sábado, 5 de marzo de 2022

Afo/algo(*)/borbo/rismos

 

Claro que se nos escapa, porque cuando me cago (nos cagamos) en dios suele ser por motivos muy justificados, involuntariamente. No sólo no he negado su existencia, sino que la he hecho merecedora de mi cabreo e implícitamente de mi desprecio. Intento explicarle eso a mis pocos amigos creyentes (pocos amigos creyentes y poco creyentes esos pocos), y que con mi parte de Dios hago lo que me parece. Me replican que es una cuestión de respeto. Como yo deseo abreviar este tipo de disquisiciones que suelen conducir al limbo que los papas han desclasificado (¿o ha sido el purgatorio?, para ser creyente también hay que estar al día, o al loro, que en nuestro católico contexto cultural es el Papa) les replico que qué pasa con el respeto que merecían los restos humeantes de tanto ateo, tibio, escéptico o de otro culto y mitología. Finalmente, les digo que ese votivo y emotivo "¡me cago en Dios!" es el homenaje  (u ofrenda) que los ateos, y muchos tibios, le hacemos a los creyentes. Una curiosa hipocresía esta de cagarse en lo que no existe. 

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Coda: todo lo que no es tradición es plagio, así por ejemplo, la ejecuciones judiciales en Estados Unidos son autos de fe con invitados selectos, ya no en plazas públicas. E igualmente, dar misa de frente a  la parroquia en idiomas vernáculos, con achuchones con los vecinos en lugar de espaldas en latín y sobriamente separados es un plagio. ¿De qué?

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De todas Las bienaventuranzas, la de los mansos que heredarán la Tierra es todo un pitorreo. Sin embargo, el sermón de la montaña es precioso y con excepciones como la mentada, preciso. Que Dios escribe recto con renglones torcidos viene a decir que te espabiles, macho, que yo soy el que soy.

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Son curiosos esos devotos de la ecuanimidad del eclecticismo. Practicantes del lema de los millones de moscas que comen mierda y por tanto no pueden equivocarse. Toman como referencia eso tan bobo (ecuánime, ojo) de que "para gustos son los colores" (qué refranero más reaccionario tenemos). Cuando es justo al revés. Sin embargo, amante del silogismo socrático, afirmo: yo no como mierda, por tanto (o ergo), no soy una mosca.

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Coger el rábano por las hojas. ¿Y tú como lo coges, listillo?

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La política es el arte que nos permites convivir siendo cada uno de su padre y de su madre, incluso no teniéndolos reconocibles (el no reconocido es el hijo, que en esto como en todo también hay clases). En España, por tanto, todos hacemos política más o menos artesanalmente, incluso esos falsos absentistas que se dicen apolíticos. Por tanto, los políticos profesionales desde el punto de vista del artesano de a pie o votante, es un chapucero que degrada el oficio.

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Las mujeres son mucho más guapas que los hombres. Eso qué quiere decir, que soy heterosexual (ya que soy un hombre) o que falta añadir que los hombres son más guapos que las mujeres. O bien, nos ponemos en plan queer, transgénero y tralarara y decimos, ¿qué decimos, que ser guapo o guapa es epiceno? O que ser guapo son los ojos saltones y la piel verrugosa de la sapa a los ojos del sapo siempre que no sea transgénero? 

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El mundo se va a acabar. Si le preguntas a un astrofísico te dará un plazo de miles de millones de años y te explicará como revienta una medianeja estrella como nuestro Sol. Si le preguntas a un biólogo evolutivo te dará un plazo una milésima inferior, de millones de años. Y si le preguntas a un historiador o a un politólogo te contestará dependiendo de cómo se haya leído el periódico hoy. Pero el mundo se va a acabar, se está acabando, igual que todos nos estamos muriendo desde el momento de nacer. La cuestión son esos aceleradores temporales: genocidas, asesinos, economistas de la escuela de Chicago, traficantes de armas y megalómanos. Codiciosos, ignorantes, con prisa.

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Caminando por el campo a veces me encuentro latas de aluminio de cerveza o tetrabriks de leche en un hoyo (¿nidos de vacas, sospecharía un niño urbano?), pero yo me encuentro también mondas de naranja o pieles de plátano de varias temporadas de antigüedad. Como dice la poeta Elizabeth Bishop hablando de las playas de Massachusetts, la naturaleza, las playas en concreto, deberían ser como los gatos, capaces de limpiarse solas. Y así sería, y así es, puesto que la biosfera funciona con ciclos de materia y flujos de energía, pero a su ritmo y lo cierto es que la vida moderna tiene un ritmo demasiado rápido, fabrica demasiado deprisa y desecha igualmente rápido, así que a la naturaleza hay que ayudarla. Los tecnócratas más duros dirán que la naturaleza es muy lenta. Los ecologistas más voluntariosos, que hay que ayudarla. Y los economistas dirán  (lo están diciendo) que limpiar lo que la naturaleza no hace con suficiente celeridad es una oportunidad de negocio.

 

(*) Algorismo es palabro de mi estricta irresposabilidad, no existe, bueno, no existía; existe algoritmo, pero es que estos no son conjuntos sucesivos de operaciones ordenadas para hallar una solución a un problema. Mis algorismos son eso, algo, problemas.



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