Para los que no han llegado a entender la Evolución y creen
que es la historia de un progreso ascendente, que naturalmente conduce a nuestra especie, y no unas geniales ocurrencias tan oportunistas como azarosas
(el azar y la necesidad) que adaptan a toda la multitud de los seres vivos a los ambientes más variados, les
sorprenderá saber la superioridad de las aves, esos dinosaurios persistentes,
sobre nosotros y no solo por el vuelo, aunque sí relacionado con él. Los pulmones,
por ejemplo, son mucho mejores que los nuestros ya que están capacitados para
extraer el oxígeno tanto al inhalar como al exhalar, merced a los sacos aéreos que
desde los pulmones se extienden e hinchan incluso hasta el interior de sus
livianos huesos, de modo que al expulsar el aire retenido vuelven a tener
ocasión de tomar ese oxígeno, como válvulas de doble entrada. Por supuesto
tienen mejor vista y muchos otros detalles envidiables, como la configuración
de los tendones y músculos que cierran y abren los dedos de sus patas, ya que
si se encuentran relajados, sin esfuerzo, se cierran y se aplica ese esfuerzo
al abrirlos lo que les permite permanecer agarrados a una rama por tiempo
indefinido; prueba a hacerlo tú colgado de ella. Bien, valga este excurso para
demostrar nuestro verdadero sitio en el planeta, que es ocuparlo todo y además
transformándolo todo, no siempre para bien, ni siquiera para nosotros mismos. Eso es lo que hacemos con nuestras manos, liberadas de la locomoción y además aptas para la manipulación delicada, y con nuestros cerebros hipertrofiados, cuya razón, o sus sueños, también producen monstruos además de lavadoras y satélites artificiales.
Esa transformación no afecta solo a lo material o físico,
también a lo imaginario, como todo lo que se refiere a la cultura, no entendida
esta como simple ornato, sino como la entienden los antropólogos, todo el
utillaje material e inmaterial, desde los cubiertos de mesa a las canciones de
cosecha. Uno de esos inventos o por mejor decir invenciones es el dinero, tan
relevante como la rueda o la escritura, dioses más o menos inmateriales. Otro son
las naciones que algunos ensayistas la denominan también dioses útiles. Útiles pero
peligrosos, añado, porque la idea de nación siempre implica la de identidad
nacional, que es una construcción histórica producto, sí, de acontecimientos
decisivos, pero también de otros perfectamente contingentes. El paso de una
idea como la identidad nacional a otra que sostenga que esa identidad, en parte
tan decisiva e inexistente materialmente como el dinero, es superior a las
demás y que está abocada a un destino más alto, es fácil de dar y se ha dado muchas
veces, siempre con resultados desastrosos para propios y extraños. A eso lo
llamo nacionalismo.
Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Rusia, el Imperio
turco, Estados Unidos o los países latinoamericanos son construcciones nacionales
relevantes y cada una peculiar, unas como antiguas colonias, otras como
amalgama de tribus o regiones, pero todas producto también de múltiples
factores perfectamente contingentes. No hay pues nada atribuible a un designio
providencial o misterioso; no hay tampoco ningún genio colectivo que al modo
del de la lámpara de Aladino, habite desde hace milenios (nunca menos) entre
los nativos de un país.
Construir identidades no se acaba con las admitidas en la
ONU, claro, sin ir más lejos ahí está, además de la española, la vasca,
catalana o gallega, incluso la andaluza. Para entender algo tan meridiano como
complejo o diverso en sus detalles pero común en lo esencial, hay que
desprenderse de las emociones o someterlas a la razón y el conocimiento
histórico. Qué fácil es decirlo: someter los sentimientos a la razón, cuando lo
fácil y lo utilitario a corto plazo es poner la razón, incluso cuantificada, al
servicio de los sentimientos. Por eso yo me cago en todas las patrias,
empezando por la que el azar de mi nacimiento me ha adjudicado, pero desde luego
no me limpio el culo con el papel moneda. Mejor me lo limpio con las banderas. Yo
no me siento español, salvo en el lenguaje materno y en la comida, aunque me
encantan muchos otros idiomas y multitud de gastronomías. Tampoco me siento
pájaro, aunque a ratos me gustaría, pero es un hecho que me daría igual ser catalán que autrohúngaro.
Me sigue preocupando mucho que Europa haya tirado por la borda el Espacio Schengen. Aunque ahora den marcha atrás, que haya habido o haya una frontera a las personas entre Italia y Francia, por ejemplo, nos hace saltar hacia épocas pasadas. "Haced flash back!" ordenaba el alcalde en un discurso en "Amanece, que no es poco". Me siento asi.
ResponderEliminarSi fuera un hecho aislado, vaya y pase, pero cuando hay tanto tonto muy suelto de cuerpo pidiendo y aplaudiendo la restricción de entrada a extranjeros, aunque al hacerlo condenen a la ruina a regiones enteras de su amada patria, lo leo como un signo de de los tiempos, un presagio mas bien. Extranjeros digo, ¿No eran todos europeos?.
El paralelo que tiras entre la evolución de las especies y la evolución del sentido de pertenencia me lleva a la epoca de entreguerras. Ese periodo donde muchas naciones que venian mal aspectadas en organizacion social se convirtieron en dictaduras. Del proletariado y de las otras.
Hablando de peliculas españolas, hace semanas que me siento en "Las largas vacaciones del 36", cuando una espera ociosa presagiaba años de horror por venir.
La incompetencia de las naciones en sus respuestas a problemas comunes me da cierta esperanza de que una ciudadanía decida poner coto a las pretensiones de control.
Chofer fantasma
Hola Chófer, no te había reconocido al colgar tu comentario como anónimo. Creo que la especie humana tiene dos pulsiones contradictorias, como tantas otras, entre el deseo de socializar, de pertenecer a un grupo, y el deseo a rechazar a los distintos, que paradójicamente refuerza lo primero. Es una versión antropológica de otra ética, la del egoismo frente al altruismo; ambas deben ser útiles en distintos momentos y por eso, pienso yo, ambas de conservan, incluso en el mismo individuo. Algunas mentes más deseosas de simplicidad se esfuerzan en afirmar que nuestra especie es altruista o por el contrario egoista, pero es ambas cosas.
EliminarEso también lo percibo en la pandemia actual, y por eso tantos escriben que está sacando lo mejor de nosotros, y otros afirman que lo peor. Pero ambas cosas están sucediendo y mientras seguimos hipnotizados con ese asunto idealista de la naciones
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