viernes, 18 de mayo de 2018

Las especias del independentismo



Los que vivimos asombrados el empecinado proceso de independencia catalán quizás ignoramos mayoritariamente que la línea que establece la separación de la Edad Medieval de la Moderna se estableció un día de abril de 1493 en el lóbrego salón de banquetes abovedado conocido como del Tinell en el barrio gótico de Barcelona. Curioso que el mismo escenario que supuso un avance radical del discurrir histórico sea el mismo de los intentos de hacerle retroceder del siglo XXI al XIX; de la globalización, que inauguró en la versión casi actual el propio Colón, al regreso a la nación romántica y la idea fragmentaria de un país, un pueblo, una nación, un estado y un ramillete de fronteras.

En ese gótico salón que aún existe el genovés defendió ante los monarcas castellanos y aragoneses (Cataluña sólo era la parte marítima de Aragón y Barcelona un condado, como Castilla) el éxito de su misión. Poco importaba que no hubiera llegado a las islas de las especias en la India del Extremo Oriente (en realidad Las Molucas indonésicas), sino a un nuevo continente; que los indios que había traído consigo y que avanzaron tímidamente al centro del salón con su desnudez y sus vistosos tocados no eran indios sino caribes, indígenas destinados a su próxima extinción; que los chirriantes loros, sí fueran loros, pero no asiáticos sino americanos y que la canela no fuera canela sino la corteza de otro árbol americano menos valioso. Pero el oro si era oro, aunque poco, las perlas eran perlas y la codicia, junto a la curiosidad y la ignorancia sí eran ciertas, como los sueños, que sueños eran y son e impondrían una nueva era de descubrimientos y transformación del mundo.

Las especias que Colón no trajo eran un poco, solo un poco, las substancias homeopáticas de la época; es decir, sus virtudes reales, como sazonar los alimentos, mejorar su sabor o impedir su deterioro eran menos consideradas que las supuestas de mejorar la salud, las prestaciones sexuales y otros prodigios, a fin de cuentas más increiblemente mararavillosas cuanto más difíciles y lejanas fueran las fuentes de su obtención.

Los milagrosos efectos que tendría la independencia catalana también son homeopáticos, como las supuestas virtudes de las especias, y cuanto más lejana y difícil sea conseguirla, cuantos más dificultades y hasta peligros arrostren los valerosos independentistas en su afán de chocar contra un continente ignoto tanto mejor será el paraíso conseguido, tanto más milagrosas sus especias. El problema es que aunque Colón se embarcó con unos cálculos errados, (infravalorados) de la auténtica magnitud de la circunferencia terrestre que permitía la existencia de un enorme continente entre Europa y Asia hacia el oeste, partía sabiendo que la Tierra era una esfera. Estos independentistas catalanes siguen creyendo en un mundo plano, tan plano como sus obsesivas mentes, y hasta unidimensional y siguen tomando el Procés como un afrodisiaco para sus sueños edénicos. Pero la mayoría de estas utopías terminan convirtiéndose en infiernos distópicos y las milagrosas especias no consiguen evitar la putrefacción de sus propias políticas. O sea, como diría Monterroso, aunque despertasen independientes, el dinosaurio de la miseria de la política catalana seguiría allí.

Error tras error, la pimienta 'india' era en realidad el chile americano; la independencia catalana es el retorno a un mundo aislado y medieval, bonito pero nada funcional como el salón de Tinell.


5 comentarios:

  1. Me has hecho recordar un hecho gracioso: al Ceremonioso lo llaman los nacionalistas catalanes Pedro III, porque no reconocen al I. Lo supe en esta demoledora crítica de la "novela" La Catedral del Mar, en la que recibe esa numeración y un tal Nacho en los comentarios dice lo siguiente:

    El libro presenta errores de historia de bulto, llegando a ser algo más parecido a un panfleto adoctrinador de las tesis del nacionalismo catalán que una novela supuestamente histórica: Confunde Pedro IV con Pedro III, ya que el nacionalismo catalán no reconoce a Pedro I; lo ubica en un "Principado de Cataluña" que si es más que discutible si en algún momento llegó a existir, desde luego no existía en la Edad Media....etc

    Si es cierto, entonces debemos admitir que se han llevado años planeando la broma...

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  2. sigo proponiendo que les regalen a los nacionalistas obsesivos el gobierno, con tanta autonomía como quieran: su propia moneda? le tienen. Sus jueces? de mil amores. Su seguridad social? envuelta para regalo.
    Que España se guarde la opción de que un referendo pueda volver todo para atrás. Esta regla para defender al 50% que hoy por hoy no logra articular un vaffanculo a los separatistas.
    Es mi idea que un estado extemporáneo, alejado del mercado común y sometido a las demandas de la sociedad que cualquier estado tiene, durará lo que un helado en la puerta de una escuela.

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  3. Me olvide: me maravilló el twist que le diste al post. Es una metáfora muy buena, gracias

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    1. Bueno, gracias, sí tiene su aquel la metáfora.

      En cuanto a tu propuesta para los independentistas, me adhiero, pero ¿qué hacemos con esa mitad de catalanes no independentistas?¿Les hacmos oagar por la otra mitad?

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía