miércoles, 20 de abril de 2022

Volver a la tierra

 

La España rural se vacía o la vacían —antes de hablaba de desertización demográfica, modas del lenguaje— salvo los fines de semana, puentes y fiestas de guardar que se llena de urbanícolas. Y es que el campo, la “naturaleza” como dicen los bucófilos, está tan de moda que en cuanto te descuidas la ponen una urbanización encima. Ya se sabe, huir del mundanal ruido, jalear la descansada vida, buscar la ‘senda escondida’ son todos hábitos cortesanos. Se trata de buscar la tranquilidad del ánimo, descansar de las intrigas y celeridades urbanas, pero sin labrar, sin inclinar la frente sudada en la esteva del arado, sin barbechar, escardar, escolimar, amelgar, cohechar, cosechar o apacentar. Todo lo más cultivar un jardín o un huerto.  Retornar a la tierra, un poco, donde florecen los jaramagos y las virtudes ancestrales. El típico menosprecio de corte y alabanza del aldea. Si además aprendemos a diferenciar un bledo de un simple hierbajo, y un nogal de un olmo tanto mejor.

El campo, donde cesa el artificio, donde huyen los sábados los villanos a los prostíbulos de carretera, donde se consumen más drogas que en muchos barrios de la ciudad, donde todo lo que no se caza son bichos y alimañas, donde lo sencillo y espontáneo es mortal aburrimiento, donde la naturaleza pica y provoca alergías y costras, donde no se lee a Rousseau ni falta que hace, porque aunque buen botánico era más hipócrita que los jueces suizos. Ese campo tan apetecible, esa naturaleza tan benevolente, madre que vela por nosotros y que nosotros maltratamos a beneficio de inventario. Cada cierto tiempo se predica el retorno a la tierra, pero a la vez se eliminan servicios e infraestructuras. En mi mismo pueblo se ha reducido el horario de autobuses y se ha cerrado otra escuela. Además los que predican eso, desengañemonos, no suelen ser ya románticos, ni siquiera conservadores, sino simples reaccionarios, desde aquel Petain entonces en el país vecino a VOX ahora en el nuestro. Se trata de controlar las turbas revolucionarias, contrarrestar las amenazas ciudadanas con el retorno a la tierra.

“Volver a la naturaleza”, como si fuera viable vivir fuera de ella, como si no fuéramos un producto de la naturaleza, como lo es el maiz de las palomitas, pero también el coltán de nuestros sofisticados esmarfones.

En realidad, se suele tratar de huir de la modernidad en lo que tiene de descreimiento (ciencia) y perversión (falta de control en el anonimato urbano), frente a la provincia donde todos se conocen y se vigilan (aunque no sus pensamientos). El caso es que en los países ricos hay desde hace décadas un movimiento de retorno a la naturaleza (que es como se suele denominar pomposamente el campo, al menos el que no está aparentemente cultivado). Aún más ambicioso es el ideal de restaurar un equilibrio ecológico supuesta o realmente roto, y no digamos si se trata de salvar el Planeta, ambición pretenciosa donde las haya, bien retornando al campito, bien quedándose en la casita ciudadana pero con bombillas de bajo consumo y cuatro cubos para separar la basura. Todo esto está muy bien, hay que hacerlo, pero se basa en una presunción excesivamente ambiciosa sino vana; la de que si cada uno barre su puerta, el planeta en su totalidad quedará limpio. No es así, claro, los que más contaminan no barren nada, en todo caso hacen negocio para que barran otros, y de paso diluyen su clara responsabilidad entre los demás, los damnificados. De paso, algunos desprevenidos le echan la culpa al uso y abuso de la tecnología, mientras otros confían en las oportunidades de negocio de lo verde y en emplear más tecnología para corregir la tecnología destructora. Como dice un personaje de La Vía láctea de Buñuel “es tanto mi disgusto por la ciencia y mi horror a la tecnología, que acabaré por caer en el absurdo de creer en Dios.” Todos esos panteístas de nuevo cuño que proclaman su preocupación por el planeta agredido sospecho que sienten ese mismo horror aunque no se despeguen de sus teléfonos móviles ni con agua caliente. Y evidentemente puedo caer en la caricatura de tantas buenas intenciones, pero toda caricatura no es más que resaltar las características más típicas.

Están los hechos, claro. Y ahí nos podemos poner serios. Al calentamiento global, mal llamado cambio climático, ya hemos llegado tarde, hay que pensar en no agravarlo más y aprender a convivir en adelante con fenómenos y temperaturas más extremos cuando no catastróficos. Sin embargo, el principal problema no es exactamente ese, sino la destrucción acelerada de la biodiversidad, es decir, en la extinción masiva de especies y en la alteración drástica de espacios. Nuestros planeta viviente es un milagro que no hemos sabido replicar en el famoso gran experimento de Biosfera II, recreado en dos grandes cúpulas que intentaban reproducir siete ecosistemas típicos en Oracle, Arizona y que fracasó estrepitosamente al disminuir al cabo de un breve tiempo el oxigeno disponile de un saludable 21% a un angustioso 14%, aumentando el CO2 y desapareciendo la mayoría de las especies animales y vegetales acompañantes. Los seis terranautas dibiosféricos salieron por pies en cuanto les abrieron las puertas.

Hoy somos, no un parasito, para eso hay que ser muy especialista, sino una plaga que representa el 96% de toda la biomasa de mamíferos del mundo con nuestros ganados; el resto, ese exiguo 4% son los bisontes, los elefantes, los ratoncillos, los tigres…

Y no se trata solo de eso. No es que nada humano nos sea ajeno, sino que el resto de lo supuestamente ajeno nos es imprescindible a los humanos, desde el aire al agua potable o los suelos fértiles. Seguiremos informando.

3 comentarios:

  1. estuve leyendo de Biosfera 2 a raíz de tu comentario. Interesante es también que las gigantescas instalaciones se reciclaron posteriormente como banco de pruebas de la Universidad.
    El retorno al campo es un tópico desde la modernidad. Me da la impresión que la principal función del campo se va convirtiendo en ser un paraíso perdido, donde todos se aman y viven largas vidas plenas. Tengo la impresión que el mejor uso que podemos darle es convertirlo en sitio de recreo, como hacemos con las playas, y de restauración de la naturaleza, algo así como una reserva natural

    Chofer Fantasma

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    1. Me parece buena idea y ganaríamos que así no se dijeran tantas tonterías.

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  2. "Además los que predican eso, desengañemonos, no suelen ser ya románticos, ni siquiera conservadores, sino simples reaccionarios"
    Me ha gustado mucho esta frase, especialmente porque veo cómo tantos atontaos se abren perfiles como "reaccionarioXY", donde "XY" son números, presumiblemente los dos últimos de su fecha de nacimiento.

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía