sábado, 24 de abril de 2021

¿Se irá el caimán del Manzanares?

 

Entre las experiencias maravillosas que atesoro está la de bañarme por las mañanas en el río Quiquibey de la Amazonia boliviana con los tucanes y guacamayos volando por encima de nosotros, pero sin quitarle ojo a los caimanes que se asoleaban en sus orillas. Don Antonio me tranquilizó entonces con una sabia observación: "preocúpate cuándo no los veas, no cuando los ves". 

De las tertulias de televisión (las de la radio suelen ser más educadas e instructivas) saco la conclusión, valiosísima, de que no se aprende nada si siempre intentas parecer el más listo de la reunión; aparte de que nadie escucha a nadie y mientras alguno habla, si es que le dejan los demás, otros ya están preparando sus respuestas, que no suelen ser ideas propias sino las puntualmente recibidas por los editoriales que acaban de leer esa misma mañana. Sallipsap samsim en lingali congolés, o sea, lo de Heráclito de que nadie se baña dos veces en el mismo río; los cocodrilos se aseguran de que así sea. Las derechas —en el fondo la misma con dosis de toxicidad levemente distintas— nos han convocado a estas elecciones madrileñas con la intención de que sí, de que nos bañemos dos veces en el mismo lodazal, pero en este caso los cocodrilos son ellos.

El primer error de planteamiento es considerar que la democracia es un lugar en el que llegas y te instalas, pero no; es, si se quiere una aspiración, una meta, como el horizonte, siempre perfectible, siempre amenazada, en cuyo caso es como subir por una escalera mecánica de bajada: si te paras, retrocedes. Y por supuesto, como todo en esta vida, las democracias nacen y mueren, siempre imperfectas. Mueren abruptamente, como la República española tras la Guerra Civil, o lentamente, casi inadvertidamente, como la Turquía de Erdogan. El Estados Unidos de la anterior presidencia no se comportaba como una democracia, sobre todo su cocodrilo presidente, aunque por fin se fue el caimán, como dice la canción, lo que demuestra que aún quedaba suficiente democracia, separación de poderes y sentido cívico entre millones de ciudadanos, aunque entre otros millones no. En España se ha optado por el insulto frente al razonamiento y el acaparar agravios e intolerancias, aunque la única intolerancia válida es, como dice Norberto Bobbio, la intolerancia a la intolerancia. De manera que si la democracia es un clima ahora estamos en pleno monzón.

No conviene olvidar que Franco (como Pinochet) fue la excepción. Hitler, Mussolini, Getulio Vargas, Alberto Fujimori, Hugo Chávez, Erdogan ascendieron al poder desde dentro, a  través de elecciones y alianzas, y en todos los casos las élites, al menos inicialmente, consideraron que esos dictadores podían ser embridados, controlados, un mal menor, y que se podría luego volver a tomar el control. Nunca tuvieron éxito esas previsiones y el caimán respectivo se quedó devorando a sus antiguos aclamadores y a los que no. Entregar voluntariamente el poder a un autócrata siempre es un error de cálculo, sean las que hacen cuentas las élites susodichas o los millones de votantes. Además el pacto con el diablo suele comportar beneficio de advenedizo, respetabilidad a los recién llegados, casi casi aspiradores legítimos al poder. Afrontar los desafíos de los demagogos es muy difícil cuando las propias democracias, por su propia esencia, les garantizan la propagación de sus voces. Es inevitable. Pero ser capaces de mantenerlos al margen del poder es una de las señas de identidad de una democracia sana. ¿La sabiduría colectiva del electorado? Desde luego algo de eso ahí, o sea, que el valor de una democracia no sólo reside en su poder ejecutivo, legislativo y judicial, sino en la educación de su ciudadanía, siempre halagada por los políticos, como si tiviéramos la infalibilidad que se le atruye al Papa, con lo cual podemos llegar a la triste conclusión de que aquí y allí tenemos la política que nos merecemos, aunque eso sería como decir que el analfabeto tiene las lecturas que precisa. Afortunadamente no es eso del todo cierto, ni el poder del pueblo puede moldear siempre el tipo de gobierno que posee. En la Alemania nazi y en la Italia fascista hubo amplias mayorías que se opusieron a Hitler y Mussolini, mientras pudieron. Chávez llegó al poder en cambio con una amplia mayoría, pero nada indica que los venezolanos desearan un dictador o un hombre fuerte, lo que no deseaban es la lamentable derecha venezolana que sigue siendo la oposición al chavismo, pobre país.

La primera medida para bañarse en el mismo río es mirar a ver si hay cocodrilos, y la primera medida para mantener a raya a los políticos autoritarios es saber reconocerlos a tiempo. Pero no hay sistemas de alerta infalibles. Muchos se adhieren inicialmente al sistema democrático para abandonarlo tras conseguir el poder. Como es el caso del húngaro Orbán que ha ido abandonando paulatinamente las prácticas democráticas. Otros, como el propio Chávez o Perón en Argentina, ya habían dado prueba de su curriculum autoritario en intentos previos de golpe de Estado a sus elecciones perfecta y democráticamente válidas.

Tras este apresurado paseo por el mundo y la historia volvamos al aquí y ahora: Madrid, mayo de 2021. El caimán del Manzanares ya ha dado sobradas muestras de qué se alimenta. El problema es entonces si queremos los madrileños bañarnos en ese mismo río sin mirar antes y si caso de hacerlo, a pesar de todo, nos merecemos lo que tendremos, esa lagarta enormemente voraz.

2 comentarios:

  1. En 1984, Orwell explica que, una vez llegado al poder, los hombres fuertes buscarán la perpetuación del conflicto, para seguir justificando su injusto poder. Lo más paradójico de estos dictadores es que nunca podrán celebrar la paz, aunque la prometan.

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    1. Y para conjurarlo algunos dictadores como Franco se inventan los 25 años de paz, aunque sea la paz de los cementerios.

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía