En ocasiones me parece cierta, que sí, que la naturaleza imita
al arte, como dijo el displicente ‘Tío Oscar’, y en otras me parece que el arte
anticipa la historia. Es lo que me sugiere la relectura de la novela de Sinclair
Lewis de 1935, Esto no puede pasar aquí.
Lo que yo no sabía entonces, en mi primera lectura, pero sí ahora, es que la
ochentera serie de Televisión V, en la que unos alienígenas reptilianos invadían
la Tierra, primero simulándose colaboradores de los humanos y luego déspotas y
realmente ayudados por colaboracionistas terrícolas estaba basada en la novela
de Lewis. Debería haber sospechado cuando la voluptuosa (en su forma temporalmente
humana) morenaza Diana se comía una rata viva sujetándola por la cola como si
fuera un espagueti. Hay que recelar de las mujeres, por muy bellas que sean y
por mucha apariencia humana que tengan, con gustos de comida raros. Una
alegoría de un Reich estadounidense que, no por casualidad, surge en los
Estados Unidos de Reagan. Muchos interpretaron que esos reptiles de otro mundo
eran los malvados comunistas de detrás del telón de acero, con apariencia
humana. Otros, ya entonces pensamos, que los reptiles invasores, como en la
serie, estaban mucho más cerca, entre nosotros. Lewis siempre insistió que no
estaba demasiado atento a lo que sucedía en Europa: el surgimiento de los totalitarismos
de derecha e izquierda: miraba a su país.
Ya en 1936 se intentó sin éxito llevar la novela a la
pantalla. Lo impidió Hays, el censor republicano que vio acertadamente en ella
una crítica a su partido. Y hubo una obra de teatro de bastante éxito
interpretada en su papel protagonista por el propio Sinclair Lewis que era
apuesto al modo asexuado de algunos ingleses. En la obra no había lagartos alienígenas.
Más tarde Harold Bloom la incluyó en su muy anglófilo canon occidental, lo que no
impidió que fuera ampliamente olvidada.
Hoy, ese futuro anticipado surge puntualmente. Los reptiles
naturalmente andan entre nosotros, y la crisis económica está presente desde el más
inmediato pasado, como lo estaba entonces la de 1929. Un reptil depredador, de
apariencia humana con morritos enfurruñados, flequillo en toldillo, engolado e
ignorante, domina a los humanos y piensa en devorarlos, incluidos a los humanos
colaboracionistas, los más tontos de todos, sus votantes. Hay quien sostiene
que Melania es una verdadera humana, secuestrada por el ávido reptil, y han
acuñado un eslogan pancartero. “Libertad para Melania”. Yo no lo creo,
simplemente Melania es un reptil con mejor apariencia humana, pero también come
ratas vivas cogiéndolas por el rabito de sus salarios de miseria.
Por cierto, en V también existían los twits, mensajes tan
concisos como espantosos. El que más los mandaba era el del flequillo, digo la
morena curvilínea. Los humanos los recibían (los recibimos) horrorizados, como las amenazas que
eran.
