martes, 13 de abril de 2021

Otras vidas más la propia

 

Un joven psiquiatra a comienzos del siglo XIX conduce a cinco pacientes hacia una clínica, desde Santa Fe a Buenos Aires. Dirige una caravana con treinta y seis personas: locos, prostitutas, gauchos y una escolta de soldados, cruzando la pampa, sorteando todo tipo de obstáculos. Es pues una epopeya modesta en el que el tiempo y el espacio convergen sobre la historia y donde se revela la poca fiabilidad de lo que contamos, de la conciencia y la memoria, para aprehender la realidad. Una metáfora, claro, de las locuras del dominio colonial de las Américas a través de un diario de viaje complejo.

Orlando, después de muchos años, regresa a la aldea de su niñez y compra en un impulso extraño la gran casona rosa de la maestra ya muerta. La casa le admite y rechaza a otros, acepta a un gato negro pero expulsa a una amiga y a su hermano. Para ello se vale de plagas de orugas del tilo y de topos, de caídas por escaleras y piernas rotas. Intenta renovar su carrera de pintor y reconvertir su ánimo urbanita de adulto en el infantil y rural olvidado. Reconducir su extravío volviendo a los paisajes de su niñez. El sentido del presente, el suspense y la melancolía, los atardeceres luminosos, la lluvia, los grillos, los huertos y las flores, el viejo laurel que revive del tocón y el insólito romero que brota sin que nadie lo haya plantado al parecer.

Otra casita, esta vez verde, de un pequeño pueblo al norte de Suecia en Upsala. Luego Copenhague, París, Los Ángeles, Broadway, Reikiavik y Berlín. Desde 1934 hasta nuestros días. Un niño casi perfecto, un chico dotado de talento y éxito fácil, pero luego un adulto devastado por el alcohol. Entre tanto se despliega el siglo con el nacimiento del terrorismo en las olimpiadas de Múnich, la caída del muro de Berlín y los movimientos de los derechos civiles en Estados Unidos y en la que intervienen Olof Palme, Igmar Bergman y Rudof Nuréyev. En definitiva una historia que empezó muy bien y acabo tan mal. La caída en los infiernos y la redención, la historia de un intelectual que explica la historia del siglo.

Quizás no lo sepáis, pero yo he vivido recientemente todas estas historias gracias al argentino Juan José Saer, la italiana Laura Mancinelli y el sueco Per Olov Equist. Y aún así hay multitudes de personas que no leen ni un libro, que para mí sería como no vivir más que una sola vida prosaica y escueta.

3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  2. El otro día, alguien bastante sensato y culto contó por Twitter la siguiente anécdota: un matrimonio no habituado a la lectura, leyó Soldados de Salamina y les gustó mucho. No obstante, se disgustaron porque el libro era ficción. Por lo visto, el hombre manifestó "¿He perdido el tiempo leyendo un libro que no se basa en hechos reales?".

    De verdad que no entiendo a este tipo de personas.

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    1. Conozco casos similares, no han entendido lo de la verdad de las mentiras de la literatura de ficción

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía