Los biólogos evolutivos siguen discutiendo si el gato es
enteramente doméstico. Por supuesto, tanto los caseros como sus afines
silvestres, los gatos, a la inversa que los perros, no son animales sociales,
sino individualistas incapaces de aceptar la jerarquía de una manada o de una familia, y sólo se juntan para la reproducción. Por eso se
ha acuñado el término de ‘semidoméstico’.
Los primeros graneros, que son
anteriores a la agricultura y servían para almacenar lo que recolectaban sus
predecesores, atraerían presumiblemente a ratones, y esos a los gatos silvestres
que serían bien vistos por los humanos. Leo en Internet que los gatos son los
animales domésticos más numerosos en el mundo, por encima incluso de los
perros. Son parientes muy cercanos del gato salvaje; más aún que los perros de
los lobos, pero su ADN es difícil de estudiar precisamente porque sus hábitos semidomésticos
le hacen cruzarse habitualmente con sus parientes monteses. Pero parece que
está claro que provienen de una subespecie de Felis silvestris de Oriente Próximo, como la agricultura y, como
veremos, como la cerveza y el vino.
Los ejemplares menos temerosos que se acercaban a los humanos
y los que se dejaban acariciar eran premiados y se recogía para criarlos a los
gatitos, pero en ese proceso inacabado por el momento, los gatos no han sufrido
los cambios típicos de la domesticación, como en el perro, tanto físicos, acortamiento
del morro, a menudo caída de las orejas, como etológicos: ánimo juguetón de adultos;
es decir, en conjunto el mantenimiento de rasgos infantiles. Así pues,
construir el árbol genealógico de los gatos, que se aparean con los silvestres,
ha sido muy difícil y sólo se ha conseguido en 2007. Parece ser que confirman
que los parientes más cercanos de los gatos domésticos son los silvestres de
Oriente Medio que viven en la periferia de los desiertos. Muchos conservan los
colores originales —agriotipo— de los de ese hábitat, un pelaje color arena
atigrado en el lomo.
Cuando yo era joven se mencionaba siempre al antiguo Egipto
faraónico como la sede de los gatos más antiguos y como previsible cuna de su origen. Es lógico; se han encontrado
enterramientos con cientos de miles de momias suyas y hasta hay una diosa, Basteth
que se representa con su figura y que concitaba rituales y cría y venta de
gatos y embalsamamientos de los mismos. Pero el gato es anterior en unos miles
de años hasta retrotraernos al Neolítico precivilizaciones.
En Chipre arqueólogos franceses han
encontrado restos que indican evidencias de una domesticación varios de
miles de años anterior. Ya hemos dicho que los primeros colonos en Chipre traían
gatos (grandes) y perros (pequeños). Los restos de gatos más antiguos de Chipre
tienen 10.600 años de antigüedad, pero el hallazgo más fascinante es mil años
más reciente: una tumba de una persona, de la que se desconoce su sexo, y a 40
centímetros la de un gato; la persona tenía unos treinta años; el gato, de
patas largas y grande, sólo ocho meses, así que es probable que fuera
sacrificado aposta para acompañar al humano. Puede que la persona enterrada
fuera un chamán o una sacerdotisa, y entre animal y humano existirían lazos
muy grandes (de hecho, los gatos son sagrados en todas las culturas agrícolas,
empezando por la egipcia, y esa sacralidad la evidencia la estatuaria también
que cuenta con numerosas figuras de gatos de todos los tamaños, algunas en
Chipre y son más antiguas aún que la tumba citada). Tal vez ambos ‘trabajaban’
asociados en un almacén de grano dependiente de un templo, como en Egipto.
En las relaciones de gatos y hombres, las condiciones las
ponen los gatos; eso lo sabe perfectamente cualquier persona que tenga uno. Y
han conservado en mayor medida sus rasgos salvajes. El viaje de los gatos hacia
su plena domesticación continúa actualmente. He leído a un investigador afirmar
que si el gato fuera simplemente el doble de tamaño nos devoraría. Yo
prefiero quedarme con un aforismo de los antiguos chinos, también muy amantes
de los felinos, que afirma que Dios creó al gato para que el hombre pudiera
acariciar a un tigre. Y acabar con los ratones.
Leí en cierta ocasión que el mito de que perros y gatos no se soportan proviene de que sus lenguajes corporales son distintos: los perros "malinterpretan" ciertos gestos felinos como invitaciones a jugar, cuando en realidad están expresando su irritación. No sé si será enteramente cierto, pero sí parece que es más intuitivo comunicarse con un perro.
ResponderEliminarNo es un mito, cánidos y félidos son familias zoológicas enfrentadas. Lo primero que hace un tigre si entra en una aldea india no es matar humanos, sino cazar a todos los perros. No hay malinterpretación, porque apenas hay comunicación: se reconocen como enemigos y eso les basta, aunque algunos perros jóvenes o cachorros son idiotas.
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