El hombre más influyente en la enloquecida política y declaraciones (son de él) de Donald Trump es el asesor Steve Bannon, un licenciado de Harward de extrema derecha, productor de cine y televisión, autor de dos películas biopics sobre Reagan y Sarah Paley. A este hombre racista y que está a la derecha del Tea Party, cada vez que hace una propuesta que consideran excesiva o que puede tener efectos contraproducentes, responde: "al tejón le importa una mierda". Yo al principio, desde mis conocimientos de zoología, no lo entendía, hasta que descubrí que se refería al que en castellano se llama ratel o menos habitualmente y como traducción literal, 'tejón de la miel' (Mellivora capensis), un mamífero de talla mediana que está considerado el carnívoro más agresivo del mundo animal. Actua enfrentándose a presas mayores y a otros depredadores sin importarle las consecuencias. Aquí tenéis el video que muestra el ideal de comportamiento que Trump y Bannon tienen para el resto del mundo:
Addenda
El hombre más influyente en la enloquecida política y declaraciones (son de él) de Donald Trump es el asesor Steve Bannon, un licenciado de Harward de extrema derecha, productor de cine y televisión, autor de dos películas biopics sobre Reagan y Sarah Paley. A este hombre racista y que está a la derecha del Tea Party, cada vez que hace una propuesta que consideran excesiva o que puede tener efectos contraproducentes, responde: "al tejón le importa una mierda". Yo al principio, desde mis conocimientos de zoología, no lo entendía, hasta que descubrí que se refería al que en castellano se llama ratel o menos habitualmente y como traducción literal, 'tejón de la miel' (Mellivora capensis), un mamífero de talla mediana que está considerado el carnívoro más agresivo del mundo animal. Actua enfrentándose a presas mayores y a otros depredadores sin importarle las consecuencias. Aquí tenéis el video que muestra el ideal de comportamiento que Trump y Bannon tienen para el resto del mundo:
Pues yo he leído que el cambio al ambiente de ciencia-ficción se debe a la presión del estudio, que querían hacer algo parecido a Star Wars. Teniendo en cuenta que en la segunda temporada se empezó a hablar de profecías, no me choca.
ResponderEliminarV es seguramente el germen de la curiosa teoría de conspiración sobre los reptilianos, que serían... Pues eso, lo que se ve en la serie, porque es intentar describir esta ocurrencia y echarme a reír, lo siento. Hace tiempo leí que un estudio sobre los avistamientos de platillos volantes, alienígenas y otros seres que no tienen mejor cosa que hacer que acercarse por acá, ¡vete a saber por qué!, demuestra que estos tienen la apariencia de los extraterrestres de ficción más populares del momento. ¡Qué casualidad!
También lo contrario es cierto y la ciencia-ficción siempre ha tenido cierta relación con creencias esotéricas y otras supersticiones: desde las dimensiones que se figuraban los teósofos malinterpretando a Riemann, hasta Matrix, que es el emblema de las teorías de conspiración gubernamentales.
La buena SF es siempre una descripción del presente
EliminarMi hijo, entonces de 16 años, pasó en los Estados Unidos el curso 14-15, en casa de una familia de clase media alta, burguesía ilustrada de una pequeña ciudad muy pija de Illinois, no lejos de Chicago. Todavía la candidatura a la presidencia de Trump no era más que un rumor que sonaba a disparatado e improbable; más aún, claro, que pudiera ganar. Pero la familia adoptiva de mi hijo, gente excelente por todos los conceptos, que pensaba, leía y viajaba a Europa de vez en cuando, eran de antiguo fervorosos partidarios del individuo, y cantaban sus loas con genuina admiración. Mi hijo nos comentaba asombrado las barbaridades que leía en los libros de Trump que le dejaron -algo así como "Piensa a lo grande y patea culos"- y el entusiasmo que despertaban en sus anfitriones. (Creo que tengo que agradecer a los USA que catalizaran y acelereran la conversión de mi hijo, del adolescente facha que era cuando se fue, en el jovencito rojeras y revolucionario que es ahora). A lo que iba, la ralea de colaboracionistas con este lagarto es de lo más variopinta e inesperada. No arrebata solo a granjeros de la América profunda, a blancos en paro o a tiburones de Wall Street, le ríe las gracias -y le ha votado, claro- también un buen número de lo que a primera vista uno tomaría por personas normales. Es un fenómeno para mí más inquietante e inexplicable que una simple invasión de extraterrestres...
ResponderEliminarComo cabría esperar, es mucho más actual y vigente la novela de los años 30 de Sinclair Lewis que la serie de TV de los ochenta vagamente inspirada en aquella.
EliminarDe jovencito muy jovencito yo también era muy conservador, como todos los niños que buscan seguridad, y luego me convencí que para conservar lo bueno hay que ser rebelde con causa e izquierdista, incluso en el sentido que Lenin repudiaba como desviación.
Las personas no somos meramente racionales ni coherentes, teñidas por lo emocional, quizás por fortuna, aunque los lagartos se aprovechen