancia existen, y son una plaga especialmente desagradable; personalmente, es que no los puedo aguantar, me resultan intolerables.

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    5. Y no olvides que la intransigencia bien entendida comienza por uno mismo, así que aplícate el cuento

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    6. Bueno, en realidad yo no me aguanto. No puedo conmigo.

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    7. Quizás debería haber dicho que toda idea puede transformarse en una religión para según quién... aunque siendo honesto, me resulta difícil imaginar que la lingüística comparada o el neodarwinismo puedan ser religiones. Muy diferente serían las versiones "religiosas" de esas ideas para captar a los fanáticos.

      Pero vamos, ni me figuraba que estuviera planteando una modalidad relativismo moral... Debería haber indicado que no todas, y que las que sí, no en el mismo grado.

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía