sábado, 3 de octubre de 2020

Tontos o malvados ( o lo que a mí me da miedo)

 

¿Qué es más dañina, la maldad o la estupidez? Esto no es una encuesta, esa forma a veces valida pero ahora utilizada para rellenar telediarios, así que no tenéis que responder, y menos optar por la combinación de ambas. Es un debate viejo: un politólogo de hace siglos, cuando la palabra para mencionar la disciplina no estaba inventada, se decidió por la estupidez ya que esta se ejerce de continuo, mientras que aquella sólo cuando le conviene al malvado. Pero Maquiavelo hablaba en el contexto del ejercicio del poder, del Príncipe, y un príncipe estúpido es más peligroso que uno malvado  —que como los relojes parados que dan al menos la hora exacta dos veces al día, a veces aciertan—; el estúpido siempre se apañará, con una extraña habilidad inversa, a no hacerlo nunca. Pero sin poder el estúpido si no inocuo —eso nunca— será dañino limitadamente, para sus empleados, para sus hijos, para su mujer, su vecino o su perro. Por tanto, lo que hace peligrosamente dañina la estupidez, que ya de entrada os digo que es una forma habitual de maldad, es estar en disposición de hacer daño, de tener poder. 

Gran obviedad. Los viejos anarquistas, en su ingenuidad certera hablaban de que el poder corrompe. Corrompe el poder y corrompe el tránsito para alcanzarlo. Pero además aísla del común de las personas, en una suerte de autismo no disculpable. Quizás nos podríamos haber ahorrado elecciones en otras épocas más bucólicas, por ejemplo para elegir alcaldes al menos en pueblos pequeños (pueblos pequeños, infiernos grandes), detectando cuál de los vecinos era menos útil o más prescindible para las tareas del campo, y elegirlo a él. Pero puede que salieran electos los mismos individuos (e individuas) que nos atormentan ahora; pongamos que hablo de Madrid.

Bien, aclarado ese marco, habría que preguntarse no por qué los estúpidos/malvados —disculpad la redundancia— son malvados, o por qué son estúpidos: falta de imaginación, de empatía, de compasión, de escrúpulos, avidez carroñera, avaricia, complejos, enfermedad mental… cada una de esas cosas y más. No, la verdadera pregunta para mí es cómo esas personas, obviamente mediocres pero a la vez hábiles en maniobrar para conseguir puestos de poder con una nada sutil regla de oro social: dar patadas hacia abajo, lamer culos hacia arriba y codazos a los lados, han podido llegar a esas posiciones de poder que les permiten disponer de la vida y las haciendas a veces de millones de personas. Vale, me he respondido yo solito. En una sociedad supuestamente meritocrática los Aznar, Trump, Bolsonaro, Salvini, Orbán, Putin, Díaz Ayuso, Erdogan, Lukashenko y un lamentablemente largo etcétera (con lista de espera, como Vox y sus nada menos 52 diputados, sin ir más lejos) no podrían hacernos daño porque no podrían haber llegado a alcanzar esa posición. Pero llegaron. La regla de oro les funcionó. Frecuentemente con el sacrosanto aval de los votos de muchos, a menudo de millones. Y eso, y no ellos, pobres gilipollas, es lo verdaderamente terrorífico. Lo cuenta muy bien un dicho argentino: los boludos son jodidos no por boludos, sino porque son muchos. Por eso otro argentino, reaccionario pero talentoso y no mala gente, decía que la democracia es un abuso de la estadística.

 

4 comentarios:

  1. Tú lo has dicho. El problema no es tanto la maldad o la estupidez. El problema es la ambición de malvados y estúpidos.

    Quizá querer ponerse en una situación de poder sea cosa de malvados o estúpidos. La Historia lo corrobora.

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    1. A mí no me gusta mandar ni obedecer, pero me encanta que me convenzan con razones

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  2. Se ha escrito mucho sobre la estupidez, un tema inagotable,lamentablemente.
    https://www.google.com/search?source=univ&tbm=isch&q=frases+sobre+la+estupidez+humana&client=firefox-b-d&sa=X&ved=2ahUKEwiw8Lutw5rsAhXHDmMBHTR5BKYQ7Al6BAgKEEM&biw=1366&bih=665#imgrc=bHLyCdPOwrmODM
    Hasta hay canciones incluso. Como esta de una cantante italiana
    https://www.youtube.com/watch?v=oPlREpliCNI
    El problema no depende del derecho a voto, una dura conquista largamente peleada, es más complejo que eso. Thomas Bernhard escribió en uno de sus libros que para él la "gente sencilla" era tremendamente complicada.
    y el Conde de Maldoror (Ducasse) sostenía que nada le resultaba más estúpido y le producía dolor de cabeza el tratar de entender a los estúpidos.
    Otro factor que contribuye a que la estupidez se extienda es la sobreinformación que planea sobre nuestras cabezas.
    Así que, escribir sobre la estupidez, solo puede servir para alivio y desahogo. Que no es poco. Cuídate

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    1. Yo no pretendo comprender a los estúpidos, simplemente corroboro que abundan y que los que llegan a posiciones de poder (y desgraciadamente abudan) hacen daño. De eso iba este post, no de la psicopatología del boludo que vota a quien le hará daño.

      En cuanto al derecho al voto, simplemente es un comienzo, no un final, como el derecho a blasfemar.

      Lo que tú llamas sobreinformación yo, como en Teoría General de la Información, lo llamo ruido

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía